Inquietud por Afganistán y por el destino de millones de mujeres de ese país

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La comunidad de naciones recibió con cautela las promesas de moderación de los talibanes, formuladas poco después del golpe que los llevó al poder, con una dramática ola de emigrados en Afganistán que, en a pocas horas del cambio de gobierno ya llegó a 250 mil personas. Lo cierto es que el retorno de los islamitas al poder será abordado el martes próximo en una cumbre virtual de los líderes del G7, conformado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Gran Bretaña, entre otros organismos. Los talibanes prometieron -y no estarían cumpliendo- permitir el acceso ordenado al aeropuerto de Kabul de todos aquellos civiles que quisieran irse de Afganistán.

Cuando se habla de talibanes, se habla de integrantes fanáticos del movimiento islámico, que en muy pocos días y en forma sorpresiva lograron derribar al gobierno y controlar el país.

Pero se alude, también, a lo que fue una férrea dictadura que hasta hace veinte años, antes de que iniciara un período de modernización en aquel país, mantuvo a toda la población y muy especialmente a las mujeres, privadas de derechos esenciales, temiéndose que esa situación pudiera volver a presentarse. Anteayer una asociación de mujeres de Afganistán aludió a las prohibiciones dirigidas a ellas, en base a las interpretaciones radicales de los talibanes.

Entre otras aludieron a una completa prohibición del trabajo femenino fuera de sus hogares, salvo médicas y enfermeras; prohibición de cerrar tratos con comerciantes masculinos; prohibición de ser tratadas por médicos masculinos; prohibición de estudiar en escuelas, universidades o cualquier otra institución educativa (los talibanes han convertido las escuelas para mujeres en seminarios religiosos); las mujeres deben llevar burka que las cubra de la cabeza a los pies; aplicación de azotes, palizas y abusos verbales contra las mujeres que no vistan acorde con las reglas del régimen talibán o contra las mujeres que no vayan acompañadas de su mahram (pariente directo masculino).

Además se establece lapidación pública contra las mujeres acusadas de mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio; prohibición de usar maquillaje; prohibición de hablar o estrechar las manos a varones que no sean su mahram; prohibición de reír en voz alta; prohibición de llevar tacos, que pueden producir sonido al caminar (el argumento es que un varón no puede oír los pasos de una mujer); prohibición de subir a un taxi sin su mahram; prohibición de tener presencia en la radio, la televisión o reuniones públicas de cualquier tipo.

Tampoco pueden andar en bicicleta o moto, aunque sea con su mahram, ni usar ropa llamativa, ni lavar ropa en lugares públicos, ni asomarse a las ventanas de sus casas que, además, deben tener vidrios opacos. Las modistas no pueden tomar medidas a mujeres, las mujeres no pueden ir a los baños públicos ni viajar en los mismos micros con hombres, están prohibidos los pantalones acampanados y sacarle fotos a mujeres, entre otras restricciones.

El movimiento ultraintegrista talibán anunció ayer una amnistía en todo Afganistán y prometió respetar los derechos de las mujeres de acuerdo con las normas de la ley islámica, pero muchos afganos desconfían. En este marco, la vocera de la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, dijo que las promesas de los talibanes “deben ser honradas”, aunque se mostró escéptica. Desde La Haya, la Corte Penal Internacional (CPI) dijo que seguía con atención la situación en Afganistán, mientras que Alemania y Suecia retirarán apoyo financiero al país.

Por sobre toda consideración de naturaleza política acerca de la historia y la vida de ese país, y de las circunstancias que desembocaron en estas dramáticas instancias, lo que ocurre ahora en Afganistán pone al mundo otra vez ante la alternativa de que se reproduzca una tragedia humanitaria y, asimismo, frente a la injustificable posibilidad de que millones de mujeres se vean obligadas a regresar a la oscuridad de costumbres y ritos superados e inaceptables.

La lucha en el mundo por la completa igualdad de las mujeres podría verse gravemente afectada, si el nuevo gobierno afgano no respetara sus promesas.

 

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