Perú: 100 días de cuarentena sin poder frenar la pandemia
Edición Impresa | 24 de Junio de 2020 | 02:38

Fernando Gimeno
Analista de EFE
Lima
Perú, el primer país de Latinoamérica en decretar la cuarentena nacional y obligatoria para frenar la expansión de la COVID-19, cumplió ayer 100 días de confinamiento, instalado como el sexto país del mundo con más casos confirmados, con más de 257.000 y más de 8.200 fallecidos.
El confinamiento comenzó el 16 de marzo cuando apenas había registrados 71 casos, lo que hizo de Perú uno de los países más precavidos, con una reacción muy anterior a la de otros como Italia, España y el Reino Unido. Sin embargo, el virus siguió propagándose a una velocidad mayor a las previsiones iniciales, haciendo que tanto peruanos como extranjeros se pregunten el porqué de esta situación.
Si bien la cuarentena ha servido para evitar unas 100.000 muertes y 900.000 contagios, según los cálculos del Centro Nacional de Epidemiología, la efectividad del aislamiento pudo ser mayor de no haber sido por circunstancias que restaron poder a esta medida de emergencia.
Los mercados, uno de los pocos sitios a los que estaba permitido salir bajo las estrictas condiciones, se convirtieron en focos de contagio al concentrar enormes aglomeraciones. Tras 45 días de operación en los mercados casi sin medidas de seguridad, el Gobierno comenzó a hacer pruebas rápidas y saltó la alarma. El Mercado de Frutas de Lima, tenía al 80 por ciento de sus vendedores infectados. “Vas a comprar y te llevas el COVID-19 de ‘yapa’”, advirtió el presidente, Martín Vizcarra. Tampoco ayudó la polémica norma de segregar la salida a la calle de hombres y mujeres en días alternos, lo que daba a lugar a masivas concentraciones en los días reservados para las mujeres.
También los medios de transporte sufrieron aglomeraciones, especialmente en las horas pico.
Con 10 millones de habitantes y solo una línea de metro, las pocas líneas formales de autobuses urbanos también se volvieron puntos calientes y móviles de propagación para el virus.
En esas redes de transporte no se comenzaron a hacer pruebas hasta finales de mayo, cuando se reveló que entre 25 % y 43 % de los viajeros del Metro de Lima dieron positivo a estos análisis, mientras que en el Metropolitano, una red de autobuses con carril segregado, la tasa de positivos fue de entre el 13 % y 15 % de los usuarios.
Consciente de que prácticamente el 70 % de la población económicamente activa trabaja de manera informal y vive de lo que gana en el día a día, el Gobierno lanzó un programa de subvenciones y bonos para los hogares más pobres.
Sin embargo, esas ayudas acabaron por generar más contagios, pues causaron grandes aglomeraciones en las oficinas bancarias para cobrarlas, ya que muchas de estas familias no poseen cuentas bancarias y debían recibir el dinero en efectivo.
También se propagó el coronavirus durante la entrega de canastas de alimentos básicos que estaba a cargo de los alcaldes, lo que afectó a poblaciones vulnerables como comunidades indígenas.
A medida que el confinamiento se alargaba, muchas familias se quedaron sin recursos y comenzaron a migrar desde Lima hacia sus regiones de origen, pese a la prohibición de los transporte interprovinciales.
Pese a que el Gobierno trató de controlar a esos grandes grupos con pruebas rápidas no evitó que en algunos casos el virus llegara a zonas remotas donde hasta entonces no estaba presente.
Las autoridades facilitaron establecimientos para que estos viajeros pudieran cumplir una cuarentena obligatoria para evitar contagios, pero en muchos casos ese aislamiento no se cumplió.
A partir de mayo la situación económica se volvió insostenible para una mayoría. Tácitamente, el confinamiento quedó levantado en zonas de Lima, cuyas calles se inundaron de vendedores ambulantes, lo que obligó al Gobierno a autorizar la apertura de los negocios formales para evitar que continuaran en las calles. Más allá de esto, casi desde el mismo inicio de la cuarentena, la población desacató masivamente las órdenes de confinamiento en algunas regiones como la norteña Piura y la amazónica Loreto, que han sido después de Lima las más golpeadas por la pandemia.
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