“El progreso parecía soplar como una ráfaga entre las construcciones”

Tras la fundación, la Ciudad atravesó un período brillante a partir de la cantidad y calidad de las obras que se realizaron en un lapso muy breve

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Sembrada casi como un milagro en las entonces desérticas Lomas de la Ensenada, la ciudad recién creada pasó entre 1882 y 1887 un período brillante por la cantidad y calidad de las obras realizadas.

Transcurrían años de prosperidad en el país. Los edificios públicos y privados comenzaron a crecer aceleradamente. La obra pública se fue desarrollando tal como el previsor Dardo Rocha lo había planificado.

Rocha viajaba todos los días desde Buenos Aires, para comprobar la celeridad de los trabajos y resolver los problemas que se presentaban. Cuando la lluvia le impedía trasladarse en carruaje por la ciudad en construcción, lo hacía a caballo. Muchas veces pernoctaba en el casco de Pereyra Iraola, para no alejarse tanto.

Un día, el ingeniero Benoit, el gran ejecutor del programa de obras, le envió un telegrama a Buenos Aires para decirle que en el Puerto de la Ensenada había un generador eléctrico y pedirle que se lo subiese al tren en el que el fundador iba a viajar ese día, comprometiéndose Benoit a ponerlo en funcionamiento ese mismo día. Rocha acudió al Puerto, retiró el generador, lo hizo trasladar a La Plata y en pocas horas ya estaba funcionando.

El trabajo de la construcción unió a todos y las jerarquías se borraban a la hora de poner el hombro, porque todas las voluntades se unieron en una empresa común. En algunas ocasiones era frecuente verlo a Rocha descargando ladrillos de los carros. La ciudad crecía a pasos acelerados, impulsada por todos.

Las primeras jornadas eran de sol a sol, pero cuando llegó el servicio eléctrico empezarían algunos turnos nocturnos. Los obreros solteros dormían en sus casillas especiales, cercanas a las obras. Los casados iban con sus familias a sus casas típicas. Era mucho el trabajo pero había buena paga.

Dos porteños que visitaban la ciudad -don Manuel Muñoz y don Santiago de Estrada- dejaron relatos sobre cómo se veía la ciudad en ese período. Muñoz narra que los desvíos de las estaciones ferroviarias estaban ocupados por vagones atestados de materiales para la construcción. A la derecha del tren, la pampa monótona; a la izquierda, decía, los juncales que ocultaban el río y al llegar a Ensenada, se veían los mástiles de los buques de ultramar.

Cuando se arribaba a Tolosa, “se encontraba una sorprendente carga de baldosas, ladrillos, pizarras, tablas, postes, verjas, piedras, adoquines, pipas y cajones”.

“La Plata surgía como la capital de una vasta región que abarcaba desde el Océano Atlántico a Carhué y desde el Río Negro a Pavón. El progreso parecía soplar como una ráfaga entre las casas en construcción. Había paredes altas junto a pozos que presagiaban nuevos edificios. Allí se cargaba un carro de arena con la pala, aquí se descargaban ladrillos, adoquines y arena, por todas partes se oía el chirrido de las sierras, el arrastrar de las zorras. Cundía una actividad fabril, era la fiebre de la construcción”.

En dos años se habían colocado las vías del tranvía que recorría toda la ciudad. Se las construyó a razón de un kilómetro por día. Por detrás de los delicados perfiles góticos de San Ponciano se divisaban los andamios de la estación del ferrocarril en 7 y 50 (hoy Pasaje Dardo Rocha) que iba a ocupar 20 mil metros cuadrados cubiertos, adonde llegarían los trenes directos desde la ciudad de Buenos Aires, con enlace a todos los ramales del país.

 

Trabajos
En dos años se habían colocado las vías del tranvía que recorría toda la Ciudad. Se las construyó a razón de un kilómetro por día. Por detrás de los delicados perfiles góticos de San Ponciano se divisaban los andamios de la estación del ferrocarril en 7 y 50, que iba a ocupar 20 mil metros cuadrados cubiertos.
Los viajes de Rocha
Dardo Rocha se trasladaba todos los días desde Buenos Aires hasta La Plata, para comprobar la celeridad de los trabajos y resolver los problemas que se presentaban. Cuando la lluvia le impedía movilizarse en un carruaje por la ciudad en construcción, lo hacía a caballo.

 

 

 

 

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