“Quiero justicia, que paguen todos y que nunca más se haga una cuadrera”
Edición Impresa | 23 de Diciembre de 2020 | 01:57

Martes, sábados y domingos. Siempre cerca de la Ciudad y con centenares de espectadores. Las cuadreras, esa especie de circo itinerante de carreras de caballos clandestinas que tiene sedes relámpago en campos y calles periféricas, no estaba entre las prioridades de Carlos “Mili” Giménez (34). Eso, hasta que un día se le ocurrió una idea que se acercaba a los gustos por la actividad hípica de algunos familiares, entre ellos su padre y su hermano. “Corrió ese día porque quería ganar una carrera. Quería darse el último gusto”, le contó a este diario Jaquelina Duarte, la mujer que acompañó a “Mili” durante más de diez años, en una familia donde también hay dos hijos menores.
Según la mujer, Giménez alguna vez tuvo vínculo con la actividad pero ya era un rastro viejo hasta que decidió comprar un caballo y ponerlo en la pista, con un jinete.
El domingo a media tarde en la pista improvisada en 155 y 81, Los Hornos, había cumplido el sueño pero la alegría devino en locura homicida cuando iba camino a un acoplado, a poner en descanso al animal que tan feliz lo había hecho.
Según denuncia la familia del hombre e investiga la Policía y la Justicia, murió apuñalado en lo que se habría iniciado como una discusión por el resultado de esa carrera.
“Quiero justicia, que paguen todos y que nunca más se haga una cuadrera”, reclamó Duarte.
Los investigadores exponen dificultades para dar con testigos y responsables. Lo asignan a la trama de ilegalidad que, según sostienen, rodea a la actividad.
Las cuadreras son carreras de caballo en un formato antiguo, “de campo”. Hay pruebas de tiro de carros y carreras de hasta cinco jinetes. La extensión no supera los 500 metros y la línea de largada depende, según Duarte, de la plata: “todo es por apuestas y a veces superan los 500 mil pesos”, dijo.
Eso, adentro de la “cancha”. Para ponerse al lado, hay que pagar entre 400 y 500 pesos de entrada, contaron en la familia de Giménez.
Por reunión, se calcula que pueden ir hasta mil personas. A ese medio millón de boletería y el movimiento de apuestas, se suman una cantina, los vuelos de la taba, los dados y las cartas.
Según indicaron a este diario fuentes de la investigación, nada de eso está autorizado. Tampoco, las carreras.
Sin embargo, según Duarte, todo está a la vista. “Se corre martes, sábados y domingos. Se hace en distintos lugares. Uno es la calle 90”, denunció.
La versión choca con un dato que se había recogido en la pesquisa policial: que la carrera del domingo era la primera en diez meses, por la pandemia.
Las carreras, contó la mujer, se hacen sin medidas de seguridad. “Ni alambrado hay. Hace poco un caballo chocó a un nene”, indicó.
En la jornada de la tragedia, “no había ambulancias ni un patrullero”, lamentó Duarte. Era imposible eso porque la carrera nunca estuvo autorizada.
La organización correspondería habitualmente a un mismo equipo de personas, según señalaron familiares de “Mili”.
El domingo, el hombre paró en su tarea como vendedor ambulante de huevos y se fue para Los Hornos junto con su pareja.
Hizo correr a su caballo y luego vino el cruce fatal: “mi marido ganó la carrera. El que perdió se quejó y fue a ver el foto chat”, recordó Duarte sobre una máquina que, como en el hipódromo retrata el cruce de la línea. “Entonces, como esta gente hizo problemas, dieron un empate. Mi marido dijo `no me van a robar una carrera´y se fue a subir el caballo, pero volvió y lo agarraron entre varios a puñaladas. Salió corriendo porque no le gustaban las peleas”, contó.
Giménez fue trasladado por sus allegados a la Unidad de Pronta Atención (UPA) de Los Hornos y de allí al San Juan de Dios, donde murió por el daño de una puñalada.
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