Frente al control de precios, las góndolas responden con faltas de mercaderías
Edición Impresa | 5 de Febrero de 2021 | 01:34

Una vez más nuestro país intenta regular con programas los precios máximos de productos de alimentos y limpieza, entre otros rubros, y de nuevo esa intención choca con la realidad de que empiezan a registrarse faltantes de ciertas mercaderías, tal como surgió del informe publicado ayer en este diario. En varios supermercados platenses ya se advirtió que hay entregas “a cuentagotas” de artículos como aceite y arroz, retenidos por el escaso margen de ganancia que dejan.
Como se sabe, el Gobierno extendió hasta el próximo 31 de marzo próximo el mencionado programa, mientras que en los mostradores se suman testimonios elocuentes como el ofrecido por la responsable de un supermercado en el centro platense: “Eso no sirve para nada, las listas llegan con los precios de los productos más caros de los que los tengo que vender”. En la misma línea, desde un comercio mayorista de la Región, se reconoce que hay muchos faltantes de mercadería, como por ejemplo, el aceite de girasol que desapareció de las góndolas.
Como si los consumidores estuvieran condenados a repetir una y otra vez la misma historia, no pasaron más que unas pocas horas desde que se conoció la resolución 112/2021, que extendió los Precios Máximos, para que algunas góndolas comenzaran a verse vacías. Eso se debió a que muchas empresas del rubro alimenticio comenzaron a retener sus productos o a quitar bonificaciones, una manera encubierta de aplicar aumento de precios.
“Faltante de mercadería hay”, corroboró otro gerente de un supermercado de la Región y agregó que la industria alimenticia no quiere vender “porque el precio pautado no les cierra”. Sin poder trasladar a los precios los costos de producción, afectados por ejemplo por los tres incrementos de combustibles que se registraron en lo que va del año, los industriales prefieren retener la mercadería y entrar en el juego del “tira y afloje”, según entienden distintos especialistas vinculados al sector alimentario.
En ese contexto, en los supermercados surge una nueva jerga con palabras como “cuotificado” para explicar que las entregas de aceite de girasol se hacen a cuentagotas, como así también la de otros alimentos básicos como es el arroz.
Más allá de una visión inspirada en determinadas corrientes doctrinarias de la economía, lo que ocurre es que las góndolas están empezando a reflejar la realidad. Mientras hasta la semana pasada un supermercado de barrio hipódromo promocionaba un aceite de girasol de primera línea a $140 la botella de 900 ml, ayer ya había desaparecido el cartel y su precio estaba remarcado a $170. El resto de las marcas, algo más económicas, desaparecieron.
“La empresa dice que tiene que vender su producto a $100, pero el Gobierno lo pone a $90, entonces saca una línea nueva con alguna modificación mínima para ponerle el precio que quiera, algo típico de los productos lácteos”, aclara una comerciante de origen asiático de la zona de la Terminal.
Se transita así entre una mayor inflación o el desabastecimiento. Es cierto que el control de precios es una medida que goza de alguna popularidad temporal, a pesar de que sus resultados siempre fueron negativos. Otra vez, entonces, la ecuación planteada se asemeja a lo que en ajedrez se denomina “jugada obligada”: al control de precios le siguen, invariablemente, la escasez y la aparición de mercados paralelos.
El productor busca alternativas para no perder rentabilidad y lo mismo hace el comerciante. Pero si el control se volviera más férreo, entonces la rentabilidad de estos operadores se extingue ya que nadie quiere perder en sus empresas. Nuestro país tiene una larga experiencia aquilatada, demostrativa de los efectos contraproducentes que han causado las políticas de control de precios.
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