Facturas internas en el oficialismo por la fiscalización en las PASO

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Mariano Pérez de Eulate

mpeulate@eldia.com

Las derrotas, se sabe, agigantan las diferencias internas en política. Eso es lo que se vive por estas horas en Juntos por el Cambio, después de las demoledoras Primarias. Un sector importante del oficialismo bonaerense está convencido de que la importante brecha adversa del domingo 11 pasado, que robusteció al Frente de Todos, se debe a que falló la fiscalización amarilla. Esto es: el control del conteo de votos en las mesas de votación de la Provincia, particularmente en el Conurbano profundo.

Es un razonamiento que va contra la lógica de la política tradicional. En general, el oficialismo de turno tiene todas las condiciones a favor para garantizarse una buena fiscalización el día del comicio.

No habría sido este el caso. Un intendente importante del macrismo admitió ante este diario que, más allá de que existió una ola de castigo a Mauricio Macri, su tropa local se relajó demasiado en materia de fiscalización, acaso con el resultado favorable de 2017 en la retina. Y que ese es uno de los ítems que deberá corregir para mejorar su performance en octubre próximo.

El cimbronazo interno en Juntos por el Cambio fue de tal envergadura que, de cara a la elección crucial que se viene, el encargado del mecanismo de fiscalización en Buenos Aires será el ministro de Transporte, Guillermo Dietrich. Un hombre que no viene de la política tradicional.

En el test del 11 A, la cabeza responsable había sido el titular de Interior, Rogelio Frigerio quien, según fuentes oficiales, envió una horda de 7 mil personas a la Provincia para sumarse a los fiscales que puso cada intendente o referente distrital del oficialismo provincial. Se trató de militantes y funcionarios nacionales de segundo y tercer rango.

La factura que pasa el vidalismo a la mesa nacional macrista en estas horas de balances es que esa gente carecía de sentido militante, de mística, y que por eso hizo mal su trabajo controlador. Se habla de que hubo casos en que esos fiscales abandonaron las mesas de votación antes de la hora del cierre del comicio. Se recalca, además, que faltó capacitación específica.

Los que, dentro del macrismo, descreen de esta teoría aseguran que la tesis de la mala fiscalización como explicación del resultado electoral es una suerte de excusa para explicar la incomodidad de los números finales: el oficialismo se comió una paliza notable propinada por un peronismo unido, que dejó de lado contradicciones y enconos personales.

Hace un par de días, en una reunión catártica que mantuvo María Eugenia Vidal con legisladores provinciales, surgió esta cuestión. El Conurbano fue el centro de las críticas.

La Primera Sección Electoral, que nuclea al Norte y Oeste del Gran Buenos Aires, estuvo bajo la responsabilidad del diputado provincial César Torres, que viene del peronismo. Un hombre con oficio en fiscalizar, según admiten en el PRO. La Tercera Sección, sur del GBA, quedó bajo la órbita del senador bonaerense Walter Lanaro. Ambos fueron apuntados por supuestos errores pero, a su turno, defendieron a capa y espada la labor realizada por los fiscales amarillos que dependían de ellos.

En todo caso, los bonaerenses también apuntaron a los que aportó la Nación. “Algunos se fueron antes del cierre, sobre todo los que estaban en zonas difíciles”, se escuchó en el mundillo legislativo, en referencia a esos distritos del Conurbano hiper hostiles al macrismo.

No se trata de hablar de fraude, algo improbable en Argentina. Sino de “picardías” electorales, maniobras repudiables pero, lamentablemente, frecuentes en la idiosincracia política bonarense. Desde siempre.

En tren de autocrítica, en el oficialismo también se especula con una falencia en torno a una figura nueva que estuvo en la última PASO: el fiscal informático.

Se trata de una disposición nueva de la Justicia Electoral para que cada alianza que compitió pudiera “presenciar y fiscalizar” el escaneo y transmisión de votos del escrutinio provisorio. Es un fiscal por escuela. Traducido: ya no hay traslado físico de los telegramas al Correo. El fiscal en cuestión es una suerte de veedor de lo que se transmite hacia la carga de datos, supuestamente la planilla que firmaron todos los fiscales y el presidente de mesa. La queja oficialista, la autocrítica, es que fallaron en ese paso porque hubo escuelas en las que Juntos por el Cambio no tuvo a esa persona clave y se sospecha que los peronistas se hicieron un festín.

Más allá de estas quejas, el escrutinio definitivo que se realiza en el Teatro Argentino es claro: puede haber algunas urnas cuestionadas, pero la tendencia final, voto más, voto menos, está en sintonía con el escrutinio provisorio.

 

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