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Vivir Bien |YOGA Y MEDITACIÓN

Niños zen

Los chicos de hoy no sólo se conectan con la tecnología sino también con su cuerpo y con su inteligencia emocional

Niños zen

Romina Etchevestez junto a su hijo lucio, ya sabe varias de las posturas de yoga que su mamá les enseña a nenes de su edad y más chicos también

CECILIA FAMÁ / Fotos GONZALO MAINOLDI Y SEBASTIÁN CASALI
Por CECILIA FAMÁ / Fotos GONZALO MAINOLDI Y SEBASTIÁN CASALI

30 de Junio de 2019 | 05:53
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Catalina practica yoga en el jardín. Una vez por semana, en una sala especial, sus compañeros y ella se quedan descalzos y durante media hora se sumergen en esa disciplina milenaria que les enseña a descubrir diferentes movimientos que pueden lograr con su cuerpo y los conecta con su respiración. Todos tienen entre 4 y 5 años. Desde 2018, cuando comenzaron la primera salita, saludan al sol, a la luna, hacen posturas imitando animales y plantas, controlan la respiración y se divierten haciendo “Ommmm”. Como en un juego, se conectan con el silencio, con ellos mismos y aquietan su mente. “A Cata le encanta” -dice Evangelina, su mamá-: “muchas veces, en casa, coloca una mantita en el piso y juega a que es profe de yoga”.

El martes pasado se celebró el Día Internacional del Yoga. Desde el año pasado, el 25 de junio se conmemora esa efemérides. La idea fue impulsada por el primer ministro de la India, Narendra Modi, quien consiguió el apoyo de las Naciones Unidas. En Argentina no existen datos oficiales, pero en la Embajada de la India estiman que hay alrededor de 300 centros en los que se enseña yoga. El número es mucho mayor si contemplamos la gran cantidad de profesores que ofrecen clases particulares en gimnasios y estudios... y ahora también en jardines y escuelas.

Romina Etchevestez (41), instructora y profesora de yoga, presentó hace unos años un proyecto para dar clases de esa disciplina en el jardín Upalalá, tarea que ejerce desde el inicio del año pasado. “Mi hijo Lucio (4) se iba a escolarizar y mi idea era que tuviera yoga en el jardín. Aprobaron la idea y enseguida empecé a trabajar. Es una experiencia muy enriquecedora. Ahora también estoy dando clases en un maternal y quiero poder acceder a darlas en escuelas públicas”, comenta esta bailarina platense que desde hace una década se acercó al Yoga Vital y nunca más se apartó de ese universo que le trajo múltiples beneficios en el plano personal.

MI NOMBRE ES YOGA. El yoga es una disciplina milenaria psicofísica con la que se alcanzan condiciones de gran bienestar para el cuerpo y la mente.

“Las posturas se inspiran en los elementos de la naturaleza: animales, plantas, formas, que permiten a quien las practica entrar en sintonía con el propio cuerpo y, también, como reflejo, con las manifestaciones energéticas que estas posturas recuerdan. Los niños, más receptivos y dúctiles, reciben muchos beneficios a través del yoga: trabajan su cuerpo físico en general, poniendo sabia atención a la columna vertebral, dando fuerza y generando una postura correcta, reduciendo los niveles de las desviaciones. El yoga otorga también una elevación de las defensas inmunitarias y a nivel emocional genera un estado de ánimo más sereno y equilibrado”, afirma Romina, quien además da clases a niños desde los 11 meses.

“Muchos ni siquiera caminan y la mayoría apenas habla. No saben decir mi nombre y cuando entro me dicen ‘Yoga’, me llaman así o me dicen ‘Omm’” revela: “las clases en el maternal son un verdadero desafío, pero es muy interesante ver cómo los nenes ponen su cuerpo en movimiento y se concentran en eso desde tan chiquitos”.

“En el jardín, inicio las clases con un mantra que los nenes ya conocen... muchas veces ellos entran a las clases y empiezan a cantar solos, entran en sintonía enseguida. Durante la clase, expresan una gran imaginación, a veces siento que sólo soy su guía, porque ellos crean su propio universo en torno al yoga, con una gran armonización”, dice.

El yoga no es un deporte. Es una disciplina y su objetivo no es tener un cuerpo estilizado. Su misión es preparar el cuerpo y la mente para la meditación. No se sabe muy bien quién lo creó, pero sí que fue hace unos cinco mil años. Llegó por primera vez a Occidente en 1893, con la visita a Chicago del monje hindú Swami Vivekananda. Pero no fue hasta la llegada del Maharishi, en 1959, y el furor que este personaje despertó entre los Beatles, que el yoga comenzó a popularizarse y echar raíces.

Pasaron los años, los famosos, y el yoga fue encontrando su manera de satisfacer todos los gustos. Existen los puristas y los que buscan uno más dinámico, hay yoga para jubilados, niños y embarazadas. También versiones express y quienes lo practican en habitaciones a más de cuarenta grados. En Argentina, el furor se remonta a fines de los años ‘90, con la llegada de Sri Ravi Shankar, de El Arte de Vivir, que utiliza las técnicas de respiración del yoga.

MINI MUNDO INTERIOR. La moda de los niños zen llegó para quedarse. Aunque todavía no sea parte de la currícula de las escuelas públicas, existen cursos de todo tipo para que los pequeños vivan una vida más relajada, lejos del estrés y las ansiedades que les provoca la hiperestimulación constante del mundo que los rodea.

En La Plata, hay clases de yoga en los jardines Upalalá, Viento en Popa, Tercer Milenio y en la escuela primaria Vientos del Sur, por citar algunos ejemplos. En diferentes barrios, se ofrecen clases particulares en clubes o estudios. Los grupos de pequeños que concurren son reducidos, pero constantes, y cada vez más y desde más temprana edad, según afirman los instructores.

“En casa, erradicamos las pantallas por la noche. Luego de la cena, la rutina es un baño, algún video de yoga, la lectura, un rato de meditación antes de dormir. Logramos que descansen mejor y que se enganchen con este estilo de vida... Los fines de semana, o en otros ratos libres, sí juegan a la Play o con los teléfonos, pero a la noche se logró la calma”, relata Yohana Leiva (47), mamá de Pedro (12), Gaspar (9) y Luna (4).

“Mis amigos no me creen que hago yoga en casa. Algunos me cargaban en la escuela cuando les contaba... pero cuando les explico, o prueban, todos se enganchan. Está bueno desconectar con todo y conectar con uno”, admite Pedro. El libro “Yo soy Yoga”, de Susan Verde con ilustraciones de Peter H. Reynolds, o algunos canales de YouTube como “Yogic”, en cuya programación se ven cuentos que muestran posturas y movimientos, son algunos botones de muestra de un universo cada vez más nutrido con herramientas para acercar a los niños al yoga o la meditación.

DESDE LA CASA. Siro (8) y Uma (4) están en contacto con el yoga desde la panza. Su mamá, Leticia Gargano, realiza prácticas desde hace 10 años y además es profesora en escuelas, jardines y en su propio espacio. Los nenes tienen por costumbre saludar al sol y a la luna, mantener buenas posturas, habitar espacios serenos. Lo aprendieron en la casa. Y ahora su mamá se lo enseña a otros niños, puertas afuera.

“En nuestro país ya se le venía dando yoga a niños en otras provincias como Córdoba o Río Negro. En La Plata, yo empecé hace unos cinco años con los chicos y fue algo innovador. En Viento en Popa, lo vieron siempre como una forma de brindar una educación integral, que contemple el cuerpo, la mente, las emociones. Y es eso a lo que apunta el yoga: a tener en cuenta el ser como una entidad integral. Mis clases con los chicos son cortitas: media hora, 45 minutos, pero a través de prácticas relacionadas con la naturaleza, logramos respirar, calmar la mente, favorecer la concentración, reconocerse uno mismo y a uno mismo en convivencia con los demás”, cuenta Leticia.

“Los chicos, por naturaleza, son inquietos y está bien que así sea. Pero valoran mucho ese espacio dentro del jardín o la escuela, en donde se descalzan, se sientan un ratito, aprenden a respirar. Son cosas simples, pero que les ayudan un montón. Lo dicen ellos y también tenemos esos mismos comentarios por parte de los padres”, dice Leticia sobre su experiencia.

Georgina Verza (44), platense radicada en el exterior hace casi dos décadas -la más reciente en Estados Unidos-, es profesora de yoga y aunque sus clases están destinadas a adultos, tiene su experiencia en niños con sus propios hijos: Nicoletta (8) y Arturo (5).

“Es re lindo verlos divertirse haciendo yoga, intentando lograr cada postura, descubriendo su cuerpo y las posibilidades que tiene, pero además de eso también me encanta que el yoga les ofrezca la posibilidad de investigar cómo pueden conducir su estado de ánimo, sus emociones, investigar un poco qué es la conciencia, prestar atención a algo y reconocer cuán difícil es prestar atención. Les muestra la gran cantidad de cosas que nos pasan por la cabeza cuando tratamos de enfocar la mente, y eso está buenísimo que empiecen a descubrirlo desde tan chiquitos. Porque, además, los chicos tienen esa actitud como medio filosófica ante la vida y el yoga les da una herramienta más”, considera Georgina.

En tiempos de individualidades, de paradojas tecnológicas -con dispositivos y redes que conectan, pero a la vez aíslan-, de exceso de información; en etapas de crecimiento, de aprender a compartir, a generar vínculos, el yoga se abre paso como una herramienta noble para padres y educadores. “En ese ratito que le dedicamos, baja un montón el nivel de stress, la competencia entre los nenes, que a veces es muy frecuente” -subraya la profesora Romina-. Al final de cada clase compartimos un abrazo con el compañero, con el que tengo al lado, no importa si es mi ‘mejor amigo’ o no. A veces digo, ´bueno, terminó la clase, hasta la próxima’ y ellos mismos me recuerdan que falta el abrazo. Valoran ese momento y nosotros valoramos mucho que así sea”.

NUEVOS HÁBITOS. Lejos de recluirse en sus habitaciones en silencio a meditar el día entero o de ser niños solitarios, los niños que practican yoga o meditación tienen la misma vida que cualquier otro chico de su edad: juegan con las consolas de videojuegos, practican fútbol o patín con amigos, y comparten tardes enteras con sus pares.

Lucía Camaño, psicóloga y madre de dos adolescentes, explica que “incentivé a mis hijos a practicar yoga y meditación para ayudarlos a ver la vida desde una óptica diferente. Aprenden a valorar y ver las cosas buenas, como así también todo el potencial que tienen en ellos mismos. Es muy importante darles a los niños y adolescentes un espacio para que vean que todo el conocimiento está dentro de ellos”.

Tomás Argüello, guía de meditación, cuenta que “algunos chicos vienen porque están un poco perdidos, buscando su espacio de pertenencia. En esa etapa, el yoga y la meditación les ofrecen un refugio: hay un interés hacia algo más profundo, y además los padres están más dispuestos a escucharlos”.

La alimentación saludable es otro de los nuevos hábitos de la actualidad, que padres vegetarianos y veganos han comenzado a inculcar en sus hijos. Mara, mamá de Iara (5) y Joel (3 meses), es vegetariana desde hace más de una década y entiende que este tipo de alimentación le permite una vida “más natural, menos agresiva y más sana”. Según explica, “descubrí este tipo de alimentación ya siendo adulta e intento enseñarles desde chicos a comer mejor a mis hijos. No somos fanáticos, pero no comemos carne, elaboramos nuestra propia leche de soja o de almendras y nuestras comidas son a base de legumbres, frutas y verduras”.

“Durante los embarazos estuve controlada por una nutricionista, para tener los aportes de algunas vitaminas necesarias, pero no mucho. Y a los nenes, el pediatra los controla periódicamente y están perfectos. Siento que ofrecerles una posibilidad de que consuman cosas menos industrializadas, más naturales, ayuda a que tengan una vida más sana y otra energía vital. Cuesta más trabajo: huerta propia, mucha cocina casera, procesos largos de fermentación de nuestro propio pan, por ejemplo. Pero vale la pena. Nos hace felices”.

 

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Leticia Gargano, una de las profesoras de yoga para niños de la Ciudad / Foto: Gonzalo Mainoldi

Georgina Verza practica yoga con sus hijos Arturo y Nicoletta

Leticia Gargano en plena rutina de yoga en el estudio donde da clases

Una de las clases de yoga que tienen los alumnos de la escuela viento en popa

Romina Etchevestez junto a su hijo lucio, ya sabe varias de las posturas de yoga que su mamá les enseña a nenes de su edad y más chicos también

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