La escuela, ante el desafío de revincular, cuidar la salud y achicar desigualdades

Especialistas afirman que en la vuelta se verán aulas muy heterogéneas, en las cuales uno de los retos será la nivelación de saberes. Advierten por la salud mental del alumno y la reconstrucción de las rutinas familiares

Edición Impresa

Trescientos treinta y cinco días ya pasaron desde la última vez que millones de alumnos de todo el país pisaron un aula por última vez. Por eso la de este año no será una mera vuelta a clases; será un regreso a la escuela, ese espacio físico que, en tiempos de pandemia, resignificó su valor en tanto institución que reduce brechas y desigualdades sociales.

El regreso llegará cargado de nuevos conceptos: burbujas, reducción de aforos, sistemas híbridos que combinarán -y alternarán- presencia física y virtual, nuevos recreos, distancia social, higiene personal e institucional. Con estas y otras medidas preventivas, el sistema educativo argentino afrontará, en pocos días más, uno de sus más grandes desafíos: la vuelta al aula de 11,5 millones de chicos y adolescentes tras un año de ausencia obligada por la irrupción del COVID-19.

Retos que se suman a otros que el sistema arrastra desde hace años, como el de la infraestructura edilicia. Sin ir más lejos, está previsto comenzar el próximo miércoles con las actividades en las que convocarán a los estudiantes que tuvieron una continuidad pedagógica con dificultades en 2020. Pero en La Plata en apenas 11 establecimientos educativos públicos están dadas las condiciones sanitarias para volver al aula dentro de tres días. Y desde distintas escuelas los padres ya lanzan alertas advirtiendo que las condiciones edilicias no permitirían en marzo volver a la presencialidad -la Primaria 12 de City Bell, el Normal 1, una escuela de Etcheverry, entre otras-.

Con urgencia la escuela debe además intentar recuperar a los alumnos que, ya sea por razones sanitarias y/o socioeconómicas, no pudieron tomar contacto con su docente en la virtualidad. En La Plata se calculó que el 7,83 por ciento del total de los alumnos escolarizados no pudo mantener un contacto fluido con la escuela. O sea, unos 11.333 chicos: unos 2.606 no tuvo vínculo cotidiano con sus maestros, en tanto que unos 8.727 mantuvo una baja o nula devolución de tareas.

“Sin la escuela volvemos a la desigualdad de las familias, del barrio y del país; la escuela por su forma y su función es el lugar donde se puede pensar otra vida, otro destino y otro presente”

Carlos Skliar
Investigador Conicet

“Ir a la escuela y tomar clases no son sinónimos. La vuelta a la escuela es la vuelta de la comunidad a la vida pública y eso hace la diferencia”. La definición es de Carlos Skliar, investigador educativo del Conicet y de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) quien aseguró: “El año pasado sí hubo clases, lo que no hubo fue escuela. Se trabajó en el formato que se pudo, de manera precaria y con mucho esfuerzo que rozó la extenuación de los educadores y las familias, pero mostró la diferencia de que ir a la escuela y tomar clase no son sinónimos”.

Incluso enmarcado en un modelo híbrido de presencialidad y virtualidad, el inminente ciclo lectivo 2021 propiciará un reencuentro que servirá para que chicos, padres y docentes comiencen -o retomen- el trayecto de intercambio de saberes y experiencias en un espacio físico en el que los estudiantes construyen futuro y ponen en juego sus alegrías y sus frustraciones.

Con todo, uno de los principales e inmediatos desafíos será evaluar in situ el impacto de las ausencias.

Otro de los efectos de la pandemia fue mostrar las desigualdades que en educación ya existían antes de marzo del 2020. Y esta desigualdad se evidenció durante los nueve meses de aislamiento. Aquí los datos son reveladores. Según el sondeo realizado por la cartera educativa, sólo el 20 por ciento de los hogares contaba el año pasado con una computadora en el domicilio y sólo el 46 por ciento tenía un buen acceso a internet. El 30 por ciento que no tenía acceso a internet fija lo hacía a través del celular y el 3 por ciento no accedía. Con lo que en la vuelta a la escuela “se verán aulas muy heterogéneas, en las cuales el principal desafío será la nivelación de saberes”, coinciden los expertos.

“El impacto de la interrupción de las clases presenciales por la pandemia no sólo afecta los aprendizajes, sino a la protección de los derechos y bienestar de los chicos, sobre todo aquellos en situación de vulnerabilidad”

Luisa Brumana
Unicef

La excepcionalidad que experimentó no sólo el sistema educativo argentino y mundial -la Unesco calcula que 160 millones de alumnos quedaron sin ir a la escuela- abarca además la salud mental del alumno y la reconstrucción de las rutinas familiares, que será más compleja en medio de la pandemia.

Un estudio difundido por investigadores del Conicet da cuenta que es imprescindible, además de trabajar para que las desigualdades en términos de saberes y conocimientos no se sigan profundizando, ponderar en mayor medida la atención de las necesidades emocionales de los estudiantes, reforzando el vínculo de éstos y sus familias con la institución escolar, con el objeto de evitar el abandono escolar.

“El año pasado sí hubo clases, lo que no hubo fue escuela, se trabajó en el formato que se pudo”

 

EL IMPACTO EN LA SALUD MENTAL

Aburrimiento y bronca por no poder ver y jugar con amigos, miedo y la ambivalencia de querer volver a la escuela de forma presencial y refugiarse en sus casas fueron algunas de las experiencias de las niños en la pandemia. El médico pediatra Jorge Cabana, presidente de la subcomisión de los Derechos del Niño de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), consideró que el año pasado los chicos “perdieron el desarrollo de su personalidad en el encuentro con el otro”. Cabana apuntó la importancia de “poner en consideración lo que los chicos necesitan, porque es un elemento decisivo que puede generar salud o enfermedad a futuro”. “Muchos vivieron la experiencia como interesante al principio y luego aburrida, con dificultades para acceder, pero sobre todo para los más chicos fue complicado que le hablen a una pantalla, cuando lo que necesitan es encontrarse con otros”, admitió y agregó que “generó angustias no habituales en los chicos”.

“ESTADO ASAMBLEARIO”

Frente a este complejo escenario, el investigador Skliar aseguró que dada la excepcionalidad de la situación educativa es necesario crear “un estado asambleario” que involucre a todos los actores del sistema y “hablar entre todos” para que luego no se tenga que “ir y volver todo el tiempo” en las decisiones. “Los avances y los retrocesos” en este estado de excepción “es peor que el debate presencialidad-virtualidad”, destacó Skliar. Para el investigador, este tiempo de pandemia significó una resignificación del valor de la escuela como “institución esencial”. “Sin la escuela volvemos a la desigualdad de las familias, del barrio y del país; la escuela por su forma y su función es el lugar donde se puede pensar otra vida, otro destino y otro presente”, destacó.

Desde Unicef, médica cirujana, especializada en epidemiología Luisa Brumana destacó: “La interrupción uniforme de clases presenciales a nivel nacional debe evitarse en la medida de lo posible”.

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE