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Para no terminar mal el domingo, el texto que armé para la Supertransmi por la vuelta de los hinchas. Espero que les guste.

“¡¿Que taller ni que trabajo?! ¿Y los colores? ¿Y el club? ¿Para qué trabaja uno si no es para ir el domingo a romperse los pulmones en la tribuna hinchando por un ideal? ¡¿O es que eso no vale nada?!”

“¿Qué sería de un club sin el hincha? ¡una bolsa vacia! El hincha es el alma de los colores, es el que no se ve, ese que da todo sin esperar nada, ese es el hincha… ese soy yo”.

De Discepolín a Eduardo Galeano:

Flamean las banderas, suenan las matracas, los cohetes, los tambores, llueven las serpientes y el papel picado; la ciudad desaparece, la rutina se olvida, sólo existe el templo.

En este espacio sagrado, la única religión que no tiene ateos exhibe a sus divinidades. Aunque el hincha puede contemplar el milagro, más cómodamente, en la pantalla de la tele, prefiere emprender la peregrinación hacia este lugar donde puede ver en carne y hueso a sus ángeles, batiéndose a duelo contra los demonios de turno.

Ahí están. Ahí vienen. Don Saturnino los recibe. Llega él, con el pelo engominado, no se sabe si viene de Cleveland o de Jacinto Arauz. Dardo Cotignola le dice “lo estábamos esperando” pero el Dr sabe que nunca se fue, que su corazón siempre se quedó acá. Pasa apurado hacia el alambrado “Dale Dale”. El Loco Tabbia tiene la fiesta en la tribuna preparada; sus lugartenientes están listos: Uno, morocho y con pasamontañas,  enciende en sueños la vigilia. El otro, entre amuletos y talismanes su destino desafió. El Topo Sanguinetti cerró la veterinaria y se abraza con el Ronco (tanto tiempo sin verse) que fumando espera emocionado porque hoy va a conocer a su nieta Sarita, la hija de Malena. Y la espera en su tribuna porque quiere contarle una historia de cemento y alma.

Pincel en mano, Walter Lemejis charla con Carlitos Valledor sobre hacer y hacer, mientras Luis Díaz mira orgulloso. Carlitos Galliani está junto a la pileta y se cruza con Hugo, que va a ver a sus mellizos como toda la vida. Olivia posa junto al equipo, una vez más. Mientras, en la puerta, Walter pide moneditas y el Tano llega con la bolsa de papelitos, acompañado por Osvaldito. Marito Díaz, Alicia Casamiquela y Alejo García Pintos emocionan y se emocionan por y para el Lobo. Walter Tejedor, el amigo de todos, los abraza. Y más allá el negro Curell, que recién bajó del barco que lo trajo de Europa,se junta con los Bayo, el gallego Rosl, Toscano Roselii y Chirola. Sienten lo mismo, unidos por un hilo invisible.

¿Qué me dicen? ¿Qué no se juega en el Bosque? Ya sé. Aunque circunstancialmente juegue en otro lado, Gimnasia es Bosque. Aunque no tiene olor a Bosque: el Bosque huele a Gimnasia, a Lobo, a tripas.

Están todos. Ricos y pobres. Prohombres y malandrines. Hinchas. Por encima de todo, TRIPEROS.

Volvieron. Para Siempre.

Ahora sí, el fútbol vuelve a ser fútbol.

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