Sobre el caminar

Tres libros sobre caminatas y caminantes para cambiar la perspectiva y estimular tus paseos a pie. 

 

En el curso de mi vida me he encontrado sólo con una o dos personas que comprendiesen el arte de caminar, esto es, de andar a pie; que tuvieran el don, por expresarlo así. Henry David Thoreau.

  Por Coni Crowder

En "Andar, una filosofía", el francés Frédéric Gros dice que caminar no es un deporte. Para caminar sólo hacen falta dos piernas y todo lo demás, es accesorio. Aunque se hable de "trekking" y exista toda una industria del acto de caminar, la cosa no llega muy lejos: "no puede llegar lejos", señala. ¿Quieren ir más rápido?, pregunta. Si la respuesta es afirmativa pueden volar, andar en bici, ir en auto; no caminen. Si se busca algo más que caminar, hay miles de opciones. "Caminando solo una hazaña importa, la intensidad del cielo, la belleza de los paisajes" y cierta libertad suspensiva que ofrece la marcha, que permite liberarse de las preocupaciones, olvidar aunque sea un rato los problemas y las ilusiones de lo indispensable.

¿Cuáles serían estas ilusiones? Las inercias cotidianas, el automatismo de algunos viajes, la velocidad, la certificación de la experiencia. Viajar para mostrarlo. El viaje y la caminata como mercancía, la conexión permanente, la respuesta en automático, la ilusión de estar en todas partes, al mismo tiempo.

 A través de las caminatas y caminos de Rimbaud, Thoreau y Kant, somos espectadores de la exploración en soledad y el movimiento para pensar y crear. "Se suele decir que caminar te vacía la mente. Al contrario, andar te llena el espíritu de una consistencia distinta",  escribe Gros.  Más que certezas, el libro nos provoca la pregunta; y si avanzamos, nos invita a trasladarnos por otros paisajes: "mi mundo no solamente no se derrumba por no estar conectado sino que esas conexiones se me antojan de pronto lazos opresivos, agobiantes, demasiado estrechos. La libertad es ahora un bocado de pan, un sorbo de agua fresca, un paisaje despejado". 

Caminantes

 En 1974, Werner Herzog emprende una caminata de 755 km, de Munich a París, al recibir la noticia que su amiga Lotte Eisner está enferma: "agarré una campera, una brújula y un bolso con lo estrictamente necesario. Mis botas eran tan sólidas y nuevas que confiaba en ellas. Tomé el camino más recto hacia París, con la firme creencia de que ella seguiría con vida si yo iba a pie. Además, quería estar a solas conmigo", relata. 

 A modo de diario, Herzog registra en un cuaderno las sensaciones, el cansancio y los pensamientos que surcan sus minutos, horas y días: "Todo esto es muy nuevo, un nuevo pedazo de vida. Hace un momento estaba parado sobre un puente y abajo un tramo de la autopista de Augsburg. Desde el auto veo a veces a la gente parada sobre un puente mirando la autopista: ahora soy uno de ellos".

 Después de 22 días de caminata llega a lo de su amiga, con la firme creencia que alguien le había informado de su periplo a pie. Cuenta que una vez allí, avergonzado, agotado, desconcertado, algo dulce atraviesa su cuerpo. Entonces dice: "abra las ventanas, desde hace unos días que puedo volar".  

 En "Caminantes", Edgardo Scott dice que hoy no se camina nada o se camina poco y mal: sin ver, ni contemplar, sin abandonarse al paseo, sin dejarse interrumpir "por el paisaje, por lo visto y todo lo que surge".  El autor indica que el fläneur es un atributo de las ciudades, de las metrópolis: "no es el hombre que camina la ciudad, es la ciudad, la que entre la multitud de sus dioses ha inventado una imagen, un semidios de la marcha".  

 El flâneur, para Scott, se entrega a que el espíritu de la ciudad lo arrastre por sus calles. Aunque hoy parece haber flâneurs por todas partes, esto es un error, porque el paseante no puede disociarse de su época y el espacio al que pertenece: "último furor de la burguesía. Ese intervalo de gracia, anterior a las últimas guerras mundiales. Anterior al derrumbe de los imperios modernos", afirma el escritor.

Motivos para andar

Frédéric Gros asevera que una vida verdadera implica la reinvención constante, donde cada paso trae destellos de una vida distinta, diferente: "la verdad conlleva ruptura, está al oeste; para reinventarse hay que encontrar en uno mismo, bajo el hielo de las certezas recibidas y de las opiniones inmóviles, la corriente de lo salvaje: la corriente que bulle, se escapa y se desborda". También, que somos prisioneros de nosotros mismos: "se habla de la tiranía de la opinión pública, pero no es nada, dice Thoreau, comparada con la opinión personal. Estamos enredados en nuestros propios juicios".

¿Qué provecho saco de una larga caminata por el bosque? se pregunta Thoreau. El provecho es nulo, indica. "No se ha producido nada que pueda luego venderse, ni se ha realizado algún servicio social que pueda rentarme nada. A este respecto, la marcha es desesperadamente inútil y estéril. Sin embargo, para mí, para mi vida no diría siquiera interior sino total, absoluta, el beneficio es inmenso: es un largo momento en el que he estado en la vertical de mí mismo, sin que me invadieran las preocupaciones volátiles, ensordecedoras, ni me alineara al parloteo incesante de los charlatanes". 

 ¿Porqué caminar?  Cada quien encontrará su motivo o no lo encuentre en absoluto. No importa. Yo camino porque me energiza y al despejarme puedo  imaginar senderos y nuevos destinos. "Siempre en mi vida fueron demasiadas las cosas", dice Borges en "Elogio de la sombra". Y todas las cosas, luminosas o vagas, impulsan la búsqueda de nuevas perspectivas. Al fin, caminar. 

Más sobre caminar: 

Solnit, Rebecca (2015) "Wanderlust, una historia del caminar" España: Capitán Swing.

Libros citados:

Calvino, Italo (2013)  "Ciudades invisibles". Madrid: Siruela.

Gros Frédéric  (2014) "Andar, una filosofía". Buenos Aires: Taurus.

Herzog, Werner (2015) "Del caminar sobre hielo" Buenos Aires: Entropía.

Scott, Edgardo (2019) "Caminantes" Flâneurs, paseantes, walkmans, vagabundos, peregrinos. Buenos Aires: Godot.

 

 

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