Pelea picante: Spielberg quiere que Netflix no vaya más a los Premios Oscar

El cineasta promoverá cambios en el reglamento de los galardones para que la plataforma no pueda competir

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Ya pasó una semana desde los Premios de la Academia y el debate sigue instalado. ¿Sobre el triunfo de “Green Book”? No: sobre la gran chance de ganar que ostentó “Roma” y, por ende, Netflix, una oportunidad que dejó preocupada a buena parte de la industria tradicional.

A tal punto que Steven Spielberg, representante de los directores en el gobierno de la Academia y, claro, uno de los cineastas vivos de mayor reconocimiento global, planea, en la próxima junta, promover con fuerza un cambio de reglas en los Oscar, similar al que implementaron algunos festivales del mundo, para dejar fuera a Netflix de la próxima entrega de estatuillas.

Señalado como uno de los principales lobistas a favor de “Green Book” (y en contra de “Roma”) en la pasada entrega, Spielberg ya ha sido claro en el pasado: las películas estrenadas en televisión deberían competir por el Emmy a mejor película televisiva, no por el Oscar, un premio diseñado para premiar la experiencia cinematográfica. Y promete promover ese cambio de reglas para los Premios de la Academia 2020: ninguna película que no se estrene en cines bajo los parámetros tradicionales podrá ser elegible.

Porque resulta que “Roma” se estrenó en algunos cines, pero en Estados Unidos alquiló salas en lugar de licenciar su película a las cadenas, por lo cual se quedó con las ganancias y los números de taquilla. Para la industria tradicional, controlada por seis grandes estudios que dominan también la distribución (en el país del norte las grandes salas son monopolio de los grandes estudios), Netflix hace “trampa”: mientras ellos dependen del modelo de taquilla para ganar dinero y, por lo tanto, pueden perder en cada estreno millones de dólares si al público no le gusta, la plataforma on demand puede alquilar salas de cine para competir en los Oscar, invertir 50 millones (10 veces más que “Green Book”) en su campaña de marketing, sin riesgo: el objetivo es sencillamente aumentar los suscriptores, no recuperar la inversión de forma directa.

Los Premios de la Academia asomaron así como una resistencia, una declaración de principios del establishment cinematográfico: no tan rápido. Si Netflix quiere jugar en los premios de la industria tradicional, tendrá que jugar bajo sus reglas o, al menos, flexibilizar las propias. Ya le pasó en Cannes. Otros festivales, sin embargo, fueron más abiertos. La invasión de Netflix a nivel global supone un cambio tan radical que trae aparejados conflictos múltiples más allá del debate sobre la experiencia cinematográfica, referidos al mercado y la protección de la producción propia y la industria tradicional.

Sin embargo, ha llegado para quedarse y mientras la Hollywood tradicional lanza su respuesta, otros actores de la industria no están tan convencidos. Alfonso Cuarón mismo respondió a las críticas afirmando que “creo en la experiencia cinematográfica, pero tiene que haber diversidad: la experiencia del multiplex está gentrificada, tenés una sola película con algunas variaciones. No hay filmes de autor, no hay cine extranjero”. Se refería a los complejos de cine estadounidenses, dominados por los grandes estudios, pero es fácil ver cómo el panorama se traduce, por ejemplo, a nuestras salas argentinas: más tanques, empujados por el poder de los millones de Hollywood, menos salas, menos horarios y menos películas de otros colores y texturas.

¿NETFLIX ES EL MAL?

Son los cineastas que no tenían lugar en este sistema de tanques el que pide no dicotomizar: “Netflix no es el mal”, lanzan desde las redes y los micrófonos, en contra del reduccionismo que se volvió frase de cabecera de mucho snob.

Seguro, el catálogo es abrumador y hecho para el consumo voraz, antes que curado cuidadosamente: “Roma” es una excepción en una oferta no tan variada y distinta como se pretende, que crece en ciertos sentidos a medida que la empresa afina su algoritmo y se vuelve más “efectiva” en “lo que el gran público quiere”.

Y claro, la pantalla chica no es la pantalla grande. Por supuesto, la experiencia social se cambia por la privada, la magia y el detalle se trocan por la experiencia distraída. Pero, ¿acaso no nos criamos mirando películas en VHS? Las plataformas on demand son como gigantes videoclubs.

“No me importaría ver de nuevo ‘Lawrence de Arabia’ en un iphone o un apple watch. Puede ser una película diferente, pero seguro que interesante”, llegó a lanzar el siempre picante realizador David Cronenberg, para quien, en la misma línea propuesta por Cuarón, es más importante la distribución mundial que puede ofrecer una plataforma audiovisual como Netflix, que mostrar una película en unas pocas salas.

“Almodóvar habló de la sacralidad del cine. Creo que tienes que ser católico para creer eso”, se rió el cineasta de “La Mosca”. Pero aunque encuentra el lado positivo de ver películas en la intimidad de una casa (”vi ‘La forma del agua’, de Guillermo del Toro, en casa, en una tele de plasma de 50 pulgadas y la vi luego en el cine. Tuve una mejor experiencia en casa”) asegura lo que el mundo del cine sospecha, aunque resiste: “El cine nunca será de nuevo el mismo”.

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