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Espectáculos |EL FINAL DE UNA ÉPOCA

Olivia de Havilland: adiós a la última diva de la era de oro del cine, que se enfrentó a la industria y ganó

La actriz murió ayer, a los 104 años de edad. Fue la emblemática Melanie de “Lo que el viento se llevó”, pero también mucho más

Olivia de Havilland: adiós a la última diva de la era de oro del cine, que se enfrentó a la industria y ganó

Olivia de Havilland en la piel de Melanie, en “Lo que el viento se llevó”

27 de Julio de 2020 | 02:46
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Con la estrella de Olivia de Havilland se termina de apagar una era: la era dorada de Hollywood pierde a su última diva, ganadora de dos premios Oscar y dos Globos de Oro pero recordada por siempre por su papel como la inolvidable Melanie en “Lo que el viento se llevó”.

La actriz, nacida en Tokio el 1º de julio de 1916 e hija de padres británicos, murió ayer, a los 104, en París: era la última intérprete viva de “Lo que el viento se llevó”, la gran adaptación a la gran pantalla de la novela del mismo nombre de Margaret Mitchell, y es igualmente la última estrella en apagarse de la época del blanco y negro de los años treinta y cuarenta.

De Havilland llegó a Hollywood tras la separación de sus padres: su madre se mudó a California y se la llevó con ella. Una década y media después, sería la primera de las dos hermanas de la familia en lanzarse al cine, mientras que Joan volvió a vivir a Japón durante dos años junto a su padre.

Olivia hizo su debut en la pantalla en 1935 en el papel de Herminia de “Sueño de una noche de verano” en la adaptación del director Max Reinhardt. Fue contratada por siete años por Warner, a quien acusó de limitarla a papeles de pareja de Errol Flynn, en películas ligeras de Michael Curtiz como “El capitán Blood” (1936). Gracias a Warner, que acepta “prestarla”, el año 1939 marcará su ascensión al firmamento de Hollywood, cuando Victor Fleming la escoge para “Lo que el viento se llevó” en el rol de la noble y sufrida Melanie, compartiendo el cartel junto a Vivien Leigh y Clark Gable.

DE ARMAS LLEVAR

La ganadora de dos Oscar a mejor actriz -por “La vida íntima de Julia Norris” (Mitchell Leisen, 1946) y “La heredera” (William Wyle, 1949)- es indisociable de esa cinta, estrenada en 1939 galardonada con diez Oscar, incluido el de mejor película y mejor director (1939), y uno de los mayores éxitos comerciales de la historia del séptimo arte, que le valió a Olivia de Havilland una nominación a mejor actriz secundaria.

Con su frente alta, sus ojos de cierva y su modales distinguidos, fue limitada a papeles de joven ingenua en los años 30 del siglo pasado, en películas de aventuras junto a Errol Flynn, antes de obtener roles de carácter que la convirtieron en una estrella.

Pero ese cambio en su carrera no se dio por arte de magia: no muchos cinéfilos saben que Olivia de Havilland fue la responsable de un cambio radical en el Hollywood de los grandes estudios. Ella forzó su propia suerte cuando, en los años 40, se cansó de las abusivas condiciones laborales a las que estaban sometidos los actores y actrices en aquella época dorada de Hollywood y se enfrentó con el poderoso estudio Warner Bros.

“Creí que ‘Lo que el viento se llevó’ sería recordada durante cinco años, y ha durado más de 70 años, hasta un nuevo milenio”

Olivia de Havilland

 

De Havilland reclamó a Warner Bros. que le dieran acceso a otro tipo de personajes, pero el estudio respondió dejándola sin empleo y sueldo. Por miedo a más represalias judiciales, ninguna otra compañía se atrevió a ofrecerle trabajo y la actriz estuvo tres años sin aparecer en ningún filme hasta que venció en los tribunales. Y eso que por aquella época, ya tenía títulos en su haber como “Las aventuras de Robin Hood” o “Lo que el viento se llevó”.

La actriz demandó a Warner. Y el juez comparó la práctica con servidumbre: Olivia obtuvo así una victoria que sentó jurisprudencia en la defensa de los derechos de los actores.

En declaraciones al diario británico The Independent en 2009, la actriz aseguró que se sintió “una estrella, pero también una esclava” de Hollywood. “Todos en Hollywood creían que perdería, pero yo estaba segura de ganar. Había leído la ley y sabía que lo que hacían los estudios estaba mal”, afirmó.

Tras recuperar su libertad artística, la actriz vivió sus años más inspirados. Ganó el Óscar a la mejor actriz protagonista por “Lágrimas de una madre” (1946), fue nominada por “Nido de víboras” (1948) y volvió a lograr la estatuilla con “La heredera” (1949). Y trabajó en numerosas cintas donde mostró su gran rango actoral, trabajando con actores como Richard Burton, Bette Davis, Joseph Cotten, Liv Ullman, Jack Lemmon o Christoper Lee.

EL RETIRO

Pero, a partir de los años 50 comenzó a alejarse, progresivamente, del mundo del cine y se mudó a París, donde se casó con el periodista francés Pierre Galante, su segundo esposo tras el novelista norteamericano Marcus Goodrich. Aunque De Havilland y Galante se divorciaron en 1979, fueron muy amigos hasta la muerte de él, a causa de un cáncer, en 1998.

Desde que en 1952 protagonizó “Mi prima Rachel”, sus apariciones en cine disminuyeron, aunque continuó actuando en teatro y televisión. Su último papel en el cine fue en “The Fifth Musketeer” (1979), aunque en televisión llegó a trabajar un poco más, siempre esporádicamente: de sus actuaciones en la pequeña pantalla destaca “Anastasia: The Mystery of Anna” (1987), interpretación por la que ganó el Globo de Oro a mejor actriz de televisión. Además actuó en series tan conocidas como “Roots” y “North and South”. Su último trabajo en el medio fue “The Woman He Loved” (1988).

El retiro la convirtió con el paso del tiempo en una ciudadana anónima, lejos de las presiones del mundo del cine. Ella disfrutaba del hecho de ser una extraña entre los franceses, como recordaba en su libro de memorias. Su proverbial huida del mundo, que ha hecho que mucha gente haya descubierto ayer que seguía viva, ya quedaba clara en “Every Frenchman has one”. Entonces decidió titular su primer capítulo: “No estoy en absoluto segura de que sepáis que estoy viva”. Fantástica ironía, teniendo en cuenta que escribió el libro... ¡en 1962!.

LA PELEA

De Havilland murió ayer, sobreviviendo siete años a su hermana, quien algunos años más tarde que ella se introdujo en el mundo de la actuación: Joan Fontaine, que llegaría a trabajar con Hitchcock en “Rebeca” y “Sospecha”, tuvo que cambiarse el nombre porque su madre prefería que fuera su hermana la que usara el apellido familiar, plantando así la semilla de una pelea entre hermanas que duró toda la vida. Cuando Joan murió, llevaban cuatro décadas sin dirigirse la palabra.

Su relación les valió el calificativo de “hermanas enemigas” del cine, que tuvo un episodio clave en sus biografías cuando ambas estuvieron nominadas al Oscar, en 1942. De Havilland lo intentaba por segunda vez con “Hold Back the Dawn” -dos años antes se fue de vacío pese a optar al premio por su mítica Melanie-, pero perdió frente a su hermana, que lo ganó por “Sospecha”.

Pero la rivalidad venía de la infancia. Cuando Olivia tenía nueve años, redactó un testamento en el que decía: “Le dejo toda mi belleza a mi hermana pequeña Joan, ya que ella no tiene ninguna”.

De Havilland, ganadora de dos Oscar, combatió el sistema -y ganó- en la década del 40

 

 

Unos problemas que se vieron reflejados en la serie “Feud”, donde hay una escena en la que De Havilland llamaba “puta” a su hermana, algo que negó en la posterior demanda contra FX. De Havilland sostuvo en su acusación que ese “ofensivo término” iba en contra de su reputación de “buenos modales, clase y amabilidad”. De Havilland llegó incluso a demandar a la cadena FX por el retrato poco halagador que le hicieron en la serie “Feud”, donde se la ve insultar a su hermana.

En 2016, cuando cumplió cien años, concedió algunas entrevistas, aunque vía correo electrónico. No tuvo reparos en llamar “Lady Dragón” a su hermana y aseguró que el secreto de su longevidad estaba en “el amor, las risas y el aprendizaje”.

En aquellas entrevistas, sus últimas palabras a los medios, también habló de su película más recordada, “Lo que el viento se llevó” y aseguró que fue su papel, el de Melania, el que siempre le interesó, y no el de Scarlett O’Hara que anhelaban la mayoría de las actrices de aquella época: “Creí que ‘Lo que el viento se llevó’ sería recordada durante cinco años, y ha durado más de 70 años, hasta un nuevo milenio. Hay un lugar especial en mi corazón para esa película y para Melania”.

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