Se debe recobrar el pleno dominio de los espacios públicos de la Ciudad
Edición Impresa | 4 de Febrero de 2021 | 01:54

Cuando cualquier ciudad pierde noción de lo que significa un espacio público –es decir, todo lugar de uso común en donde cualquiera tiene el derecho de circular en paz, en donde su paso no debe verse restringido por ningún criterio de propiedad privada y, mucho menos, amenazada su integridad física- lo que se está permitiendo es que florezcan el libre arbitrio, la intimidación y en muchos casos la acciones extorsivas y violentas de algunas personas.
Por espacio público se entiende a las calles, plazas, paseos, rutas y distintas áreas de los edificios abiertos a la atención general, cuyas superficies sean de propiedad pública, tales como biliotecas u hospitales. Sin embargo, tales conceptos se pueden ver relativizados –y de hecho está ocurriendo en La Plata cada vez con mayor habitualidad- cuando esos principios básicos no se hacen cumplir. Por consiguiente, es responsabilidad esencial de los gobiernos recuperar el pleno uso de los espacios públicos.
El episodio ocurrido en las últimas horas en nuestra ciudad, en el que un trapito –uno más de los que habitualmente, en su condición de “espontáneos”, se hacen cargo de funciones que no le conciernen, como es la de regular el estacionamiento de vehículos- rayó el vehículo de una persona que se había negado a entregarle dinero a cambio de la custodia de su automóvil, es lamentablemente representativo de un estado de situación que debe ser revertido de inmediato. Ocurrió en la cuadra de 4 entre 51 y 53, pero puede pasar en cualquier calle o esquina de la Ciudad.
A grandes rasgos debe decirse que –al margen de que no pocas personas acuden a estas tareas informales por no contar con un trabajo fijo, como una manera de obtener ingresos y superar así sus penurias económicas- no existe justificación alguna para que algunos trapitos o limpiavidrios acudan a comportamientos violentos y extorsivos. Inexplicablemente, esto también sucede en zonas céntricas alcanzadas por el régimen de estacionamiento medido. Allí se estaría, valga la expresión, ante casos írritos de “doble imposición”: se le paga a la Comuna y también a los trapitos, estos últimos bajo tácita pena de “rayado”.
También debiera analizarse el fenómeno de que existen verdaderas organizaciones mafiosas –grupos de barrabravas que administran los espacios de estacionamiento- ocupadas en ejercer en forma sistemática este tipo de presiones para así aumentar sus ganancias. Se sabe que cuando el fútbol era presencial o cuando se realizaban recitales en lugares abiertos, estos grupos imponían el pago de onerosas tarifas bajo la obvia amenaza de dañar a los vehículos cuyos propietarios tienen la osadía de no darles el dinero que piden.
Puede hablarse también de la ocupación de espacios públicos por parte de los vendedores ambulantes o de las personas que “extienden” sus comercios sobre las veredas con sus mercaderías y así estrechan la circulación. Todos ellos también afectan el uso de lugares que existen para el uso público.
Bien dicen los urbanistas y los especialistas que las ciudades no crecen y se desarrollan con un poco más de lo mismo, sino con una visión de futuro que contemple en forma ordenada el debido uso y aprovechamiento de los espacios públicos, transformándolos en impulsores de una mejor calidad de vida.
La Plata debe recuperar el sentido que tienen sus calles, plazas y paseos públicos. Y para ello, la primera tarea debiera ser la de despejar de esos lugares presencias que nada tienen que ver con el bienestar común, que sólo le restan superficies a la comunidad y que pretenden lucrar con la explotación coercitiva, muchas veces violenta, de lugares previstos para el mejor desarrollo comunitario.
Sin esas tareas básicas de vigilancia y de reconquista de los espacios públicos, nada bueno podría esperarse. La Municipalidad debe proceder a evitar presencias que sólo hacen descender la calidad de vida de la población, recuperando el pleno dominio sobre los espacios públicos.
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