Verdad de la Misa
Edición Impresa | 3 de Marzo de 2019 | 08:11

Por DR. JOSE LUIS KAUFMANN (*)
Queridos hermanos y hermanas.
Jesús se ha declarado a sí mismo como “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6). Y es el único Camino, la Verdad absoluta y la Vida eterna. Viviendo en Él, estamos encaminados hacia la Felicidad plena si permanecemos en Él que es la Verdad. Fuera de Jesús, nuestra vida es una lamentable mentira. Fuera de Jesús es el demonio quien embauca a quienes no asumen la Verdad de Dios y de su Evangelio, porque el demonio “es mentiroso y padre de la mentira” (Jn 8. 44).
Sin la Verdad no tiene sentido la vida de ningún ser humano, porque la mentira es la negación de todo valor. Y Jesús - que es Verdad - nos convoca a estar con Él para ser plenamente hijos del Padre Dios: “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y Yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yo es suave y mi carga liviana” (Mt 11, 28-29).
Dice Santo Tomás de Aquino en el himno Adorote devote: “Al juzgar de Ti se equivocan la vista, el tacto, el gusto, / pero basta con el oído para creer con firmeza; / creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios: / nada es más verdadero que esta palabra de verdad”.
Sin la verdad no tiene sentido la vida de ningún ser humano, porque la mentira es la negación de todo valor. Y Jesús- que es verdad- nos convoca a estar con Él para ser plenamente hijos del padre Dios
Es una verdad incontestable que el Misterio Pascual de Jesús acontece continuamente en cada celebración de la Misa hasta el fin del mundo por la salvación de todos. Aunque pudiese haber quienes no lo crean… no por eso, deja de ser verdad que Jesús redimió a la humanidad entregando su vida hasta derramar su Sangre en la muerte de Cruz, lo cual se actualiza en cada Misa. El Amor misericordioso de Dios ha querido que todos los seres humanos, de todos los tiempos, pudiesen participar de lo sucedido una vez en la historia, en la plenitud de los tiempos.
En efecto, “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna” (Jn 3, 16). Por la muerte de Jesús, todos podemos alcanzar la Salvación, si creemos y aceptamos el Amor de Dios.
San Agustín, varón de fe activa, afirma con verdad: “Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti”. Es decir que nuestra libre respuesta de fe al designio salvífico de Dios es necesaria para alcanzar la Vida feliz en Dios para siempre. La Misa vivida, comulgando el Cuerpo y la Sangre de Jesús, ya es anticipo de Vida Eterna.
El mismo Jesús nos aseguró: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carme para la Vida del mundo… las palabras que les dije son Espíritu y Vida” (Jn 6, 51 y 63). Y, cumpliendo tal afirmación, en la Última Cena, “tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo ‘Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía’. Después de la cena hizo lo mismo con la copa, diciendo: ‘Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi Sangra, que se derrama por ustedes” (Lc 22, 19-20).
La Misa es una Verdad (con mayúscula) que sólo alcanza a comprenderse cuando se la vive desde la fe. Y, viviéndola, se goza de Ella de tal modo que se valora en su integridad, sin descuidar parte ni detalle. Toda la Misa es una unidad en la que no caben descuidos. Reducir la Misa o conformarse con la Comunión es un abuso grave que indica mezquindad religiosa. Quiera Dios concedernos la madurez necesaria para vivirla siempre como siempre se entendió y valoró.
(*) Monseñor
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