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La realidad superó a la legislación y al miedo

ELISA SCHUSTER (*)

8 de Julio de 2019 | 01:17
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La insensibilidad de quienes legislan, queda al descubierto frente a las miles de familias que ven como la vida de sus seres queridos depende de acciones de unos “pocos”. Sin cultivo no hay derechos. Encontrar en el cannabis alivio y mejor calidad de vida, es Justicia.

La reciente conquista desde la lucha popular cannábica es la sanción de la Ley 23.750 que establece la investigación entre el CONICET, INTA y la medicina.

La ley generó expectativas y alegría de autocultivadores, pero resultó efímera y trasvertió en tristeza y congoja de quienes trabajan día tras día en la obtención del aceite que permite mejoras contra la medicación tradicional.

La reglamentación de la ley es, a todas luces, parcial. No reglamenta 7 artículos y 8 incisos. Los autocultivadores se incluyen en un nuevo proyecto. Hoy trabajan al margen de la norma para el acceso al aceite de cannabis.

El interés crece para las más diversas dolencias, aunque la ley aprueba su uso solo para epilepsia refractaria ¿Error o ignorancia?

El cultivo, cosecha y producción de cannabis, a partir de la planta de marihuana, data de miles de años. Se conocían sus virtudes medicinales y uso del cáñamo para hilar telas rústicas y fuertes, como velas de navíos.

Manuel Belgrano, pionero en estas tierras, buscó sembrar en el Virreinato para mejorar la desigualdad social y demostrar que, trabajar la tierra no era indigno. Propiciaba fabricar con su fibra telas para uso doméstico y comercial.

Nunca pensó que 200 años después se necesitara una ley para usos medicinales ancestrales. En esa época se fumaba, se usaba como medicina y se utilizaba el tallo, clave de la economía en Europa y Asia, durante mucho tiempo.

Belgrano calificó estas plantas “útiles para la humanidad”, y como salida laboral digna de muchos pobladores del virreinato, especialmente mujeres.

El proyecto no prosperó. Ayer, como hoy, privaron intereses mezquinos. La corona británica por perder el negocio del contrabando, y la corona española, obstruyendo acciones de Belgrano para evitar que la autonomía económica favoreciera nuestra emancipación.

Las dosis y graduaciones en los pacientes son experimentales. Encontrar el perfil adecuado (mayor o menor THC, CBD), no están estandarizados. En un 80% hay mejoría clínica y de calidad de vida, disminuyendo uso de drogas y opiáceos. Los médicos ante el hecho consumado (familiares que aparecen con el “frasquito”), tratan de encontrar la dosis terapéutica adecuada y controlar la respuesta. Todo un reto para los científicos.

Mientras logramos regular la ley, hay que informar y acompañar a los pacientes y familiares. La red solidaria de autocultivadores cumple, en parte, ese rol. El Estado, ausente.

En el país no tenemos quien haya podido calibrar las cepas. Queremos importar y no sabemos “qué”. Nos falta un cepario nacional con intercalibración y que clasifique y protocolice los ceparios.

El cannabis como medicina alternativa involucra el trabajo contra la muerte y a favor de la vida.

La ley autoriza el trabajo entre el INTA, organismos involucrados y empresas extranjeras, para iniciar el camino hacia la legalización. En tanto, los pacientes quedan en “lista de espera”.

Está previsto un programa de registro de pacientes para atención en forma gratuita. En tanto esto se cristalice, en tiempos burocráticos, hay almas que sufren y necesitan el aceite ahora. El autocultivo es una necesidad y un derecho a la vida.

Un objetivo personal es lograr que, en tierras del cordón hortícola, se disponga un par de hectáreas para los autocultivadores, donde bajo el control de la autoridad competente, puedan sembrar, cosechar y preparar solidariamente, como actualmente lo hacen, el aceite de cannabis para atender a parientes y allegados. Un lugar donde sin miedo, sin esconder nada, puedan, con los debidos controles, producir el tan ansiado aceite para mitigar el dolor y mejorar la calidad de vida.

Contamos con los mejores investigadores profesionales, capacitados, que hacen un gran trabajo en nuestras universidades.

Con buena voluntad, menos individualismo y mucha solidaridad, se pueden lograr los mejores resultados.

 

(*) Impulsora de los Derechos de los Autocultivadores en La Plata

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