Lidia Fernández

Lidia Fernández de Hernández fue una incansable luchadora por el bienestar infantil y, dueña de un espíritu cálido y solidario, volcó ese interés por los chicos primero como maestra jardinera y luego en la Casa del Niño Encuentro de City Bell, espacio que co-fundó, dirigió y para el que colaboró durante más de 30 años. Su fallecimiento deja un gran vacío no sólo entre su entrañable familia y sus queridos amigos sino también en aquellos ámbitos donde queda la marca de su obra.

Había nacido en Trelew, provincia de Chubut, el 21 de diciembre de 1945. A su padre, el marino Arnoldo Fernández, platense, le había tocado la base naval de esa ciudad como destino. Allí conoció a Carmen San Cristóbal. Se casaron y el matrimonio tuvo a Lidia. Durante un tiempo la familia residió en distintas regiones del país hasta que finalmente llegó a esta ciudad y se instaló para siempre. Aquí nació su hermano Rubén.

Completó la primaria en la Escuela 10 y la secundaria en el Liceo Víctor Mercante. Contrajo enlace con el ingeniero químico Saúl Hernández apenas egresó; tuvo a sus hijos, María Laura y Juan Pablo; y se dedicó durante un tiempo casi en exclusividad a la atención del hogar.

Pero un carácter inquieto y un afán de superarse a sí misma la llevaron a capacitarse como maestra jardinera y obtuvo el título de la especialidad en el Instituto Terrero. Como vivía en City Bell y tenía una relación estrecha con el padre José Dardi (sacerdote muy querido y valorado en la comunidad a partir de su trabajo parroquial en el Sagrado Corazón de Jesús de esa localidad) ingresó con un cargo de directora al entonces Jardín de Infantes “Egle Tedeschi”, que funcionaba bajo las directivas del religioso.

En City Bell vivió 25 años y luego se mudó junto a su marido a un departamento céntrico. Tanto cuando se afincó en la zona de veredas de árboles y cercos verdes de la localidad del norte de la Ciudad como en sus últimos años en un edificio dentro del casco platense fue una anfitriona inigualable. Disfrutaba de recibir gente en su casa, matrimonios con los que compartían reuniones y salidas y amigos también de sus hijos.

La Casa del Niño Encuentro le debe una buena parte de la iniciativa y de su valioso aporte por décadas, pues se entregó por entero a la institución.

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Otro motivo de satisfacción lo constituyó el vínculo con sus nietos Santiago, Renata, Francisco y Salvador, fuente, todos, de un profundo amor.