Felipe Polleri: perder la cabeza, ganar otras cosas
Edición Impresa | 5 de Diciembre de 2021 | 06:41

Por ULISES CREMONTE
“Gran ensayo sobre Baudelaire” comienza con la palabra soñé. Más adelante se lee “me desperté” y un par de páginas después vuelve a caer en los brazos de Morfeo, siempre aplicando la llave nominal del verbo soñar en pretérito. Aunque esta cadencia de sube y baja no inaugura una novela onírica, ni un juego híbrido entre vigilias y ensoñaciones. No. Felipe Polleri toma un camino diferente, parece convencido de que cada suceso, por extraño o nebuloso que sea, debe presentarse bajo la firme espesura de lo real. Trabaja el absurdo, en su herencia más Beckettiana, lo cual implica respetar a los personajes, no ridiculizarlos, aún cuando puedan vivir una situación que, bajo los mandatos clásicos, podría sonar ridícula o imposible.
En la primera parte de la novela, el circuito ofrece un abanico constante de situaciones diversas, desde las promesas de los más variados castigos hasta la evocación de una fábula y de un autor: Baudelaire. Su presencia es satelital y por lo tanto constante. Funciona como un interlocutor que dice cosas, pero también como un fantasma posible, o el personaje de un libro escrito por el narrador. Un mecanismo con un sistema de validación único: la palabra se presenta como verdadera. Y le creemos, porque alcanza con leer un párrafo para que el ingreso a esa constelación nos envuelva bajo sus leyes. Leyes que implican, por ejemplo, un cambio en el punto de vista. Bajo este nuevo imperio el escritor maldito cobra mayor presencia, al menos en su dimensión biográfica. Allí Polleri esparce migajas de la vida del francés. No podían faltar las referencias a su madre, la internación, la sífilis o las fallidas conferencias a las que, según cuentan los especialistas, nadie o casi nadie asistió.
También hay una cabeza. Una cabeza que se pierde. Va y viene en el relato. Perder la cabeza o perder el juicio. Dos expresiones que remiten a lo mismo y que Baudelaire supo abrazar de manera literal. Al menos en lo que al juicio se refiere, porque fue imputado de inmoral. Eran épocas de la República, donde el fiscal Ernest Pinard funcionaba como un malo de manual, que no se ruborizaba al tratar a Madame Bovary de adúltera. Si a Flaubert no lo condenaron, a Baudelaire, sí. Lo acusaron de “excitación de los sentidos mediante un realismo grosero y ofensivo para el pudor”. Si algo une aquella sentencia con este libro es justamente eso que Pinard llamó “realismo grosero”, pero acá lo grosero no estaría vinculado al abandono de las buenas costumbres, sino a cierta falta de respeto, una fractura en el verosímil, la pérdida de la “fineza de las convenciones literarias”. Polleri (también) pierde la cabeza, para ganar otras cosas.
“Gran ensayo sobre Baudelaire” es el segundo libro del uruguayo que se publica en la Argentina, esta vez bajo el sello de la editorial platense Club Hem, que, en los últimos dos o tres años, supo afinar el lápiz y trazar un perfil bien definido, buceando en los márgenes y creando uno de los catálogos más inquietantes del mercado literario nacional. La incorporación de Felipe Polleri abre fronteras, justamente porque su obra funciona de manera expansiva, no cierra el sentido, sino que lo hace estallar. Disfruten de sus esquirlas, coloquen el cuello en la guillotina y pierdan la cabeza. Van a sentir el cuerpo más liviano.
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