Pedro Florencio Alcántara

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Defensor de proyectos que contemplaran la explotación del suelo y el cuidado de los recursos naturales a la vez, apasionado docente, y reconocido en el mundo del rugby local, la pérdida del geólogo Pedro Florencio Alcántara deja un profundo vacío en los distintos círculos donde se destacó.

Hijo de Florencio Alcántara y Dora Brígida Larcón, nació en La Plata el 22 de marzo de 1942. Tuvo dos hermanas, Mirian y Dora, con quienes desde pequeño pasó veranos en el paraje cordobés de Cañada del Río Pinto, lugar que solía traer a la memoria.

Tras egresar de su recordado Colegio Nacional estudió en la facultad de Ciencias Naturales de la UNLP, donde obtuvo el título de licenciado en Geología.

Desarrolló una carrera vinculada a la producción de conocimiento geológico minero y ambiental, necesario, como señalaba con firme convicción, para promover el desarrollo sostenible de los recursos naturales no renovables del país.

Asumió distintas funciones: mientras en 1972 trabajaba en el plan de Exploración NOA, en Tucumán, fue designado jefe de la subsede del Plan Patagonia Comahue Geológico Minero; luego se lo nombró jefe de la delegación Comodoro Rivadavia, a cargo también de la subsede de Gobernador Gregores; permaneció en esa ciudad hasta 1987 y retomó entonces a la sede central del Servicio Geológico Minero Argentino (SEGEMAR), donde finalmente fue secretario Ejecutivo -2002 a 2015-.

Publicó diversos artículos científicos relacionados con la prospección y exploración de recursos minerales; y participó en programas de cooperación internacional.

Cumplió el anhelo de formar a las nuevas generaciones como profesor titular de la cátedra de Geología Económica de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, donde fue, asimismo, decano normalizador -1984-.

Su vida estuvo ligada al rugby. Integró el equipo del Club Universitario que se consagró campeón de tercera clasificación en 1964. En ese ambiente conoció Liliana Velázquez, con quién se casó en 1969 y fue su amorosa compañera hasta sus últimos días.

También acompañó fervientemente las campañas del club Los Tilos, al que adoptó como propio a partir de la participación de uno de sus hijos como jugador de la entidad.

Se proyectó en tres hijos, María Eugenia, Agustín y Ezequiel, a quienes acompañó con entusiasmo en el desarrollo de sus profesiones; y tuvo seis nietos.

 

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