Un aporte a la cultura de las normas

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Guillermo Bardón (*)

Basta mirar alrededor para comprobar que no se ha logrado, en materia de tránsito, consolidar una cultura de la responsabilidad y el apego a las normas. Asegurar el cobro de multas por infracciones de este tipo, no es un objetivo recaudatorio sino una contribución a combatir el descontrol, el “vale todo” y las conductas temerarias. En este sentido está orientado un proyecto presentado en la Cámara de Diputados de la Provincia, para que la Ley de Tránsito establezca expresamente la exigencia de un libre deuda de infracciones al momento de renovar la licencia de conducir.

Un fallo reciente estableció que esa exigencia –que de hecho rige en varoios municipios bonaerenses- no tiene sustento legal y es, por lo tanto, inconstitucional. Los argumentos judiciales son atendibles. Pero la iniciativa que impulsamos apunta, precisamente, a crear un marco legal más consistente para que las comunas puedan condicionar el otorgamiento de licencias al pago de aquellas multas que hayan sido impuestas por infracciones de tránsito. Insistimos: no es para recaudar más. De hecho, lo ideal sería que los municipios recauden cada vez menos por esta vía, pero que esa disminución no obedezca a la falta de pago y de herramientas eficaces para asegurar la cobrabilidad, sino a una cultura de mayor responsabilidad vial, que se traduzca en menos infracciones efectivamente cometidas.

El verdadero logro, en materia de tránsito, será consolidar una “cultura de las normas”. Y nuestra tarea, como legisladores, es proveer herramientas e instrumentos legales que contribuyan a estimular esa cultura.

No alentamos, por supuesto, la expansión de “cazabobos”, los sistemas que no admiten derecho a la defensa y el descargo, ni la aplicación capciosa de las reglas viales para que los municipios “hagan caja”. Pero propiciamos, sí, el establecimiento de un mecanismo eficiente para que la irresponsabilidad se pague. Sólo sobre esa base podremos construir, en materia de tránsito, un sistema de mejor convivencia, de menor peligrosidad y de mayor apego a las normas.

No habrá una sola herramienta ni una sola ley –está claro- que nos asegure esta cultura de la responsabilidad. Pero en esa dirección debemos trabajar, en conjunto, los distintos estamentos del Estado. Ojalá funcionaran mejor la persuasión y las campañas de responsabilidad vial, que por supuesto hacen un valioso aporte. Pero no podemos prescindir del sistema punitivo y de las multas. Y es sabido: multas que no se cobran, son multas que no cumplen su cometido.

¿Puede renovar su licencia un automovilista que ha cruzado un semáforo en rojo y no ha pagado por esa infracción? ¿Puede hacerlo alguien que acumula multas por no respetar las indicaciones y señales de ordenamiento vial? ¿Puede ser lo mismo, a la hora de tramitar el registro, un automovilista o un motociclista cumplidor que un infractor consuetudinario? Aquellos países que han logrado en materia de tránsito una cultura de las normas, la prudencia y el respeto, demuestran que no. A esos modelos aspiramos. Para que salir a la calle, como automovilistas (particulares o profesionales), motociclistas, ciclistas o peatones, no sea asomarnos, todo el tiempo, a un caos dominado por la ley de la selva. De eso dependen, en definitiva, la vida y la tranquilidad de todos.

(*) Diputado provincial por Cambiemos

 

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