Putin, 20 años al timón de Rusia marcados por el fuerte antagonismo con Occidente
Edición Impresa | 31 de Diciembre de 2019 | 02:08

MOSCÚ
Por IGNACIO ORTEGA
EFE
En la víspera de Año Nuevo de 1999 y en coincidencia con el fin de siglo, el presidente ruso Boris Yeltsin renunciaba a su cargo designando como sucesor en el Kremlin a Vladimir Putin, el poco conocido ex director del servicio de seguridad nacional de Rusia, el FSB, que tomó el mando hasta las elecciones de marzo de 2000. En ese momento, era difícil imaginar que este ex agente secreto daría forma a los siguiente 20 años de este siglo con tanta fuerza.
Putin pasó de la cooperación con Occidente en sus primeros años en el poder, al abierto antagonismo con Estados Unidos y la Unión Europea en la última década.
“La relación entre Putin y Occidente ha sido muy dramática. Ha evolucionado desde una relación constructiva a una enconada rivalidad y a estar casi al borde del enfrentamiento militar en los últimos años”, comenta el politólogo Fiódor Lukiánov, jefe del Consejo de Política Exterior y de Defensa de Rusia.
Putin, empeñado en recuperar la grandeza perdida de su país en la arena internacional, intentó tender puentes con Occidente -incluso tanteó la posibilidad de ingresar a la OTAN al recibir en el Kremlin al presidente de EE UU, Bill Clinton, en junio de 2000-, pero se decepcionó rápido.
La invasión de Irak (2003) y el ingreso de los países bálticos en la Alianza Atlántica (2004) lo convencieron de que Rusia nunca sería aceptada como un igual en la liga de naciones democráticas, por lo que optó por el antagonismo en cada uno de los rincones del planeta, desde Europa a Medio Oriente o Latinoamérica.
“El leitmotiv de la política exterior de Putin no ha cambiado. Su misión era evitar que Rusia cayera al segundo o tercer escalafón. Todo lo que hizo desde entonces responde a esa estrategia. Y la verdad es que lo ha logrado. Ese riesgo ya no existe”, explica Lukiánov, director de la revista “Rusia en la política global”.
Desde que pronunciara su incendiario discurso en febrero de 2007 en Munich, en el que acusó a EE UU de intentar crear un mundo unipolar y llevar a cabo acciones unilaterales al margen del derecho internacional, la confrontación con Occidente se convirtió en realidad.
En estos 12 años Putin ha dado un vuelco a la política internacional. Forjó una alianza con China, invadió Georgia, reconoció la independencia de Osetia del Sur y Abjasia, anexó Crimea, intervino en Ucrania y en Siria, y dio luz verde al envío de mercenarios a varios puntos del globo.
Además, ante la inacción de la Casa Blanca, se convirtió en el nuevo árbitro en Medio Oriente al evitar el derrocamiento del mandatario sirio Bashar al Asad, vender armas a Turquía y Arabia Saudita, y reforzar lazos con Egipto, Israel e Irak.
También regresó con fuerza a África por medio de los contratos de armas, y en América latina puso el dedo en la llaga del “patio trasero” estadounidense al apoyar a Nicolás Maduro en Venezuela y a Evo Morales en Bolivia.
UN LÍDER PRAGMÁTICO
“La imagen de Putin en el mundo occidental no se corresponde con la realidad. Putin se parece a (la canciller alemana Ángela) Merkel en el pragmatismo. No le gusta tomar decisiones arriesgadas y es de los pocos líderes mundiales con todo el orden mundial en su cabeza. Piensa en términos de geopolítica y en el balance de fuerzas en el mundo. Eso no quiere decir que sus cartas sean las correctas, pero tiene esa visión”, destaca Lukiánov.
Occidente intentó castigar a Rusia por Crimea y la intervención en el este de Ucrania con sanciones económicas, pero el resultado no fue el esperado, aunque la economía rusa está estancada desde hace años, los ingresos de los rusos no dejan de caer y la suspensión del tendido del gasoducto Nord Stream 2 es un serio revés para el Kremlin.
“Los intentos de aislar a Rusia fracasaron. Y no porque Rusia sea muy fuerte, sino porque es muy grande y su papel en los asuntos mundiales es demasiado significativo. Aislar totalmente a Rusia es imposible”, precisa Lukiánov.
Rusia es una potencia regional con aspiraciones globales que tiene problemas sociales y demográficos, pero el experto recuerda que la economía no determina el estatus diplomático y el éxito depende no tanto de la riqueza como de la estabilidad y de la capacidad de resistir las presiones exteriores.
Además, remarca Lukiánov, las potencias occidentales perdieron peso en el mundo, sobre todo desde la crisis de 2009, por lo que Putin optó por reducir lo más posible su dependencia del exterior, incluso en internet.
FUTURO INCIERTO
Lukiánov cree que la visión de que Rusia es una “amenaza” para la democracia en Europa y Estados Unidos no cambiará en las próximas décadas, y lo relaciona tanto con la supuesta “agresividad rusa” como con la “profunda crisis de identidad que vive Occidente”.
“Nadie sabe qué pasará en el futuro. Y lo más fácil cuando hay miedo e incertidumbre es culpar a Putin de todos los problemas. Si Rusia fuera otra civilización como China sería menos problemático, pero al ser un país europeo siempre ha sido visto como algo ajeno y peligroso”, concluye.
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