¡Peligro, Zona Oeste!: la desprotección es alarmante y el delito lo aprovecha
Edición Impresa | 23 de Marzo de 2021 | 02:27

Desde hace al menos 10 años, en el cordón frutiflorihortícola de La Plata se vive una situación particular: la de la violencia aplicada a los quinteros de la Zona Oeste. Los ataques, en su enorme mayoría con fines de robo, tienen en común no sólo el salvajismo al que son sometidos los trabajadores rurales, sino también detalles en la mecánica. Grupos “comando” de tres o más individuos arremeten contra los agricultores con la fuerza de las armas. Luego vienen las golpizas, las amenazas de muerte y el saqueo.
Durante el año y por lapsos cortos, la realidad descrita se aplaca de alguna manera. No obstante, desde mediados del año pasado cobró acaso más impulso y llegó a niveles extremos, con violaciones y baleados. Atentos a esta tesitura, los vecinos comenzaron a agruparse en las redes sociales y a mantener un vínculo más estrecho y frecuente por medio de WhatsApp.
Esa organización motivó movilizaciones y asambleas. En enero y en febrero tuvieron lugar dos importantes en Lisandro Olmos. Y hace una semana, un encuentro importante se llevó a cabo en Los Hornos, donde participaron frentistas de localidades de todo el sector oeste. Jorge Girano, uno de los referentes de Olmos, le dijo a EL DIA que “los funcionarios provinciales (que participaron de la asamblea del 15 de marzo) quedaron en mandar tres móviles nuevos, siete caminantes y 14 motos que van a ser distribuidas en toda la zona rural. Queremos que los móviles que anden por adentro de los barrios, e hicimos mucho hincapié en el sector hortícola, que la está pasando bastante mal, sobre todo las familias a las que les violaron las nenas”.
CONFUSIÓN BRUTAL y escruche
El domingo por la madrugada, Jairo (28) y su primo Franco (29) regresaban de un mercado que funciona hasta tarde en Etcheverry. Caminaban por la avenida 44 en dirección a La Plata y, al llegar al cruce con la calle 226, la noche se hizo todavía más oscura para el más joven de los dos. De ese momento Jairo recuerda apenas unos segundos. El panorama general de lo ocurrido fue relatado por su familiar. Todavía con el rostro hinchado, un mareo visible a simple vista y con siete puntos de sutura en la frente, el trabajador rural sostuvo que “lo único que tengo en la memoria es que sentí un dolor en la cabeza y me caí al piso. Después ya no me acuerdo más nada”.
Era la 1.30 y seis desconocidos de “entre 18 y 19” comenzaron a pegarles con ladrillos y piedras. En medio del caos y la sangre, uno de ellos les gritó el por qué: “Me dijo ‘¡dejá de vender esa gilada’, me parece que nos confundieron con alguien más”, reveló. Tras caer en el suelo, la patota lo pateó en repetidas oportunidades. A Franco, que había podido esquivar la primera oleada, le cortaron parte de la cabeza con una roca. Con ambos fuera de combate, los atacantes aprovecharon para revisarlos y despojarlos de dos mil pesos y una mochila con diversas pertenencias. Luego se perdieron entre el follaje del área.
Mientras tanto, Franco levantó como pudo a Jairo -que perdió mucha sangre- y lo ayudó a transitar los metros que faltaban. En la quinta de 226 y 41, donde viven y trabajan, los recibieron con asombro. Pasada la sorpresa, trasladaron a ambos hasta el hospital San Martín, donde fueron asistidos y dados de alta horas más tarde, ya fuera de peligro. Los dos damnificados son oriundos de Salta y hace poco residen en la Ciudad.
A pocos metros de allí, en 207 y 49, frente a otra quinta, los vecinos denunciaron la quema de una camioneta “que utilizaban para robar”. El chasis de la misma -se trataría de una Ford EcoSport- descansa en una zanja sobre un colchón de pasto chamuscado. A principios de febrero, en 208 y 54, la Policía se enfrentó con ladrones que habían asaltado una finca de la zona.
En tanto, el domingo por la tarde, en Olmos, una familia que se había ausentado de su casa fue desvalijada por desconocidos y sospechan que los tenían “marcados”. Según pudo averiguar este diario en diálogo con vecinos del lugar, las víctimas salieron a comer y cuando retornaron a su hogar descubrieron que delincuentes habían forzado su entrada. El escruche sucedió entre las 13 y las 15 horas, aproximadamente. “El hombre preguntó si alguien vio algo, pero la verdad es que no. Parece que los marcaron, porque ingresaron apenas se fueron”, aventuró un lugareño. Por su parte, Daniel (63), quien vive frente a la propiedad robada, señaló que “está complicada la zona. Yo viví acá toda la vida y te aseguro que no era así. No se ve un patrullero y por lo visto ahora tampoco podés salir de tu casa a la tarde”.
El propietario de la pizzería “Pachi”, situada en 197 entre 44 y 45, resaltó que “ayer (por el miércoles) por la 197 de 44 a 47 anduvieron probando suerte en todos los negocios para ver si podían entrar en alguno. Hace 34 que tengo casa de comidas, y por la 197 de 532 a 520 es tierra de nadie”.
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