MILAGROS

Y un día te das cuenta que sí, que los milagros existen.

La mesa servida, la sonrisa de un niño, la dócil caricia a un animal dormido, la posibilidad de aprender a desandar viejos caminos.

Caminaste bajo el sol cruel de un desierto que no prometía ningún oasis.

Pero buscaste.

Allí está la vieja habitación de tu infancia, allí los pocos e inolvidables días felices que tu memoria guarda, allí el recuerdo de un viejo amor.

Te preguntaste si todo eso tenía un sentido, un hilo conector, una razón, aunque fuera nimia, que oficiara como redención de los días que se fueron.

Y seguiste arrastrando las cosas que tejiste en el pasado, y los momentos y los lugares en los que fuiste uno con el mundo se congelaron en una imagen familiar, como si fuera una vieja fotografía que te interrogaba y esperaba silenciosa una respuesta de tu parte.

 

Texto Marco Andrés Quelas
Foto Leandro Pacheco

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