La literatura y la medicina, como arte ensamblado

El escritor narra en su última novela el vínculo fuerte que une a un doctor y a su paciente, construido durante años y en un universo cotidiano donde aparecen la complicidad, el dolor, las pérdidas y la amistad

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“El guiño”, tercera novela de Juan Zorraquín, narra el vínculo entre dos hombres que se conocieron como médico y paciente pero que construyeron durante años un universo en el que aparecen la complicidad, el dolor, las pérdidas y la amistad como un modo de trascender lo cotidiano.

Zorraquín (Buenos Aires, 1949) publicó el libro de cuentos “Tormentas”, y las novelas “El fin de la corriente” y “Medicina”, es médico, y durante cuarenta años trabajó en el Hospital Posadas y es uno de los responsables de la editorial Mardulce.

En esta entrevista con Télam, habla sobre su última novela, editada por Mardulce, a partir de una experiencia con un paciente en los primeros años de ejercicio de la profesión y reflexiona sobre el cruce entre literatura y medicina, a las que define como “dos formas de arte que muchas veces se ensamblan”.

-¿Hay un gran componente autobiográfico en esta historia?

-Soy médico al igual que el protagonista, eso es autobiográfico porque además también lo soy por tradición familiar. Mi primera novela era más densa en concepto, después fui cambiando y en ésta, para no perderme en el laberinto de la conciencia, me ceñí a cosas objetivas.

-La aparición de Román es clave para la vida del protagonista pero más allá de ese vínculo inicial asistimos a la historia de una amistad.

“Soy médico al igual que el protagonista, eso es autobiográfico porque además también lo soy por tradición familiar”

“Leí mucho durante mi infancia, después en las guardias y en un momento sentí la necesidad de escribir; me despeja de cualquier neurosis”

“Descubrí que la mejor manera de ayudar a los pacientes era hacerlos hablar sobre su pasado, contarles cosas, llevarlos a momentos de felicidad”

 

-Sí, fue una relación completamente humana. En la etapa en la que conozco a este paciente estaba muy atrapado en la medicina y no le encontraba mucho más que el destino de sacrificio. Me di cuenta de que a este personaje le había alterado su destino de morgue pero él también había alterado el mío. Todo el hospital, en la figura de mi jefe, decía “esto se acabó” y yo decidí dedicarme porque creí que podía salvarlo. Fue una batalla casi en soledad. Hubo algo en su frase “¿no me vas a dejar morir así, no?” que tuvo una calidad literaria muy potente.

-¿Cómo se cruzaron en su vida medicina y escritura?

-Primero llegó la lectura, que siempre fue un refugio. Leí mucho durante mi infancia, después en las guardias y en un momento sentí la necesidad de empezar a escribir, que me encanta porque me despeja de cualquier neurosis.

-¿Y cómo se liga la escritura con la fundación de la editorial?

-“El fin de la corriente” la escribí y la dejé guardada, la envié a un concurso pero como no pasó nada, decidí dar otro paso. Se la di a Pablo Maurette y le pedí que sacara lo que sobraba. La corregí, la publiqué y me di cuenta de la orfandad que tiene un título si no tiene una estructura atrás. Justo era médico de Víctor Massuh, padre de mi amiga Gabriela, quien había publicado su primera novela. Empezamos a juntarnos e impulsamos Mardulce.

-¿Qué tienen en común la literatura y la medicina?

-Descubrí que la mejor manera de ayudar a los pacientes era hacerlos hablar sobre su pasado, contarles cosas, llevarlos a momentos de felicidad. El dolor tiene un componente objetivo, lo que te está pasando, y otro subjetivo, que es cómo lo lees. Muchos dolores se calman con tocar y acariciar para esperar que pase, por eso creo que la literatura está relacionada con calmar y tranquilizar. La muerte es irreductible y la literatura es la posibilidad de derivar a otra zona donde tu imaginación se calme. La medicina y la literatura son arte, son dos formas de arte que muchas veces se ensamblan. Somos personas gregarias que necesitamos ayuda siempre.

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