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Los bonos aguantan, pero las acciones tocaron el freno

Luis Varela (*)

14 de Junio de 2021 | 07:48

Alan Arkin, un admirable actor, músico y director de cine y teatro estadounidense, interpretó junto a Michael Douglas un personaje llamado Norman Newlander en la serie “El método Kominsky”.

Como síntesis puede decirse que esta obra narra las andanzas de dos hombres grandes, de mucha edad, que ya pasaron por todas, buenas y malas. Y en un momento, juntos, van a una tienda y Norman el pide al vendedor “tu mejor pastrami”, y su amigo Sandy (Douglas) le advierte: “eso va directo a tu colesterol”. Y Normal le contesta “ya estoy jugado”.

La evocación del irónico Norman en esta columna de finanzas no es casual. Su personaje tiene muchos años y si el final no le llega por el norte, le llegará por el sur, por lo que su lúcida cabezota evoca a aquel mandarín que había perdido todos los pelos con los que hacerse trenzas, y con un pelo solo decidió ir por ahí, despeinado. Pero si bien las personas tienen un final las finanzas siguen. Serán recibidas por hijos, nietos y más allá. Y el pastrami que se coma hoy, puede no afectar al viejo Norman, pero con seguridad terminará impactando en los bolsillos de sus sucesores.

Todo esto no es un delirio: viene a cuento de algo muy concreto. Estados Unidos acaba de anunciar que en este momento de salida del Covid, con menos oferta de bienes y mucha abundancia de dinero, la inflación se ha disparado. En enero, Estados Unidos tenía una inflación anual del 1,2% y en el número de mayo, anunciado la semana pasada, la variación anual fue del 5%.

En Argentina, un país completamente desorganizado en el que tenemos más de 4% de inflación por mes, esa cifra puede parecer no demasiado excesiva, pero para los norteamericanos es inflación más alta desde 1992, es decir desde hace 29 años.

El organismo encargado de controlar la inflación en EE.UU. es su banco central, denominado Reserva Federal, que tiene dos funciones esenciales, que los precios de los bienes no se disparen y al mismo tiempo que el país tenga una cantidad de puestos de trabajo privados cercana a una posición de pleno empleo. Con esas dos miras, inflación y pleno empleo, se maneja el joystick comandado por Jerome Powell, el titular de la Fed.

Para salir de esta pesadilla gigantesca del Covid-19, la decisión tomada por la Fed tuvo dos ejes, colocar la tasa de interés de plazos cortos en casi 0% anual, es decir, préstamos de dinero sin ningún tipo de interés, sólo hay que devolver lo que se pide y, al mismo tiempo, está comprando bonos del Tesoro y activos respaldados por hipotecas por unos US$ 120.000 millones por mes (repartidos respectivamente en 80 bonos y 40 papeles hipotecarios).

Los estímulos fiscales

Al mismo tiempo, el presidente Joe Biden está repartiendo ayudas importantes, de más de US$ 2.000 por familia, todos colocados en los bolsillos de los consumidores norteamericanos, para que no cese el consumo y que con eso se active la oferta de bienes de parte de las empresas.

Hasta abril, mes en el que se registró una inflación anual del 4,2%, la Fed consideró que la inflación era transitoria, y que no había que asustarse porque la inflación núcleo no se estaba moviendo demasiado. Pero el número de mayo mostró una variación general del 5%, con una inflación núcleo (sin energéticas y sin alimentos, que son más volátiles) del 3,8%, lo cual ya empieza a asustar.

Si la inflación núcleo de junio llega a dar otro número muy alto, la Fed ya avisó que se pondrá en acción con dos decisiones. Primero ejecutará lo que denomina “tapering”, que es lisa y llanamente la reducción en la compra mensual de bonos del tesoro y papeles hipotecarios. O sea, en vez de comprar esos papeles por US$ 120.000 millones por mes los irá achicando de a poco, no frenando, sino desacelerando.

Y con ese recorte, mientras Biden reparte dólares entre las familias, la Fed irá controlando si la inflación y el empleo responden. Por ahora la inflación sube más de lo esperado, y el empleo está repuntando, tal como venían calculando, gracias a una ley laboral ultra flexible.

Con todo esto, el gran debate que se armó en la Bolsa de Nueva York busca contestar si la inflación es “temporaria o estructural”, ya que de ese detalle dependerá que entre los que pulsan el botón de compra, y sostienen los precios, esté o no la mano gigantesca de la Fed. Por eso, los inversores miran con atención qué evolución están teniendo los commodities en la primera mitad de junio, y ahí podemos ver un gran dato para saber qué tipo de inflación hay en EE.UU.

En la primera mitad de este mes, por expectativa de una gran “belle epoque” después de sacarnos el Covid de encima, el petróleo sube nada menos que 5,9%, a todo motor, pero la soja baja en Chicago 1,4% y los metales básicos sufren un descenso promedio del 2%. El petróleo, por supuesto, está atado a las canillas de la Opep+ (depende de los árabes y los rusos), de ahí la reunión cumbre entre Biden con ingleses y franceses. En tanto que los granos y los metales estuvieron acumulándose en silos o minas en medio de toda la pandemia.

En respuesta a la súper emisión de EE.UU., como su economía está respondiendo con una gran recuperación, casi cercana al crecimiento de los chinos, el dólar por ahora no está retrocediendo, como todos los bancos de inversión, sin excepción, aseguraron.

En la última semana el dólar subió 1,3% contra el real en Brasil y tuvo un alza del 0,5% contra el euro, también del 0,5% en Chile y dl 0,3% contra la libra. Mejoró 0,1% contra el yen y no se movió ni contra el franco suizo ni contra el yuan.

Las Bolsas quietas

Con ese sostén cambiario, la mayoría de las bolsas mundiales tuvieron variaciones semanales cercanas a cero, como si estuvieran expectantes, en una especie de animación suspendida. Mientras que en la Bolsa de Nueva York hubo una respuesta dual: el índice Russell (donde cotizan las pymes) saltó 1,9%, el índice Nasdaq (donde cotizan las tecnológicas) trepó 1,8%, el S&P 500 (el más representativo por la cantidad de compañías que contiene) mejoró 0,4%, pero el Dow Jones (donde están las grandes industriales) bajó 0,8%.

¿Qué lectura hacen los industriales, los dinosaurios, con tantas eras geológicas vividas? Piensan que el “tapering” ya está en proceso, que los botones de compra de la bolsa de Nueva York se apagarán pronto y que, en consecuencia, las espuma lateral de récords en los que está navegando Wall Street desde febrero perderá vigor, tanto que varios fondos de inversión calculan que el S&P bajarán de acá a fin de año.

Ahora bien, ¿qué pasa con los activos argentinos frente a todo este movimiento? Como sabemos, desde febrero hay en el mercado tres motivos que están generando un cambio de mirada en los inversores: el alto precio de la soja, la acumulación de reservas del BCRA y la chance de que el Gobierno pierda bancas en la elección de noviembre, por lo que todas las iniciativas de hacer una reforma más profunda quedarán legislativamente desactivadas.

Con la mayor inflación en EE.UU. y con la posibilidad de que haya reducción del tapering, los bonos argentinos subieron la semana pasada otro 2,8%, por lo que acumulan un aumento del 15% en dólares en las últimas 13 semanas. Pero las acciones bajaron 0,1% en pesos y cayeron 3,7% medidas en dólares, luego del gran aumento del 35% que habían acumulado en los cuatro meses anteriores.

El peso de las licitaciones

¿Por qué aguantan los bonos y por qué tocaron el freno las acciones? Los títulos públicos son sostenidos porque Guzmán logró una muy buena licitación en el primer llamado de junio: consiguió $163.000 millones gracias a que los bancos aceptaron arriesgar más el sistema cambiando Leliq (a 30 días) por bonos del Tesoro, muchos de los cuales deberán ser pagados por el que siga después de Alberto.

Además, los tenedores de papeles privados, que siempre son más sofisticados que los tenedores de bonos, y ni que hablar de plazos fijos, ven que se vienen tres hitos que plantean desafíos:

1) El jueves de la semana que viene (24 de junio) el MSCI definirá si deja a Argentina como mercado emergente o pasamos a país fronterizo. Si descendemos, quedaremos como cabeza de ratón, en manos de inversores mucho más inquietos, que compran o venden con gran velocidad, sin que nada importe.

2) Con la primera licitación del mes, Guzmán consiguió el 69% de lo que debe tener para pagar los vencimientos de junio. Y este miércoles hará un nuevo llamado para tomar más fondos, colocando deuda en su licitación número 45 (cuando Alberto repitió cien veces que su Gobierno no se iba a endeudar). Y lo crucial es que, si bien junio viene con pocos vencimientos, en julio y agosto los vencimientos en pesos son significativamente mayores, con un stock de más de $464.000 millones en julio y más de $454.000 millones en agosto.

3) En medio de toda esta incertidumbre caerá la espada de Damocles el 31 de julio, cuando el Club de París, de la mano del FMI, definan qué pasa con el vencimiento por US$ 2.400 millones. Hasta ahora no hubo ninguna comunicación, ni insinuación del Fondo de enviar gente para hacer una revisión. Y como la demora se extiende, Sergio Massa, que se muestra como el más moderado del elenco gobernante, viajará a EE.UU. para ver si consigue más tiempo. Eso será después de que Alberto viajó por todos lados, mientras Cristina bramaba que no se pague nada.

Esta semana la Fed tendrá una reunión para definir el tapering y confirmar que la tasa corta seguirá baja. Pero hubo un dato que debe ser mirado con gran detalle: desde que se conoció que la inflación subió al 5% anual, la tasa en los bonos a 5 años subió de 0,7% a 0,75% anual, los papeles a 10 años pasaron de 1,43 a 1,455% y los titulos a 30 años fueron de 2,12 a 2,142%. ¿Tendrá tiempo el mercado para comer pastrami como Norman Newlander? El método de Powell será el que marque los tiempos.

(*) Opinión publicada en eleconomista.com.ar

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