Salvando al trigo: hallan el accionar de un hongo, que es letal
Edición Impresa | 24 de Agosto de 2021 | 02:08

Un grupo de investigadores de nuestra ciudad, que se desempeñan en el Centro de Investigaciones en Fitopatologías de la UNLP, descubrió los mecanismos de acción de un patógeno que ataca al trigo, llamado “piriculariosis”, que supone una gran amenaza para su producción y que, según advirtieron, tiene un “severo impacto económico”.
Se trata de un patógeno originario de América del Sur que llegó a Asia y África por el comercio de semillas, y que recientemente también fue reportado en campos de cebada de Argentina y de Uruguay.
Según los especialistas, que acaban de publicar un artículo en la revista científica “Plant Pathology”, realizado en colaboración con colegas de la Universidad RWTH de Aachen, Alemania, se la conoce como piriculariosis, quemado o brusone, y es una de las enfermedades más importantes que atacan al trigo, causada por el hongo Magnaporthe oryzae, que afecta el desarrollo de ese cereal en sus distintas etapas, desde la semilla hasta las espigas.
Los riesgos que este hongo implica en materia comercial, llevaron a grupos de investigación de todo el mundo a estudiar cómo es el proceso de transmisión del patógeno desde las semillas hasta las plantas adultas para contrarrestar su acción.
Sobre esto, Sergio Iván Martínez, primer autor del trabajo, describió que “es una enfermedad que provoca daños en cada estadio del ciclo de cultivo: en las semillas, inhibe la germinación; en las plantas provoca unas manchas características en las hojas que afectan la fotosíntesis; y el síntoma más importante es en la espiga”.
Convocado por la Fundación Alexander von Humboldt, Martínez realizó una estadía de seis meses en la universidad alemana, donde en conjunto con el grupo de Fisiología Vegetal en nuestra ciudad, estudió el ciclo de infección del hongo y la transmisión desde las semillas hasta las espigas.
“Para poder visualizarlo – destacó por su parte Analía Perelló, también autora del trabajo - tuvimos que hacer un novedoso procedimiento de transformación genética, en el que introducimos un gen que codifica una proteína que hace que el hongo exprese un color rojo fluorescente y pueda verse en el microscopio, y así poder diferenciarlo de otros hongos que ya están presentes en la planta”.
La investigadora platense detalló que eso permitió “observar todas las etapas de crecimiento y desarrollo del hongo dentro de la planta, desde la semilla hasta la etapa adulta”.
De esta manera, los experimentos permitieron concluir que las espigas de trigo procedentes de semillas infectadas no solamente desarrollan semillas con síntomas visibles, sino también otras aparentemente sanas pero contaminadas interiormente.
Las investigaciones comenzaron por los riesgos que este hongo implica en materia comercial
“Son asintomáticas -explicó Perelló - sin manifestación externa de la enfermedad, y son las más peligrosas, porque se comercializan sin saber que en su interior portan al patógeno. Entonces, al llegar a terrenos con las condiciones ambientales proclives, generan la dispersión de la enfermedad, y este trabajo aportó una información novedosa al respecto”.
“Bajo la premisa de conocer para controlar un patógeno que puede llegar a ser devastador para nuestros cultivares de trigo -señaló por su parte Martínez - buscamos alertar sobre la necesidad de una estrategia sanitaria de control y prevención temprana. Que se haga un análisis minucioso de las semillas que se van a utilizar para la siembra, para prevenir así el establecimiento y dispersión del patógeno. Porque los factores que facilitan su dispersión son, sobre todo, temperatura y humedad, pero se trata además de un hongo que tiene una gran plasticidad, muta y se va adaptando a otras condiciones climáticas, lo que favorecería su llegada a áreas donde hoy no está”.
Según los investigadores, el objetivo del trabajo se orienta al manejo de las enfermedades utilizando antagonistas microbianos de los agentes nocivos, lo que científicamente se conoce como “control biológico”.
“Justamente mi tesis doctoral apunta a encontrar alternativas sustentables y ecológicas, usando microorganismos beneficiosos y sustancias naturales que permitan reducir el uso de fungicidas o productos químicos sintéticos y, por otro, controlar al patógeno”, concluyó el investigador de nuestra ciudad y becario del Conicet.
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