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A los arrebatos callejeros y a los robos en comercios y casas, se sumó una nueva modalidad: el cuento del tío. Un jubilado de 95, la víctima
Son incontables las voces de barrio Monasterio que afirman que el sector se encuentra, desde hace por lo menos 10 años, dañado en lo que se refiere a la seguridad. Quienes residen en la zona enumeran con resignación que los arrebatos callejeros perpetrados por motochorros, las entraderas, robos de autopartes y los enfrentamientos entre bandas son moneda corriente en el barrio.
Vecinos que ayer dialogaron con este diario utilizaron el mismo rótulo para referirse a cómo se encuentra la situación de inseguridad al día de hoy. “El tejido social se rajó a tal punto que los vecinos desconfían de sus propios vecinos. Se perdió el ‘buenos días’, el ‘buenas tardes’. A las 7 estamos todos guardados”, precisó un frentista de la zona de 76 y 12.
Es en este marco que a muchos les pareció “raro” el robo que sufrió el pasado martes un jubilado de 95 años que reside en calle 77, entre 12 y 12 bis. “Raro por la modalidad. Uno escucha ‘cuento del tío’ y enseguida piensa en el Centro, en los edificios. Es raro que pasen esas cosas acá en la zona. Estamos más acostumbrados a escuchar sobre robos violentos”, indicó Rodolfo, un remisero que presentó como prueba de su análisis una particularidad de su trabajo que ya se está convirtiendo en regla.
“Tenemos muchas clientas mujeres que nos llaman para hacer un viaje de tres o cinco cuadras. Van a la casa de un pariente o a la despensa. Y qué podés hacer. Tenemos que llevarlos, no podemos decir que no. Tienen miedo. Después de las 7, nadie quiere andar en la calle. Nosotros siempre andamos atentos. Hasta ahora no nos ha pasado nada a los choferes pero uno nunca sabe”, apuntó y añadió “andamos muy pendientes de que no te enganchen caminando solo, de que no te encañonen”.
Quizás por ello, a nadie en el barrio le pareció raro que el pasado martes por la tarde una camioneta 4x4 blanca con dos desconocidos se estacionara en la cuadra y que uno de ellos ingresara luego a la casa de un jubilado. En palabras del propio damnificado, “los tipos ya venían con todo cocinado”.
“Me apuraron. No me dejaron pensar. Fue todo muy rápido”, señaló Fidel, la víctima, al referirse al llamado telefónico que recibió de parte de los estafadores. Bajo el ardid de que era el hermano y estaba con su nieta, un hombre le pidió reunir todos sus ahorros, porque iban a pasar a buscarlos para depositarlos en un banco. El damnificado apuntó que la persona que estaba del otro lado del teléfono le hizo mención de un dato sensible que lo descolocó y lo hizo pisar el palito.
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“El tipo se hizo pasar por mi hermano. ‘Vos no sos mi hermano’ recuerdo que le dije. ‘Tengo la garganta tomada, por eso no me reconoces. Estoy en el banco. Apurate que voy a perder el turno’, me contestó. Después me dijo que buscara plata en mi mesita de luz. Yo guardaba mi plata ahí. Por eso me confundí. Después recordé que me había dicho que buscara debajo del colchón y arriba de la heladera. Tiró varias opciones y alguna le iba a pegar. Y yo me quedé con lo de la mesita de luz. Me concentré solo en eso y perdí”, explicó Fidel sobre cómo quedó enredado en la maniobra.
Sin sospechar nada raro, el dueño de la vivienda preparó 3.000 pesos y 200 dólares. Como se indicó, a las 13, una camioneta se estacionó en la esquina. “Un tipo alto y morocho” descendió de la unidad, se dirigió hasta la casa de Fidel. “Tenía la plata en su sobre que había dejado sobre la mesa. Yo le estaba haciendo unas preguntas y cuando me di vuelta para sacar al gato el tipo manoteó el sobre y me dijo que se tenía que ir porque todavía tenía que pasar a buscar otros sobres”, recordó.
Fidel dejó ir al sujeto con la tranquilidad de que había depositado sus ahorros en buenas manos. Pero como suele suceder, pasado un tiempo del hecho, la víctima empezó a dudar y, finalmente, se percató de que había sido estafado. “Me fundieron. Pero todo vuelve”, cerró.
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