El candidato sin lapicera y las decisiones a cargo del núcleo duro K

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Carlos Barolo

El cierre de listas del Frente de Todos tuvo sus particularidades. Una de ellas, acaso, no tan sorpresiva: Máximo Kirchner tuvo un enorme poder de decisión -obvio, jutno a su madre Cristina- para imponer y sacar candidatos. Ese manejo contrastó con la escasísima influencia de Alberto Fernández en el diseño de las nóminas, que quedó prácticamente reservado para los popes de La Cámpora.

Ocurrió en la provincia de Buenos Aires pero también en otros distritos del país. Lapicera en mano, Máximo se transformó en una pieza clave en el cierre. Al menos en territorio bonaerense, ese poder de fuego generó enojos y produjo heridos. Tanto, que un prominente dirigente del PJ provincial reconocía ayer que una de las principales tareas por delante era comenzar a restañar esos magullones. “Hay que salir a contener”, decía. El kirchnerismo no quiere que la puerta abierta que dejó en la Provincia el lavagnismo, sea el ingreso para aquellos dirigentes que se quedaron de a pie porque no tuvieron lugar o porque fueron tachados por el fibrón camporista.

El cierre bonaerense dejó expuesto el poder de La Cámpora. Anotó cinco diputados nacionales entre los primeros diez. Los intendentes, representantes del poder territorial en la Provincia, no pudieron colar ningún nombre. Otros dirigentes de peso se quedaron sin nada: Felipe Solá, por caso, deberá dejar la banca de legislador nacional a fin de año.

El candidato presidencial prácticamente no intervino en esos menesteres. Su reacción de ayer y sus declaraciones, son el reconocimiento de la escasa influencia que tuvo en la definición de las candidaturas, que quedaron en manos de Cristina Kirchner y La Cámpora, en todo el país.

Alberto Fernández, al asegurar que será él quien definirá su gabinete, apuntó a exhibir un gesto de autoridad y a explicitar que existiría un doble comando en el Frente de Todos: el Ejecutivo para Alberto y el ámbito legislativo para Cristina.

La lógica que pareció imperar en el cierre de listas, en cambio, está impuesta por la fuerza de los votos: la portadora de esa voluntad es la ex presidenta. Y facturó ese caudal con la imposición de nombres propios.

Por esa misma razón los intendentes del PJ bonaerense se quedaron con sabor a poco. Colaron algunos legisladores provinciales, pero no tantos como los que pretendían. Pero debieron tragar saliva con la aparición de varias listas integradas por camporistas que amenazan con desafiarlos en sus distritos. Ahora tendrán que realizar un esfuerzo adicional: convencer a Máximo de que las desactive.

 

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