Chelsea sorprendió al City y fue el verdugo del sueño de Pep
Edición Impresa | 30 de Mayo de 2021 | 03:49

La partida de ajedrez, el encuentro de estrategas, la batalla de pizarras, se decidió por un chispazo. Un magistral pase de Mount a Havertz que derrumbó las esperanzas de ser campeón de Guardiola y Agüero, y colocó la segunda Champions a las vitrinas del Chelsea, tras el 1 a 0 de ayer.
Como si de la final de 2012 se tratara, el Chelsea volvió a emerger sin ser el favorito para dar la sorpresa y apoyarse en el dibujo de Thomas Tuchel, la genialidad de sus jóvenes y la experiencia del capitán para conquistar la segunda Champions y negar a Guardiola algo que se le resiste desde hace diez años y que tendrá que seguir persiguiendo con un City primerizo e inadaptado a este tipo de partidos.
La final, decidida por la experiencia, se quitó sus vestiduras de partida de ajedrez para dar paso a un ida y vuelta frenético, que dejó en paños menores las previsiones de encuentro cerrado. El City sorprendió a la defensa del Chelsea con un pelotazo en largo de Ederson hacia Sterling, al que anuló James en el último instante.
Pero en la locura del inicio, inesperado, hubo una constante respecto al resto de la temporada: la imprecisión de un Werner negado de cara al gol. El alemán dispuso de dos claras en cinco minutos: un remate al aire con todo a favor y un disparo delante de Ederson que mandó lejos. Respondió el City con un mano a mano de Foden que sacó Rudiger. Y para sumarle condimentos al cruce, minutos después se lesionó Thiago Silva.
El golpe no ahogó al Chelsea. Ante un City incómodo, acostumbrado a dominar y no a que lo dominen, Mount encontró la llave. El mejor de los “blues” en la temporada quebró a la defensa “citizen” con un pase entre líneas que dejó solo a Havertz. El germano se la llevó con fortuna ante Ederson y decretó el 1 a 0 en un momento clave, el cierre de la primera etapa.
Calmo detrás de la línea de cal pese al resultado, la imagen de Guardiola contrastaba con la de su equipo, donde solo Gündogan había estado en esa instancia, pero sin suerte.
Y encima, su mejor arma en el césped, Kevin De Bruyne, se fue lesionado con un ojo morado tras un choque con Rudiger. El belga, entre lágrimas, desapareció por la puerta de atrás de la final. Abrazado a Guardiola y Lillo.
Con el correr de los minutos, los nervios se acrecentaron. El Chelsea replegó armas. Se empezó a jugar un partido más mental, más trabado, más parado. Eso que deseaba un Tuchel inquieto en la banda, que miraba insistentemente el cronómetro y que rozó el infarto cuando Azpilicueta negó un pase de la muerte a Gündogan. Lo último del francés y de su equipo, lo encontró de rodillas cuando Pulisic pudo rematar la final. Sin embargo, el norteamericano cruzó demasiado un mano a mano ante Ederson.
El Chelsea estaba ya atrás con todo; el City, sin ideas, tirando centros sin sentido, como si su sistema y Guardiola se hubieran bloqueado por completo.
La “Orejona”, ese gran objetivo de los jeques, se alejaba una vez más. Ni con el ingreso de Sergio Agüero, en su último partido, la magia del encuentro hace nueve años ante el QPR se repitió. Aunque sí hubo susto, con un bloqueo de Christensen a Foden en el área chica y con un remate de Mahrez que se fue cerca del travesaño.
Pero no hubo milagro. Fueron los “Blues” los que terminaron festejando, con su segunda Champions en el bolsillo. Fue el City el que se marchó con las manos vacías, una vez más, y sin el proyecto culminado. Guardiola cada vez está más cerca, pero tendrá que seguir buscando la gloria.
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