Entre dragones y rascacielos

Un paseo por los contrastes del apasionante Hong Kong.

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Cabezas de dragón finamente pintadas surcan las aguas turbulentas. Las coloridas piezas adornan la proa de los botes a remo, que pasan entre las barcazas del puerto, pintarrajeando el horizonte de la gran ciudad. En cada barco dragón viajan 18 atletas, que empujan sus remos en el agua de forma sincronizada con el ritmo de los tambores y las llamadas de los timoneles.

Si los atletas no vistieran coloridas camisetas deportivas y la mirada no detectara los rascacielos, podría uno simplemente olvidarse de que esta escena pertenece a la actualidad. Porque estas carreras de barcos dragón ya se hacían hace muchísimos años.

Desde hace alguna décadas, Hong Kong cultiva otra vez esta milenaria tradición china. En 1976 nueve barcos con miembros locales y un equipo invitado japonés atravesaron el puerto de Victoria. Desde entonces, en honor de un gran poeta se celebra siempre en el quinto día del quinto mes del calendario lunar una gran competición de barcos dragón, explica la Oficina de Turismo de Hong Kong.

En 2019 la fecha corresponde al 7 de junio, pero por razones organizativas el festival se celebrará apenas una semana después, del 14 al 16. Lo que comenzó de manera comparativamente pequeña se ha convertido en un evento a gran escala.

Con el impactante horizonte de Hong Kong de fondo compiten entre sí no solamente botes de los diferentes distritos, sino que diversas empresas también poseen sus propios equipos. Además, cada vez más atletas internacionales reciben autorizaciones para intervenir. En 2018, el número de participantes llegó a los 5.000.

Para los habitantes de la ciudad y los visitantes, esta carrera de tres días de duración es también una fiesta popular. Porque ese fin de semana de junio el Central Harbourfront se convierte en una feria con puestos de comida, tiovivos y atracciones acuáticas. Cientos de miles de visitantes alientan a los atletas en los botes desde la orilla.

Pero Hong Kong ofrece mucho más. La metrópoli, de unos 7,5 millones de habitantes, es sorprendentemente verde. En total la ciudad comprende una superficie de más de 1.100 kilómetros cuadrados, repartidos entre tres regiones: Isla de Hong Kong, península Kowloon y New Territories. Dos tercios del territorio de la ciudad, compuesto por 262 islas, son paisajes no urbanizados, y un 40 por ciento de la superficie, áreas naturales protegidas.

El contraste es claramente perceptible en la isla de Lantau, y especialmente en la aldea de pescadores Tai O. Sus casas están directamente construidas encima del agua, sobre zancos de madera de aspecto tambaleante.

Quien descienda de la barca de pesca podrá atravesar pequeños puentes y estrechas callejuelas, pasando por innumerables mercados. Si de algún lugar se siente alejado el agitado distrito financiero es justamente desde aquí, aunque sean apenas 30 kilómetros en línea recta o un viaje en ferry.

El idilio es similar en la cima de las colinas verdes de la isla Lantau. Allí, en una de las montañas se encuentra una figura de 34 metros de un Buda en color bronce. Tanto esta estatua gigante como el monasterio de Po Lin son lugares de peregrinaje para creyentes de toda Asia.

Después de esta excursión uno puede sentirse un poco perdido en el bullicioso centro de la ciudad. Por ejemplo en Causeway Bay, donde todas las grandes marcas poseen una tienda y los elegantes restaurantes se alinean junto a cafés de moda, hoteles y complejos de oficinas.

La densidad de trajes en esta zona es elevada. Un poco más originario es el denso movimiento en el mercado callejero de Pei Ho, en el distrito de Sham Shui Po. Esta parte de la ciudad se considera como el Hong Kong más auténtico y un tanto caótico. En lugar de los relucientes negocios de las marcas internacionales, aquí aparecen tiendas más pequeñas y en vez de grandes restaurantes se puede disfrutar de locales más bien chicos.

En esta zona pueden hallarse auténticas curiosidades, como Bo Wah Effigies en la Fuk Wing Street. En este comercio se producen y venden ofrendas de papel, que reproducen desde automóviles hasta móviles y carteras o zapatos. En resumen, Hong Kong es tranquilidad y ajetreo.

 

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