Zona Roja: vecinos piden auxilio por un nuevo corredor de venta de droga

Denuncian que el tráfico empieza al final de la tarde y no para hasta la mañana siguiente. Usan medidores como depósito de droga

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“La oferta sexual en la zona roja ya no existe, ahora todo lo que sucede está relacionado con la venta de drogas”, le aseveró a este medio un comerciante de 65 entre 5 y 4 quien, “por temor a represalias”, prefirió no dar su nombre. El corredor donde ocurre todo el movimiento, sostuvieron los vecinos de El Mondongo, es un rectángulo de varias cuadras que se extiende desde 1 a 6 y de 62 a 66.

La denuncia abre un nuevo frente en una zona concentrada tradicionalmente en la calle 1, de 60 a 70, Plaza Matheu, la diagonal 79 de 1 a 4 o la calle 2 entre 69 y 71. Incluso, se ha denunciado actividad en 65, de 1 a 116.

La situación, agregó el entrevistado, “empeoró mucho en el último año” cuando el intercambio de estupefacientes denunciado por los frentistas comenzó a hacerse evidente y asiduo.

El inconveniente “no lo tenemos con los travestis que ‘trabajan la calle’, porque están desde hace años acá y antes no había mayores conflictos”, si no con la aparición del menudeo, que “trajo mucha gente problemática al barrio”, explicó por su parte Lorena.

La joven, que vive junto a su marido en 64 entre 2 y 3 desde hace 12 años, contó una consecuencia de esa realidad que la preocupa: “Llegamos a casa y mi hijo de 8 años me preguntó qué estaban haciendo”, en referencia a una presunta transacción callejera de sustancias ilícitas. “No supe qué responderle”, remarcó.

MADRUGADAS CONFLICTIVAS

Diego (38) es carpintero, vive junto a su hermana y su sobrino en una casa situada detrás del local de comidas del cual es propietario. Su vínculo como víctima del delito tiene “historia”, con una seguidilla de cuatro asaltos.

“Me tenían de hijo”, comenzó su diálogo con EL DIA. Los robos fueron “hace unos tres o cuatro años” y lo obligaron a cerrar el comercio. Tiempo después volvió a abrir y ahora “tengo que lidiar con otro tipo de delincuencia”, manifestó con enfado.

Ese enojo lo llevó a hacer varias denuncias a las que, comentó, “no le dieron importancia”. Es que, reveló, “lo que sucede es una constante, todas las madrugadas tenemos algún disgusto y nadie hace nada”.

El último de los “choques” con quienes frecuentan la zona roja fue durante la madrugada de ayer. Según relató, él estaba en un cumpleaños y su hermana lo contactó. “Eran las cuatro de la mañana y me llamó para decirme que habían estado golpeando la persiana metálica con una maza”.

El sector apuntado como punto álgido es en 64 entre 1 y 2, una cuadra con varias “paradas”. Diego explicó que echó a los intrusos en la puerta de mi casa “más de una vez, pero siempre vuelven”.

Según sostuvo, no es algo circunstancial. “No puede ser que estén vendiendo a plena luz del día, en la calle y a la vista de todos. Acá paran taxis, motos, gente a pie. ¿No lo saben las autoridades?”, reclamó.

Asimismo, remarcó que “empiezan a las ocho de la noche -o a veces antes- y siguen hasta prácticamente la mañana siguiente”. Lorena, añadió que “a la madrugada se escuchan corridas, insultos, peleas. Hasta se hace difícil conciliar el sueño”.

Como antes lo hicieran Diego, Lorena y Leonor, Guillermo afirmó que en la zona roja “ya no se puede ocultar lo que está pasando”. En ese sentido, detalló que “donde vos te parás a observar 10 minutos apenas cae el sol, te das cuenta que se trata de venta de drogas. Para un auto, se baja el acompañante, hacen la transacción y se van”. Esta escena descripta por el hombre -de lo que en la jerga se conoce como “pasamanos”-, fue replicada en todos los testimonios recabados.

“Los vemos siempre. No es algo de una vez”, aportó por su parte Emilce. Asimismo, la mujer señaló otro problema que tiene conexión directa con el menudeo: el involucramiento de menores.

A ese respecto, indicó que “a la mañana, cuando salimos a trabajar, hay un grupito de chicos que pasan tanteando todos los gabinetes donde están los medidores de luz y gas”.

Es ahí donde suelen guardar “las bolsitas de cocaína o las bochitas de marihuana”, esclareció un investigador. “La droga la llevan encima solamente al momento de venderla, después para ‘cubrirse’ y estar ‘limpios’ en un posible cacheo, la depositan debajo de las baldosas o en las cajas de los medidores”, concluyó el especialista.

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