El mundo estornuda y Argentina se resfría

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Fernando Coradazzi

fcoradazzi@eldia.com

Con la devaluación de esta semana, el peso argentino ( perdió 67 centavos frente al dólar) se transformó en una de las monedas emergentes de peor desempeño en el mundo. ¿Por qué la inestabilidad cambiaria es un mal endémico de nuestro país?

Está claro que el problema de fondo es el estancamiento económico, la falta de exportaciones y la consecuente escasez de divisas derivada de esa situación. Pero también lo es la ausencia de una política clara en materia cambiaria y de control de capitales por parte del gobierno nacional.

En los últimos ocho años, hubo al respecto dos modelos diametralmente opuestos. En 2011 el gobierno de Cristina Kirchner impuso el denominado “cepo” que amordazó el mercado libre de cambios. Algunos economistas que asesoran hoy al candidato presidencial Alberto Fernández, como Emmanuel Alvarez Agis, reconocen que no lo volverían a implementar en una hipotética administración del kirchnerismo. Razones hay: el Banco Central de la República Argentina (BCRA) tenía casi 50 mil millones dólares de reservas en 2011 y cuatro años más tarde, en 2015, las reservas cayeron a cerca de 25 mil millones de dólares.

Con Macri en el poder, su ministro de Economía, Alfonso Prat Gay, desarmó casi todas las regulaciones impuestas en la gestión anterior. Muchos consideraron que esta fue una de las causas, aunque no la única, que determinó la brutal devaluación del año pasado. “Si bien hubo factores adicionales que se combinaron para la corrida contra el peso, la libre movilidad jugó un papel, tanto en la previa, acrecentando la moneda, como una vez liberada la corrida, acelerando la caída”, afirmó el inversionista Juan Miguez.

Países como Chile, Bolivia y Uruguay aplicaron controles al ingreso de capitales, y sus monedas soportaron los vaivenes de la economía mundial. Chile estableció, en las presidencias de Patricio Alwin y Eduardo Frei Tagle, una serie de políticas para evitar el ingreso de capitales especulativos. El gobierno de Evo Morales en Bolivia, instrumentó en 2013 la Ley de Promoción de Inversiones, que ejerció mayor control a las inversiones que ingresaron al país a partir de entonces, y otorgaba incentivos a aquellas destinadas a proyectos de desarrollo. Y el presidente de la autoridad monetaria de Uruguay anunció, en 2012, anunció una medida para desalentar la llegada de capitales de corto plazo, estableciendo que bancos y agentes bursátiles que opera en ese país eran obligados a inmovilizar 40% del capital extranjero invertidos en letras del Banco Central uruguayo.

Los economistas José Antonio Campo Gaviria (colombiano) y Joseph Stiglitz (estadounidense) han puesto el acento en la inestabilidad de los mercados financieros ligada a la apertura del movimiento de capitales. Y la investigadora y docente de la Universidad de Buenos, Marta Bekerman, afirmó que “los efectos de la liberalización de los capitales en el corto y en el largo plazo son materia de una controversia internacional que involucra al propio FMI y no pueden dejar de ser discutidos hoy en Argentina”.

Hasta que ese debate no se realice tendremos que tomar precauciones, porque un estornudo de la economía mundial puede provocar aquí un nuevo resfrío. O algo peor.

 

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