Para eludir al COVID, cada vez más escuelas sacan las clases del aula
Edición Impresa | 1 de Noviembre de 2020 | 01:55

Aunque se lo vea como algo nuevo, el miedo al contagio de los chicos en las aulas y la preocupación de que el cierre de escuelas conduzca a un serio atraso escolar no es ciertamente un problema que haya surgido este año con la pandemia de COVID. Ya hace más de un siglo, los padres y autoridades escolares lidiaban con el mismo dilema y ya entonces lograron encontrar una solución: las aulas a cielo abierto.
Utilizadas nuevamente hoy en muchos países -también en Argentina, por ejemplo, en la Ciudad de Buenos Aires, aunque no convence a sectores oficiales-, para evitar que la epidemia de coronavirus derive en una peligrosa deserción escolar, las aulas al aire libre comenzaron a surgir en el mundo a fines del siglo XIX con la temida epidemia de tuberculosis, una enfermedad bacteriana que mató a uno de cada siete personas en Europa y Estados Unidos.
Si bien la letalidad de la tuberculosis era por entonces mucho mayor a la del Covid, y suspender las clases era por otra parte mucho más fácil que hoy (basta recordar que la educación primaria no solía ser obligatoria), muchos países comprendieron que su primera reacción, la de cerrar las escuelas, no era sostenible por mucho tiempo sin un enorme costo social.
Fue así que para proteger a los niños en las escuelas, algunos sistemas educativos de Europa comenzaron a utilizar los patios escolares, plazas, bosques vecinos y otros espacios abiertos como lugares alternativos para aprender. Las llamadas “escuelas al aire libre” surgieron en Alemania y Bélgica en 1904, y el movimiento avanzó tanto en las décadas siguientes que en 1922 ya fue tema de un congreso internacional en París. Muchos países volvieron a aplicarlas en mayor e menor medida hasta que en la década del 50 apareció la primera vacuna, la de Salk.
El Gobierno porteño las armó bajo el concepto de “burbuja”, imitando modelos del Viejo Continente. Se trata de círculos de hasta 10 alumnos con un docente que no podrán cruzarse con otros grupos. Para no entrar en cortocircuitos con los liniamientos de Educación de Nación, califican esta vuelta a clases como una “revinculación o regreso a la presencialidad”.
El exterior no tiene por qué ser sólo para las famosas excursiones escolares
Claro que la política de aulas a cielo abierto no fue la única medida que se tomó en el siglo XIX para garantizar la continuidad escolar. Algunas escuelas, especialmente en Europa y Estados Unidos, se ocuparon además de cuidar que los chicos no se agolparan en los recreos, fueran sometidos a controles médicos regulares y llevaran pañuelos, como una variante del actual tapabocas, para cubrirse al toser o estornudar.
Con la masificación de la vacuna contra la polio y el hecho de que las enfermedades infecciosas dejaran de ser tan devastadoras, en la década del 60 el modelo de las aulas al aire libre casi desapareció. Fue a partir de entonces que comenzó a prevalecer en el mundo “el modelo de escuela similar al estilo del régimen de fábrica, que implementa horarios fijos de llegada y salida y trata de acomodar al mayor número posible de alumnos dentro de un espacio físico, con el fin de optimizar recursos y gastos”, cuenta la profesora en Historia de la Educación Diana Vidal. “Quizás por eso no podemos reconocer los beneficios de otras alternativas para los estudiantes en los primeros años de la educación básica”, agrega.
Lo cierto es que con el surgimiento de evidencias que indican que la proliferación del nuevo coronavirus es mucho menor en espacios abiertos y ventilados naturalmente, cada vez son más los sistemas educativos del mundo que vuelven a ver las aulas a cielo abierto como una posible solución. Y en este sentido apuntan a la creación de salas temporales en parques, plazas y clubes, dirigidas principalmente a los más pequeños, con el fin de liberar más espacio interno de la escuela para programar el regreso a la escuela de niños mayores y adolescentes.
Un obstáculo importante para la instrumentación de este modelo es que en las grandes ciudades los parques no abundan y sólo un pequeño porcentaje de los establecimientos escolares cuenta con suficientes espacios abiertos para llevar todas las clases al exterior. Pero aun así, un creciente número de ciudades en el mundo, tanto en países desarrollados como pobres, comienza a aplicar esta solución.
En Estados Unidos, la organización Green Schoolyards (escuelas verdes) creó la Iniciativa Nacional de Aprendizaje al Aire Libre, recopilando estrategias que están siendo adoptadas por las escuelas estadounidenses.
Dinamarca también creó un portal con propuestas de “educación fuera del aula” en medio de la pandemia. Pero no todo ocurre en el primer mundo, en la vulnerable región de Cachemira, ubicada en la frontera entre India, China y Pakistán, también los niños estudian al aire libre, incluso en condiciones climáticas más difíciles de prever.
“El exterior no tiene por qué ser solo para las famosas excursiones escolares. Con esta pandemia nos veremos obligados a utilizar los espacios abiertos, que son mucho mejores que las aulas cerradas. Es una invitación a pensar en cómo aprovechar los espacios que tenemos”, afirma Vidal.
Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE