El “Gran hermano” generalizado

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Belén Zubillaga

Psicoanalista

Hace apenas un año, respondía para este mismo diario a la cuestión de si atender o no virtualmente a nuestros pacientes. Fui tajante en esa ocasión: “salvo excepciones”, ya que para el psicoanálisis la presencia del cuerpo es imprescindible.

La excepción llegó para quedarse y para todos de modo imprevisto, modificándonos la vida. Nadie puede salir de su casa ya que de eso depende seguir vivo.

La medida sanitaria de aislamiento obligatorio vuelve imposible el encuentro de los cuerpos forzándonos a reinventar nuestra práctica de manera indeterminada.

Frente a este real la experiencia virtual, se vuelve la única alternativa, para atemperar la angustia y los efectos mortíferos que la pandemia ocasiona en cada sujeto aquí y en el resto del mundo.

Cada uno en su singularidad ha perdido la satisfacción que encontraba en lo que hacía por fuera de su hogar, quedando sin pedirlo en una especie de “Gran Hermano” generalizado.

Queda atrás -no sabemos hasta cuando- el hiperconsumo frenético y el acceso a casi todo que él promete, limitando los goces imperativamente.

Los cuerpos en soledad, o en convivencia forzada, pasan del aburrimiento a la agitación, pasando por la hiperconexión autoerótica.

Para algunos es un alivio dejar de salir de la casa y para otros produce la asfixia del encierro. Sumado que el semejante se ha vuelto enemigo contagioso y letal.

El lazo analítico frente a esta amenaza de ruptura del lazo social y sus efectos de fragmentación, puede en alguna medida pacificar los efectos de la pulsión de muerte que este acontecimiento desata.

Nadie será el mismo luego de este traumatismo, habrá que recuperar lo que se pueda y sino duelar lo irrecuperable.

Más que nunca será la invención, la que nos permita acceder a cada uno a un plus de vida.

 

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