Cómo tomar buenas decisiones en la mesa
Edición Impresa | 23 de Agosto de 2020 | 05:26

El sistema sensorial ayuda al ser humano a proveerse de lo que necesita para su nutrición pero en tiempos de la producción industrial de alimentos, los sobreestímulos a menudo atrofian las capacidades sensoriales del hombre en relación con la regulación de su apetito.
“Dicho de forma exagerada: en los países desarrollados, hoy en día, hay que proteger al ser humano de la omnipresente disponibilidad de alimentos”, explica Hans Hauner, director del centro de Medicina Nutricional Else Kröner-Fresenius de la Universidad Técnica de Múnich.
Cuando se ingieren alimentos con un alto contenido en azúcar y grasas, como chocolate o papas fritas, el cerebro libera dopamina- al igual que cuando se consumen estupefacientes-. De ahí el éxito de estos productos y de que se tienda a comerlos independientemente de si se tiene o no hambre.
Los antiguos patrones de comportamiento también influyen en nuestros hábitos. Por ejemplo, en general, cuando se es niño los dulces gustan porque conllevan una provisión casi inminente de energía y la sensación de dulzura en la boca genera seguridad.
Según Hauner, esa percepción permanece en nosotros e influye a la hora de tomar decisiones sobre lo que consumimos como adultos.
En este sentido el cerebro del hombre preneolítico -antes de que el ser humano se asentara y comenzase a cultivar y a criar ganado- funcionaba de forma muy parecida. “El genoma humano evoluciona de forma extremadamente lenta”, indica.
Independientemente de si preparó uno mismo la vianda o de si se come solo o acompañado, es importante sentarse y poner atención consciente en el acto de comer.
Los jugos gástricos son liberados óptimamente en estado tranquilo, no cuando se engulle o se come a todo correr, explican los especialistas y desaconsejan engullir delante de la computadora, consultando el teléfono celular o caminando.
Los expertos recomiendan que cuando se coma en grupo o en familia el ambiente sea relajado.
Hay estudios que confirman que comer junto a otras personas tiene efectos positivos. Por ejemplo, en el caso de ancianos que viven solos, a menudo comen más y de forma más sana y equilibrada cuando lo hacen en grupo.
Un factor importante que a menudo olvidamos es la rapidez con la que ingerimos los alimentos. “Cuando el hombre en la Edad de Piedra se alimentaba de plantas y bayas las masticaba durante muchísimo tiempo”, indica Hauner. (DPA)
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