Paisajes después de la derrota

El noveno libro de poemas del autor platense plantea una urgente conjetura sobre el tiempo y su naturaleza de causa perdida

Edición Impresa

Por ENRIQUE SCHMUKLER

“Cuando las gasolineras sean ruinas románticas” es una urgente conjetura poética sobre el tiempo y la historia que hay que leer en clave benjaminiana. De hecho, Axat no oculta esa procedencia, todo lo contrario. No le hace falta mencionar el Angelus Novus en el poema “Sueño con el cuadro de Klee” para invitarnos a leer nuestra historia contemporánea a partir de la tesis IX de “Sobre el concepto de historia”.

Y, sin embargo, el verbo consigue ver más allá; consigue a pesar de todo apartar de sí los ojos sesgados del Ángel esclavo de la muerte y el trauma para, inventándole unos ojos “no retinianos”, conseguir una mirada periférica que permita ver en todas direcciones y, sobre todo, ver hacia atrás y hacia adelante al mismo tiempo.

Porque aunque la derrota le haga fantasear melancólicamente con una “daga” que impida sentirse tan solo “o acaso tan existencial”, es la poesía, máquina soltera, la que se encargará de asegurar la transmisión; de traernos una vez más el combustible de las ruinas del futuro; ese mismo combustible que, por ejemplo, tal vez haga arder, en el poema “Sueño de Francisco”, la Catedral de Buenos Aires y que terminará por despertar de un sobresalto al jesuita mientras duerme entre sus almidonadas sábanas vaticanas. El poema debería llamarse, en realidad, la “Pesadilla de Francisco”, porque lo que sueña el soñado por Axat son carretas colmadas de cabezas guillotinadas luego de pasar por el cadalso, una Argentina bajo el “terror” de un Roberspierre criollo y, entre otras ruinas, los “restos de un Cabildo (no abierto) / más bien descuartizado (jesuíticamente un resto jeroglífico)”. La pregunta es: ¿logrará despertarse, al fin, el jesuita, de la pesadilla revolucionaria que lo subyuga?

Pero el combustible que hará arder la historia es, también, el de otra gasolinera (llamada, entre nosotros, estación de servicio). El poema se llama “Estación Shell Autopista La Plata Buenos Aires”. Allí, Axat se encuentra con el Negro Chaves, compañero de militancia de su padre en los años 1970. Los pocos minutos que dura la conversación les alcanzan, al compañero y al hijo, para “entrarle a la derrota”, ese “tema que nadie quiere tocar por estos tiempos /pero al que acaba de dedicarle [Chaves] un libro”. ¿Quién es aquí el Ángelus Novus? ¿El “cabizbajo como siempre ‘Negro Chaves’” o el poeta? Nuevamente la alquimia del verbo. El poeta busca en los ojos del pasado el oráculo que, sonrisa ladina, le devuelve, como una inscripción votiva hallada entre las ruinas de la derrota, otra cita del derrotado Benjamin. Deja caer Chaves: “la Historia voraz un fárrago de posibilidades / el futuro hay que inventarlo”. Axat entonces va hasta su auto y regresa con un regalo: uno de sus libros de poemas. ¿Qué significa ese intercambio? No parece que el libro sea un regalo en señal de agradecimiento ni nada por el estilo. Es otra cosa. Es una transacción tan paradójica como las ruinas que vienen del futuro. Dicho de otro modo: no ya el viejo militante legando un testimonio, una memoria, para que el menor atesore, sino que es el hijo quien le hereda al pasado (que es el fantasma del padre desaparecido, claro) devenido presente, un mensaje cifrado de lo que pudo haber sido y no fue, aunque puede serlo algún día.

“Entrarle a la derrota” para que el futuro nos permita imaginar una Historia voraz de posibilidades, es una de las divisas de este libro y, diría, de toda la poesía de Julián. Hay dos poemas que, articulados, condensan muy bien esta idea. El primer poema se llama “Matilda & el armapoesías de City Bell” y en él se habla de un juego privado entre Axat y su hija Matilda en el que se despliegan palabras sobre una mesa para armar con ellas poesías. No se sabe bien cómo es ese juego. En el poema solo se precisa que se busca con él que “las oraciones encajen con palabras”. Verso original: que las oraciones encajen con palabras. Se diría que, en general, funcionamos al revés, que los individuos buscan que las palabras encajen en oraciones. En todo caso, ese poema invita a una lectura especular: si hay algo que nos llega de la poética de Julián Axat casi como una experiencia inmediata, es que la palabra es el núcleo de vida que irradia la potencia del poema.

 

Cuando las gasolineras sean ruinas románticas
JULIÁN AXAT
Editorial: Prueba de galera
Páginas: 84

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