La obesidad y la falta de actividades físicas entre los niños
Edición Impresa | 16 de Diciembre de 2020 | 03:53

Ultimos informes –como el brindado en la última Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNyS), conocido en el curso de esta semana y reflejado en este diario- aludieron a un verdadero auge de la obesidad infantil en nuestro país, al punto de que el sobrepeso y obesidad alcanzan a más del 40 por ciento de los chicos, con una prevalencia en menores de 5 años de edad del 13 por ciento, pero que en el grupo de entre 5 a 17 años de edad la cifra brinca hasta el 41,1 por ciento de esta franja etaria. Los observadores señalan que las cifras muestran por si solas la gravedad de un problema que también afecta al resto de la población argentina.
Los porcentajes mencionados que hablan de un fenómeno de malnutrición van de la mano con el aumento del consumo de golosinas y gaseosas, la disminución de la ingesta de frutas y verduras, así como de la no realización de actividades físicas, según dijeron los expertos.
En el caso de los más jóvenes, una investigadora de la Fundación Interamericana del Corazón aseguró que “el problema más grave de malnutrición en los niños, niñas y adolescentes en nuestro país es el exceso de peso, donde incluimos al sobrepeso y a la obesidad”.
Según la investigadora de esa función, sólo el 6 por ciento de la población cumple con la recomendación de consumir cinco porciones de frutas y verduras por día, y durante la pandemia se profundizó más esta problemática. Durante los primeros tiempos de la cuarentena, por ejemplo, una investigación del Conicet evaluó los cambios de hábitos alimentarios de la población, y demostró un aumento en el consumo de productos como golosinas, de gaseosas y de bebidas alcohólicas, mientras que se redujo aún más la ingesta de las frutas y las verduras.
Sin embargo, un estudio realizado entre pacientes niños y adolescentes, mostró que no se manifiestan cambios favorables respecto de la ingesta de vegetales ni frutas, y por el contrario los alimentos que más se ingieren son en su mayoría papas fritas, carnes rojas y bebidas azucaradas.
En cuanto a las actividades físicas, lo cierto es que en los últimos años muchas fuentes médicas han venido expresando que en las nuevas generaciones están cayendo en desuso prácticas tales como andar en bicicleta, correr o participar en distintos deportes. Y que, en reemplazo de esas actividades, muchos chicos no sólo permanecen muchas horas frente a la televisión o ante las pantallas de Internet, sino que a ello debe sumársele el auge de juegos como la Play Station que los mantiene sentados en un sillón durante todas las horas de ocio. Tales situaciones se acentuaron notablemente en los nueve meses que van la pandemia.
También debe tenerse en cuenta el incremento del consumo de productos con altos contenidos de grasa y azúcares, entre ellos las golosinas, los snack, las galletitas, los jugos artificiales y las gaseosas, convertidos en alimentos favoritos de niños y adolescentes, en lugar de consumir productos naturales y frescos.
La mala alimentación, el consumo excesivo de comidas ricas en hidratos y carbonos, la adicción a las golosinas y a las llamadas comidas basura, así como el sedentarismo influyen decisivamente, junto a los factores genéticos, en la propagación de la obesidad.
En ese contexto preocupante se conocieron ahora informes médicos indicativos de que cada vez más chicos tienen colesterol alto, como consecuencia de la mala alimentación y el sedentarismo. Especialistas médicos concluyeron que al realizarse últimamente un trabajo de detección selectiva, se encuentran muchos diagnósticos de hipercoleterolemia en niños que presentan sobrepeso y obesidad.
Como en tantas otras enfermedades, resulta necesario que se promuevan -especialmente desde los ámbitos oficiales de salud- distintos programas de prevención así como también intensas campañas de concientización en la población. Básicamente, tal como lo indican los especialistas, hacen falta más lugares que puedan destinarse al tratamiento de los chicos, impulsándolos a realizar actividades físicas y a desarrollar una vida más sana que la que llevan. Tal como señaló una especialista, el tratamiento de los menores se estructura sobre dos pilares: la dieta y la actividad física.
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