El centro de la Ciudad acosado por la delincuencia juvenil

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La zona del microcentro platense sigue jaqueada por bandas de chicos de corta edad, que se dedican a cometer robos bajo la modalidad “piraña” y otros delitos, como las de causar destrozos en comercios y atacar a golpes a quienes pasan cerca de ellos, en una situación que ahora volvió a presentarse en la zona de 8 y 50, convertida desde hace tiempo en escenario propicio para las correrías de estos menores y adolescentes que actúan en grupos.

Tal como se informó en la edición de ayer, en las últimas jornadas cometieron una seguidilla de acciones que afectaron a comerciantes, a varios adolescentes que paseaban por la zona, así como a inspectores municipales y policías. Asimismo dañaron vidrieras de jugueterías y de otros negocios ubicados en inmediaciones de esa esquina.

Los comerciantes y otras víctimas de esta pandilla señalaron que se trataban de unos seis chicos de entre 10 y 15 años de edad, que entraban a los negocios en forma ruidosa y sorpresiva para causar daños y robar al paso las mercaderías que encontraban a mano. Añadieron que los menores iban provistos de palos y que en su recorrido golpearon a un chico que pasaba en bicicleta, que terminó lesionado, y a otros que se encontraban en la vereda de un negocio. La situación obligó a algunos presentes a llamar por el 911 a efectivos policiales, quienes al llegar iniciaron la persecución junto a personal municipal de Convivencia y Control Ciudadano, a los que se sumaron a dos cuadras de allí dos patrulleros.

Según se detalló, los incidentes no terminaron allí ya que los chicos tomaron piedras de una obra ubicada en 5 y 50, para arrojarlas contra quienes los perseguían y también contra algunas vidrieras cercanas, resultando dos personas lastimadas, un funcionario municipal y la otra una mujer policía.

La descripción de este hecho no difiere de la de otros similares que se vienen repitiendo especialmente en el microcentro de la Ciudad. El episodio aquí narrado es, entonces, representativo de un fenómeno que, por su habitualidad, preocupa profundamente a los vecinos y comerciantes de la zona.

Se conoce que son numerosas las advertencias vecinales acerca de que no hay patrullajes ni suficiente presencia policial en las calles. Se ha dicho también que existe la impresión de que no hay planes de seguridad consistentes, capaces de neutralizar, si no por completo, en buena medida, los alcances cada día más crecientes del accionar delictivo, en este caso protagonizado por bandas de menores.

Vidrieras de los comercios rotas, asaltos concretados por diez o más menores en la llamada modalidad “piraña”, chicos de muy corta edad armados con púas o dagas que después de robar protagonizan toda clase de actos vandálicos, sin que exista ningún organismo oficial capaz de actuar. Se trata, por cierto, de un problema social profundo, que obliga al Estado a adoptar acciones que exceden las de la mera vigilancia policial, aunque ella, de todos modos, resulta prioritaria.

Se ha dicho también en forma insistente desde esta columna que la seguridad no puede depender, exclusivamente, de la Policía, ya que, en mayor o menor grado, todos los organismos del Estado –y la propia sociedad- tienen mucha injerencia en esa materia. Sin embargo, cabe reiterar que el deber principal de la Policía es preservar el orden y evitar la comisión de delitos en la vía pública. Y que esa obligación primordial no la está cumpliendo en debida forma.

 

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