Ante los problemas en cajeros automáticos se necesitan cambios
Edición Impresa | 2 de Enero de 2020 | 02:30

Una vez más, tal como ocurre hace por lo menos dos décadas -y varias veces al año- los cajeros automáticos de la Región se vieron colapsados, sometidos a una fuerte demanda y carentes de dinero. También quedó evidenciado que las autoridades bancarias parecen desentenderse de un problema que, en forma recurrente, afecta a miles de personas, pero especialmente cuando corren jornadas tan significativas, como las últimas de los meses de diciembre y las primeras de cada enero.
En algunas ocasiones se ha tenido la impresión de que los bancos intentaron adoptar fórmulas para evitar este fenómeno tan negativo para la población, pero, por lo visto, la burocracia y el desinterés de los responsables siempre se las ingenian para que la gente tropiece con la misma piedra. Es decir, acudir al lugar donde tiene depositado su dinero y no poder retirarlo.
La población realizó largos peregrinajes por distintas sedes bancarias para conseguir efectivo. Como suele ocurrir, los usuarios intentaron sacar el máximo posible de dinero, sin lograrlo. La búsqueda de efectivo para los gastos que demandan las fiestas de fin de año fue uno de los impulsores del movimiento en los bancos.
Esa conjunción, sumada a que se registraban las jornadas de pago de jubilaciones y pensiones, así como el cobro de haberes por parte de agentes de empresas privadas y el hecho de que hoy comienzan a caer los primeros vencimientos de servicios, tarjetas de crédito e impuestos, fueron los factores disparadores de las larguísimas colas en los cajeros automáticos.
Se ha dicho ya, en innumerables ocasiones, que el sistema de cajeros automáticos disponible en la Región no alcanza para atender a los usuarios o, acaso, requiere de reformas sustantivas en su funcionamiento. Asimismo, en la actualidad se advierte una cada vez mayor cantidad de cajeros que no funcionan o que lo hacen en forma deficiente.
Armarse de una gran paciencia, apostar a que se produzcan recargas azarosas -y a horarios inconvenientes, puesto que esa operación se concreta casi siempre cuando comienza el horario bancario y, por consiguiente, se demora la entrada en servicio de los cajeros- o decidir, entonces, realizar una gira por otros cajeros para ver si la suerte les hace un guiño providencial, forman parte de las desoladoras alternativas que deben enfrentar miles de personas.
Por otra parte, no poder disponer de un dinero que es propio constituye un grave perjuicio y, seguramente, una privación de derechos para las personas. Asimismo, por el natural efecto inflacionario, el monto máximo autorizado a retirar resulta exiguo y obliga a la gente a acudir con mucha frecuencia a los cajeros.
Como se ha dicho insistentemente aquí, el sistema de cajeros que fue previsto como una alternativa para darle mayor agilidad al sistema bancario, no debería exhibir falencias que, lamentablemente, perjudican la confiabilidad de esa variante. Ello, sin dejar de señalar que, bien organizado, se trata de un evidente adelanto.
Se sabe que una gran porción de los clientes y usuarios de este servicio están forzados a manejarse con el sistema de cajeros, porque el pago de sueldos, jubilaciones y pensiones a través de ellos es obligatorio. Resulta impropio alegar que la gente podría acudir a las ventanillas de los bancos, porque si fuera así las dificultades y las pérdidas de tiempo para las personas se agravarían.
Se está hablando, entonces, de un sistema impuesto a los usuarios. Con mucha más razón, entonces, el servicio debería mejorar en forma sustancial sus niveles de eficacia.
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