La decadencia futbolística de Estudiantes es la resultante de una sucesión de gruesos errores

Malas incorporaciones y un par de ciclos con nada para rescatar lo hundieron en una realidad que lo alejó por completo de la élite

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Por MARTÍN MENDINUETA

@firmamendinueta

Estudiantes de La Plata es una marca registrada de alto valor en el fútbol argentino y como tal supo acumular prestigio y reconocimiento a nivel internacional. Sus títulos no sólo han provocado enorme satisfacción entre los hinchas albirrojos; además, ha sabido contagiar a la Selección Argentina la esencia de una matriz de trabajo exitoso muy valorada por propios y extraños.

Hoy, la principal vidriera de dicha marca (su equipo de primera división) luce desconocido. El semblante final en la derrota ante Talleres de Córdoba resultó penoso. Mal en una tabla y con preocupante proyección en la otra, el poderío de años atrás mutó en una imagen arruinada. ¿Cómo pudo haber caído tanto? ¿Por qué?

Durante la segunda quincena de abril de 2003 Estudiantes tocó fondo. No se fue al descenso, pero una muy dura derrota en el clásico, en condición de local y recibiendo cuatro goles, eyectó a “Cacho” Malbernat de su cargo de director técnico y, al mismo tiempo, provocó un sismo de indignación popular. En aquel momento, el presidente Julio Alegre, con la ayuda de Alberto Poletti y de otros integrantes del equipo Campeón del Mundo de 1968, logró descomprimir la situación con el mejor remedio: el regreso de Carlos Salvador Bilardo como entrenador.

Desde ese quiebre que no se lo veía tan mal al “Pincha”. De allí pudo salir. Después del “Narigón”, llegó “Mostaza” Merlo, más tarde Jorge Burruchaga y luego, con la conducción del “Cholo” Simeone, salió campeón en diciembre de 2006 de un modo inolvidable.

Insisto, hay que remontarse hasta esa época agria y de “vacas muy flacas” para encontrar similitudes con este presente desnudo de buenas expectativas.

DE INNOCENTI Y RENDÓN A MURILLO Y LABA

La política de refuerzos llevada a cabo desde que Sebastián Verón empezó a tener concreta injerencia en el área fútbol profesional ha dejado pocos aciertos y muchos errores. Salvo algunas excepciones (el colombiano Juan Otero es el abanderado en este grupo), las apuestas realizadas para mejorar la calidad de los distintos planteles han dado escaso o nulo resultado.

Desde el italiano Alessio Innocenti hasta Jacob Murillo y Matías Laba, pasando por el lateral brasileño Diogo Silvestre, fueron demasiados los casos en los que el ojo examinador falló en forma contundente. Estudiantes ha sido en los últimos años un equipo que no supo reforzarse como necesitaba. Este es, sin duda, el gran déficit de una secretaría técnica personificada en Agustín Alayes, exitoso ex-jugador y símbolo del club, que acompaña a la “Brujita” incluso desde antes de asumir como presidente.

Si a esto le sumamos las apuestas realizadas por los entrenadores Gustavo Matosas y Lucas Bernardi, se encontrará buena parte de las raíces de esta realidad que ya lo está condicionando en la tabla de los promedios. El DT uruguayo discutió con algunos referentes y no sacó buenos resultados. Lo de Bernardi fue peor. Además de una magra cosecha de puntos, convenció a los que toman decisiones de que Israel Damonte no era un jugador importante. El platinado mediocampista ahora está en Huracán y Bernardi, esperando otra oportunidad para dirigir.

No es casual que Estudiantes luzca tan mal. La sucesión de equivocaciones lo fue arrinconando hasta dejarlo expuesto justo donde su gente no quiere estar: en la vereda de la impotencia. Después de tantos años felices, ahora sufre una crisis de identidad que lo ha llenado de inseguridades.

Claro que Estudiantes también podrá salir de este cruel laberinto... Pero para que eso ocurra deberá tomar buenas decisiones. En el área fútbol, donde casualmente tiene en funciones a dos hombres que brillaron de manera indiscutida en su época como jugadores, no consigue ser eficiente. La autocrítica debiera ser el primer paso en el camino a recorrer.

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