“La carrera de Brittany”: una maratón de corrección política

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Alejandro Castañeda

afcastab@gmail.com

LA CARRERA DE BRITTANY.- Muchos argumentistas de estos días han puesto en pausa sus temas desafiantes para adherir al clima de corrección política. No está la cosa para andar incomodando a los custodios de la moral, la tolerancia almibarada y las buenas costumbres. Brittany es una gordita (lo dice ella, ojo) que anda en la mala. No liga buenas compañías, el sexo la ha abandonado hace tiempo, no consigue buenos trabajos y de alguna manera su cuerpo le pasa factura a cada rato. Pero lo peor es cuando el médico le dice que su cuadro es para preocuparse y que llegó la hora de hacer algo para darle un poco de actividad a ese físico atragantado de comilonas, cervezas y comida chatarra. Y allí empezará a remontar la cuesta.

El film tiene el aire y la forma de esas fábulas de superación que aspiran a ser ejemplificadoras. Está lleno de gente buena que anda a los tumbos. Y vale más por sus intenciones que por sus valores cinematográficos. La historia recorre caminos conocidos: Brittany empezará correr y cuando la balanza le avisa de sus progresos, entonces el amor propio y los buenos amigos se encargarán de afianzar una mejoría en todo terreno. El film sirve al viejo esquema de la comedia: lo que empieza mal se soluciona, incluso en lo que hace a sus vínculos, porque la vecina odiada será después la mejor amiga y el compañero ninguneado será el príncipe azul. Aunque Brittany deba superar algún percance (como para recordarnos que nunca todo es tan rosa) al final se sacará el gusto de estar en la maratón de Nueva York, la meta simbólica que necesitaba para probarse. Esa carrera es para ella (y seguramente para muchos en la vida real) un desafío que va más allá del tiempo y la distancia. “No hay que ganar, hay que llegar” le dice un camarada de travesía. Todo necesitamos una meta hacia dónde dirigir nuestros esfuerzos, nos dice este film.

El dramaturgo Paul Dawns Colaizzo escribió y dirigió esta historia. Su idea es no perturbar el aire de corrección política de estos días. A veces exagera la nota (casamiento interracial, matrimonios de hombres con hijos) pero hay que reconocer que logra darle a estas carreras una dimensión que trasciende su espíritu deportivo. Depara una linda sensación ver a esos miles y miles de participantes que, a despecho de idiomas, religión y diferencias de todo tipo, salen una mañana a buscar su meta.

(*** BUENA)

 

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