La bajante del río agravó las falencias en el servicio de agua
Edición Impresa | 22 de Junio de 2019 | 04:39

La marcada bajante del Río de La Plata en nuestras costas –un fenómeno que se inició el martes pasado, aún cuando el nivel de las aguas comenzó a subir ayer- no sólo causó primero graves problemas en la navegación, sino que hizo disminuir en forma notoria la provisión de agua a la planta potabilizadora y, por consiguiente, a numerosos domicilios de La Plata, Berisso y Ensenada.
Tal como se señaló, el fenómeno dejó sin agua potable a miles de hogares y obligó a que se suspendieran las clases en varias escuelas estatales y privadas que sufrieron la falta del suministro. Anteanoche desde Absa se aseguró que el servicio empezaba a normalizarse paulatinamente, aunque por lo que dijeron los reclamos vecinales, esa eventualidad tardaba más -de lo previsto.
Cabe consignar que el Centro de Prevención de Crecidas del Servicio de Hidrografía Naval había anticipado que el Río de la Plata interior se encontraría durante la mañana y la tarde de anteayer un metro noventa centímetros por debajo de los valores indicados en las tablas de marea. De todas formas, se aclaró que la bajante no fue muy extraordinaria y que resultó ser hasta usual para los meses de mayo y junio.
Sea como sea, la situación creada sirve, primeramente, para valorar un dato de la realidad, al que aluden con insistencia los conocedores del tema: que nuestra región se encuentra ubicada a la vera de una de las reservas de agua dulce más grandes del planeta. Y que, por consiguiente, resulta casi inexplicable que a lo largo del año sean miles las canillas que permanecen secas, sin recibir ni brindar una sola gota de agua.
En este sentido, también es preciso insistir en que la actual empresa Absa ha heredado el verdadero descalabro que le dejaron muchas de las administraciones provinciales anteriores, que hicieron muy poco o nada en materia de inversiones, para mejorar un servicio que es esencial para la calidad de vida de la población y que no ha cumplido con los niveles mínimos exigibles a una prestación confiable.
Pero tampoco la empresa puede desentenderse de las múltiples y desde luego que justificadas quejas de vecinos de la Región por las defecciones en el suministro de agua domiciliaria, ofreciéndose a miles de domicilios un servicio discontinuo, de muy poca presión, en situaciones que se prolongan durante varios días en casi todas las ocasiones.
Al mismo tiempo, en las tres ciudades mencionadas fueron y son múltiples las pérdidas que se registran en las cañerías. Los usuarios señalan, reiteradamente, la paradoja consistente en que el agua que no corre por sus canillas lo hace por las veredas y calles, sin que la empresa resuelva con prontitud estos problemas.
Son numerosos y graves los antecedentes que existen en torno a esta cuestión, tan repetitivos como las sempiternas promesas, siempre incumplidas, de que el suministro va a mejorar. Lo que los vecinos comprueban es lo contrario, que los años pasan y las soluciones no aparecen. Está claro, entonces, que la empresa a cargo del servicio –y los entres que, se supone, ejercen la superintendencia- deben garantizar la bondad de un servicio público, que está íntimamente vinculado a la calidad de vida de los habitantes.
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