En Brasil, una nueva disputa entre bandas carcelarias deja 57 muertos
Edición Impresa | 30 de Julio de 2019 | 02:07

SAN PABLO
Una nueva masacre se produjo este lunes en una prisión del norte de Brasil, donde al menos 57 reclusos murieron en enfrentamientos entre bandas rivales (Comando Vermelho o Rojo y Comando Clase A) que disputan las rutas de la cocaína de esa estratégica región.
Al menos 16 de las personas asesinadas en la cárcel de Altamira, en el estado de Pará, fueron decapitadas, mientras que el resto de los presos murieron asfixiados a raíz del humo que se propagó por diversos espacios del penal luego de que los atacantes se encerraran en un salón e incendiaran el predio.
Se trata de la una de las peores masacres en una prisión brasileña en lo que va de 2019. En mayo pasado, una cadena de enfrentamientos en cuatro diferentes cárceles del estado de Amazonas dejó un saldo de 55 muertos en menos de 48 horas en la capital de Manaos, también en el norte de Brasil.
El trágico motín de ayer volvió a reabrir el intenso debate sobre las precarias condiciones de las penitenciarías de Brasil, el tercer país con más reclusos en el mundo detrás de EE UU y China.
CINCO HORAS DE FEROCIDAD
El ataque dentro de la prisión de Altamira causó una fuerte conmoción en la opinión pública debido a su ferocidad.
“Fue un ataque localizado y orientado a exterminar integrantes de una facción rival. Ellos (los atacantes) entraron, mataron y prendieron fuego”, afirmó el secretario y dirigente de la Superintendencia del Sistema Penitenciario del Pará (Susipe), Jarbas Vasconcelos.
La Susipe detalló que la pugna comenzó cerca de las 7 de la mañana, cuando los agentes carcelarios servían el desayuno a los reclusos. En ese momento, miembros del Comando Clase A (una facción criminal con ramificaciones en todo el territorio brasileño) aprovecharon el momento en que las celdas fueron desbloqueadas para invadir el ala donde están los miembros del Comando Rojo (un grupo criminal más implantado localmente), e iniciaron un ataque con “armas artesanales”, en su mayoría cuchillos.
Durante la acción, dos guardiacárceles fueron tomados como rehenes, y liberados horas después sin heridas de gravedad. El motín duró más de cinco horas y finalmente fue sofocado.
A fines de mayo, familiares de algunos presos habían pedido el traslado de sus allegados a otra unidades penales, pero según Vasconcelos, no había ningún indicio de los servicios de Inteligencia sobre una posible pugna entre las dos bandas y, por eso, no se realizó ninguna transferencia.
Videos realizados en el interior de la prisión de Altamira y obtenidos por Récord TV Belem muestran a los reclusos pateando las cabezas decapitadas de otros presos.
La cárcel donde ocurrió la tragedia tiene capacidad para 163 presos, pero alberga a 343 (más del doble de lo que corresponde) según un informe del Consejo Nacional de Justicia.
SISTEMA EN CRISIS
Brasil, con 727.000 detenidos, tiene la tercera mayor población carcelaria del mundo, aunque apenas cuenta con 368.000 plazas en sus prisiones. A fines de mayo, 55 presos perdieron la vida en ajustes de cuentas durante dos días de enfrentamientos en varias cárceles del estado de Amazonas, vecino de Pará.
Una ola de motines en estados del norte y del nordeste, con más de 100 asesinados, muchos de ellos en condiciones atroces, sacudió este país de 210 millones de habitantes a inicios de 2017, atribuidos a rivalidades entre bandas por el control de las rutas del tráfico de cocaína.
Las autoridades y los expertos atribuyen esas masacres a la lucha por el control de las rutas de la cocaína procedente de Bolivia, Perú y Colombia, los tres mayores productores de la droga. Altamira, a más de 800 km de Belem (la capital de Pará), está situada en una región que enfrenta graves problemas de deforestación y de conflictos por la tierra entre tribus autóctonas con madereros y grupos que invaden sus territorios para practicar actividades agropecuarias.
La ciudad, de 110.000 habitantes, tuvo un fuerte crecimiento demográfico tras el lanzamiento en 2010 de la construcción de la central hidroeléctrica de Belo Monte, que debe concluir a fin de año. La central incluye una represa que será la tercera más grande del mundo, cuya construcción requirió el desplazamiento de decenas de miles de ribereños del río Xingu, un afluente del Amazonas. (AFP y EFE)
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