Elecciones en Chile: qué se puede esperar para las primarias presidenciales del 18 de Julio
| 24 de Junio de 2021 | 10:00

El 13 de junio los chilenos concurrieron nuevamente a las urnas para elecciones a gobernadores regionales, cargo que por primera vez es electo de manera directa. En lo que fue la abstención más alta en la historia chilena solo el 19,6% de los votantes habilitados participó de la jornada electoral, es decir sólo 2,5 millones sobre un total del 13 convocados, rubricando una severa crisis de representación y legitimidad de los partidos. Los nuevos gobernadores asumirán el cargo el 14 de julio, solo 4 días antes de que los chilenos deban volver a las urnas para las primarias presidenciales que consagrarán a los candidatos para competir por un lugar en La Moneda el próximo 17 de noviembre o, eventualmente (si ninguno alcanza el 50%), el 19 de diciembre en la segunda vuelta.
Esta suerte de abstencionismo crónico atenta contra el futuro de la institucionalidad. Las profundas desigualdades, el hartazgo con las dirigencia y el descredito ante la falta de respuesta de los gobiernos llevó a que los electores castigaron a los partidos políticos tradicionales que lideraron el regreso a la democracia desde 1990. El voto obligatorio en Chile estuvo vigente hasta el 2012 cuando fue reemplazado por la ley de inscripción automática y voto voluntario. Contrariamente a lo esperado, la nueva ley motorizó una fuerte baja en la participación electoral de los chilenos. La necesidad del regreso al sufragio obligatorio ya se discute y avanza en el Congreso. Lo llamativo de la sucesión de elecciones en Chile es que, a diferencia de lo que algunos pronostican como el fin de la democracia tradicional y la irrupción de nuevas fuerzas y modelos de representación, los resultados permiten ver continuidades y marcadas diferencias. Para ello hay que separar lo que fue el plebiscito de reforma constitucional de 2020 y las elecciones para cargos municipales (consejeros y alcaldes), convencionales constituyentes y las dos vueltas de gobernadores de 2021. En los días más violentos de 2019 se leían pancartas de los manifestantes con el lema “no es por 30 pesos, es por 30 años” en relación al aumento en el boleto y a la angustia acumulada por la suma de las desigualdades de base y del progreso. Hay que leer en esa impotencia generalizada de las clases medias y bajas el resultado contundente del plebiscito y la aparición de figuras independientes rupturistas en las elecciones para constituyentes de mayo, donde minorías muy diversas (feministas, ambientalistas, verdes, colectivo LGTB, defensores de los derechos de los animales, representantes de pueblos originarios, figuras famosas de los medios sin experiencia política y referentes locales) sin financiamiento, campaña, ni estructura lograron propinar un duro castigo a los partidos tradicionales de derecha como de izquierda. Nadie los vio venir. Cada uno llegó con su agenda de temas minoritarios. Una gran torre de Babel de descontento donde nadie se escucha y todos se hablan a si mismo. Marta Lagos, experta en temas electorales sostiene que “La convención puede que no sea representativa del país, pero tiene la representación de un sector que nunca estuvo representado”. Lo que pueda salir de ese experimento es una gran incógnita. En tanto y en cuanto no surjan figuras que ordenen y logren imponer una agenda de grandes temas (mayorías calificadas, control de corrupción, poder de estado, sistema electoral, etc.) es posible que se elabore un documento que no reúna el consenso necesario y sea rechazado en la votación de salida que requiere 2/3 para su aprobación, en cuyo caso seguiría vigente la constitución actual que se pretende modificar. Panorama incierto para el humor social.
El eje “democracia vs dictadura” ya no domina el escenario político ni el factor militar es el elemento central alrededor del cual se estructura la política chilena. El debate gira ahora en torno a “neoliberalismo vs anti-neoliberalismo” o “partidos vs anti-partidos”. Nuevas generaciones de jóvenes menores de 35 años no identificados con los partidos tradicionales y que no vivieron la dictadura, pero si las consecuencias del modelo económico del gobierno militar continuado por todos los gobiernos democráticos posteriores, manifestaron su descontento y expresaron sus demandan. No critican el progreso en términos de crecimiento del PBI que tuvo Chile en los últimos 40 años sino la terrible desigualdad y las brechas generadas. Los de mas de 50 se comparan con sus padres, los de menos se comparan con Europa o Estados Unidos, en un mundo que ha cambiado y que expone con mayor crudeza las limitaciones y dificultades. En el plebiscito y la constituyente, sintieron que podían darle un duro cachetazo al sistema para que despierte y especialmente al gobierno de Piñera, al que responsabilizan por la situación actual. Pero el empuje “revolucionario” se diluyó en las elecciones para cargos municipales y regionales donde continuó el apoyo a las fuerzas tradicionales. Es que, para estos cargos, las personas, su experiencia y trayectoria siguen siendo relevante. La gran mayoría de los candidatos que pelearon la segunda vuelta tenían vasta experiencia política previa en cargos electivos. Esto explica la victoria de Unidad Constituyente (Partido Socialista y la Democracia Cristiana), la ex concertación de centroizquierda predominante en los últimos 30 años ganando varias gobernaciones que se convertirán en contrapesos importantes para el poder central puesto que gozarán de representación popular, presupuesto y atribuciones claves para la toma de decisiones en sus regiones. Una lectura del votante mas interesado en política.
Mas allá de esta recuperación de las fuerzas tradicionales, la dispersión crece. Aun prematuras, las mediciones para las elecciones presidenciales arrojan que ningún partido o alianzas tradicionales logra mas del 20% de apoyo y marcan un triple empate entre el conservador de la Unión Democrática Independiente (UDI) Joaquín Lavín -el que mas terreno parece haber perdido-, la posible candidata del centro izquierda y presidenta del Senado Yasna Provoste, del Partido Demócrata Cristiano (DC) - revitalizada luego de la victoria en los comicios del domingo pasado y por la creciente preferencia por postulantes femeninos entre los votantes chilenos-, y el candidato del Partido Comunista (PC), el alcalde del municipio de Recoleta, Daniel Jadue. El PC chileno no es un partido marginal como en el resto de Latinoamérica. De gran tradición, ha ocupado varios ministerios desde el retorno de la democracia. Su camino a la presidencia parecía allanado luego de haberse impuesto en mayo Hirací Hassler -activista feminista de treinta años- en la alcaldía de Santiago, pero viene de ser derrotado ante la centroizquierda moderada en la región metropolitana y deberá definir en las primarias con el candidato del Frente Amplio, Gabriel Boric. Algo por detrás en las encuestas aparece la candidata del Partido Socialista (PS), Paula Narváez. Habrá que ver si ante la de pérdida de caudal electoral, la derecha se inclina por alguna alianza con la centroizquierda que le permita mantener espacios de poder. O si finalmente terminan llegando a segunda vuelta dos fuerzas de izquierda (PC y DC) y cual será el camino que tomen los conservadores. En cualquier caso, quien eventualmente resulte vencedor en noviembre, seguramente enfrente un problema serio de gobernabilidad futura.
Todas estas alternativas se enmarcan “dentro del sistema” y con las herramientas de la democracia. Con ironía algunos chilenos comentan que “Chile es un país tan formal, que hasta para hacer una revolución, mandan una ley al Congreso”. En la misma línea, José Octavio Bordón, ex embajador argentino en Chile suele repetir una anécdota del día del golpe militar a Allende que le contara en confianza un líder español. Contaba el líder español, que se encontraba alojado en un hotel frente a La Moneda y que se asomó a la ventana para ver los movimientos militares percatándose que se acercaba un tanque del ejército por una arteria lindera al palacio. Eran altas horas de la madrugada y las calles estaban desiertas. El tanque avanzó a toda velocidad hasta que de repente, para su sorpresa, se detuvo en un semáforo en rojo. Esperó que se pusiera en verde y finalmente avanzó. Así parecen ser las cosas en Chile. Aun en situaciones extremas y dramáticas, ciertas reglas de juego se respetan.
(*) ExSubsecretario de Relaciones Internacionales y Cooperación de la Provincia de Buenos Aires
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