FestiFreak: “Wilcox”, el hipnótico viaje hacia lo salvaje de un hombre al margen

El cineasta Denis Côté dialoga con EL DIA sobre su última cinta, que sigue a un misterioso vagabundo por los bosques de Quebec

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Un hombre camina por los bosques alrededor de Quebec. Camina, se ducha cuando encuentra alguna fuente de agua, se corta el pelo, busca donde dormir. Es libre. A menudo aprovecha los despojos de la sociedad de la que parece haberse hartado: se refugia en micros abandonados, come sobras. En esos momentos, no parece tanto un hombre en libertad como un hombre que busca desaparecer: quizás ese hombre, solitario, enigmático, no haya ido al margen de la civilización en busca de endurecerse, salir del confort, como tantos vagabundos del cine, sino por un exceso de sensibilidad.

¿Es un aventurero? ¿Un marginal, un desertor, un exiliado? Todo está librado a la interpretación del espectador: porque “Wilcox”, filme del cineasta canadiense Denis Côté que debuta hoy en el FestiFreak (se verá hasta el domingo), nada dice: es una película sin diálogos, con el sonido a menudo asordinado, casi una meditación donde la cámara pinta con delicadeza, atenta a las sutiles variaciones de la luz, pequeños cuadros en la vida de este hombre que viaja hacia la naturaleza, una fuerza de presencia habitual en el cine del realizador de “Bestiario”, “Drifting States” y “Ghost Town Anthology”; una recurrencia, confiesa el canadiense en diálogo con EL DIA, “es un misterio para mi”.

“Es cierto que la mayoría de mis películas tienen lugar en el campo o lejos de la civilización. Paradójicamente, soy una persona muy urbana”, confiesa Côté. “Creo que con el tiempo he terminado mistificando las zonas rurales, creo que allí es donde pasan las cosas, es más fácil para mi inspirarme allí, en un ambiente del que no se demasiado, donde encontrás fantasmas, vagabundos, asesinos… Y creo que el sentido de libertad y la relación con los peligros se intensifican por la majestuosidad y el riesgo de la naturaleza”.

El escenario de “Wilcox” es esta naturaleza, en la que la cámara del realizador suele posarse con un afán casi documental, viviendo en ese tiempo suspendido lejos del ruido moderno; y su protagonista, otra criatura habitual en el cine de Côté: un marginado. “Me conmueve la gente que no precisa de una comunidad para sobrevivir: los solitarios, los marginales, los que crean sus propias reglas, sus propios gobiernos íntimos”, dice Côté de su criatura, encarnada por Guillaume Tremblay en el filme. 

“Están llenos de paradojas y creen en sus propias conspiraciones: me dan tristeza pero también me fascinan. Se esconden, construyen fortalezas personales, pero en algún momento tienen que enfrentar la realidad, y ese momento es interesante para mí”, analiza el realizador.

Para el cineasta era clave que no sepamos nada del personaje. “Ni siquiera sabemos si se llama Wilcox. Este tipo de vagabundos que salen de la sociedad no quieren ser vistos, se supone que no debemos saber nada de sus intenciones, así que quise crear una película que reflejara esa psicología y honrara la fantasmal presencia de esas no-personas”.

“Quise crear una película que reflejara la psicología de un descastado, que honrara la fantasmal presencia de esas no-personas”

 

AL MARGEN

No es difícil trazar un paralelismo entre esa fascinación por los descastados y su propia condición de cineasta desde el margen, que crea sus propias reglas y no quiere comprometer su visión de libertad, cueste lo que cueste. “Creo que es así, ¿tristemente?”, dice entre risas el canadiense. “A veces reflexiono sobre mi carrera como cineasta y tengo que admitir que no soy parte de ninguna comunidad y que me gusta hacer las cosas a mi manera. Nunca dirigí para televisión, nunca me llamaron para filmar publicidad. He realizado muchas películas, pero la mayoría son objetos obstinados. Ser ferozmente independiente viene con un costo, pero me siento libre”, afirma. 

“Desde el día uno estoy en guerra con el lenguaje cinematográfico. Es bastante imposible, pero me gustaría crear una nueva caja”

 

El director explica su independencia feroz: “Desde el día uno estoy en guerra con el lenguaje cinematográfico. Es bastante imposible, pero me gustaría crear una nueva caja: confrontar documental y ficción, fusionar accidentes con guiones precisos, provocar esos choques es lo que siempre busco. No soy un gran narrador. No me interesa entretener. Pero eso no quiere decir que quiero rechazar o provocar a la audiencia: quiero una audiencia, quiero discutir con ellos sobre las imperfecciones del cine y cómo podemos aprender a amarlas y buscarlas. No me gustan las películas ‘perfectas’ con excelentes todo, actores, luz, historia, música, sonido. Quiero que mis películas sean curiosidades, no obras maestras”.

“Wilcox”, que Côté revela que nació del deseo de volver a un cine más artesanal, sin guion “ni pesadas reglas de producción”, tras la premiada “Ghost Town Anthology”, encaja perfecto en esa descripción: es una experiencia extraña, inmersiva, hipnótica por momentos, y el realizador afirma que “soy consciente de que durante la película quizás tu atención divague. Y está bien, porque no se trata de algún tipo de narración: es puramente aural y visual. El objetivo era alcanzar un estado meditativo”.

“Por todo esto, me ven como un cineasta experimental o complicado, pero siempre es posible encontrar redes para que las películas viajen”, dice Côté, desde los márgenes como sus personajes. “¿Y cuánto cuesta ser diferente?”, se pregunta. Y se responde: “La pregunta hay que hacerla en un contexto, en el contexto donde yo vivo: aquí, el ministerio de Cultura está bastante abierto a la innovación, y son sensibles a la representación internacional, por lo que haber participado varias veces del festival de Locarno, haber sido eje de retrospectivas, es una ventaja a la hora de conseguir apoyos para mis películas más grandes y narrativas. Saben que no vendo entradas, pero no es lo que buscan conmigo. De todas formas, películas como ‘Wilcox’ son tan pequeñas que puedo hacerlas con un dinero mínimo y amigos”.

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