Me gustan los días de lluvia porque me siento menos solo.

El agua cae y es como si el cielo llorara sobre los edificios y las calles.

Cuando veo la lluvia azotando mi ventana me quedo quieto y escucho, como si fuera una piedra o una planta.

Después, abro la puerta y salgo a caminar. Doy vueltas bajo el agua por la ciudad vacía. Nunca llevo paraguas.

A veces canto bajo la lluvia, y es como una felicidad que me invade.

Algo parecido a la alegría, como una euforia que me llena el alma.

Después regreso caminando despacio a mi casa donde me aguardará otra tarde, otra lluvia, otra esperanza.

 

Texto Marco Andrés Quelas
Foto Leandro Pacheco

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