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Información General |Roberto Luis Vaccaro

Las huellas de “Vitín”, los carnavales cariocas de una estrella platense y la crónica de una muerte anunciada

Un profesor de Historia que hacía pensar a sus alumnos, que “importaba” bandas “cariocas” para animar bailes de carnaval en la Ciudad, que conoció a personajes históricos y que encontró un trágico final en Río de Janeiro, la ciudad del Samba al que amó entre muchos otros amores

Ricardo Castellani

Ricardo Castellani
rcastellani@eldia.com

9 de Enero de 2022 | 03:09
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Fue un lindo tipo Roberto Luis Vaccaro, “Vitín”, como lo llamaban desde chico familiares y amigos en el barrio de La Loma. De esos que dejan huella, como las que dejó en las mesas de la París, donde pasaba las tardes para estudiar después de pagar un primer café y que los mozos le hicieran el aguante hasta el atardecer; o en los bailes de Carnaval en el viejo Comedor Universitario de la calle 1, donde hoy se levanta la facultad de Odontología, cuando todos bailaban enloquecidos al ritmo de las mulatas que él mismo traía desde Brasil para formar pequeñas “Scolas do Samba”; en la Ciudad su música era novedad; o en las corridas por la calle 7 frente al Rectorado, donde junto a otros estudiantes rebeldes le tiraban bolitas a los caballos de la policía para festejar ruidosos desparrames equinos.

Fue un tipo que dejó huellas “Vitín”, pero no solo en La Plata, donde todavía lo recuerdan viejas generaciones del Normal 3 “Almafuerte” de 8 y 58, alumnos hoy sesentones a los que les daba clases de Historia pero a los que, extrañamente para aquellos tiempos de los años 70, los invitaba a pensar, actitud mirada de reojo por los rígidos profesores de la época y, más que nada, por las autoridades, que lo terminaron echando.

LABIA, PINTA Y CONVICCIONES

Dejó huellas en La Plata y en todos los lugares que pisó el profe Vaccaro, que ya de chico mostraba labia, pinta y convicciones para discutir con cualquiera. Tanto, que después de conocerlo en una librería porteña, el mismísimo Alfredo Palacios, el legendario dirigente socialista famoso por sus duelos de honor a mano armada, lo invitó a su casa. Y no solo eso, sino que “Vitín” se quedó a vivir allí, cuando Palacios le ofreció “protección” tras las revueltas estudiantiles de las que Vaccaro era protagonista cuando no tenía más de 17 años y esquivó su detención.

DESTINO BRASIL

Las huellas del “Vacca Vitín” llegaron también a Brasil, a donde viajó por primera vez siendo todavía muy chico como mochilero y donde se deslumbró con el Samba, ritmo que no solo bailaba como los mejores danzarines de los morros, sino al que también investigó y profundizó.

En Brasil “Vitín” pareció encontrar su definitivo lugar en el mundo, y allí encontró también muchas otras cosas. El respeto de poetas e intelectuales sorprendidos por sus conocimientos; la complicidad de los bolicheros de media Copacabana; o el afecto incondicional de los habitantes de las favelas, a las que subía con la confianza única de saberse querido en lugares a los que no muchos se le atrevían.

Pero en Brasil, Roberto Luis Vaccaro, “Vitín”, también encontró la muerte, al ser víctima de un crimen que, todavía hoy, continúa impune.

“Roberto era capaz de meterse en líos todo el tiempo -cuenta Rodolfo Daniel, el único sobreviviente de los hermanos Vaccaro- me acuerdo de una vez, cuando yo era todavía muy chico, que lo fuimos a buscar con mi viejo al Colegio Nacional porque a casa había llegado una citación policial. Aquellos eran tiempos bravos y mi viejo estaba desesperado, la citación decía que Roberto se tenía que presentar en una dependencia policial en 48 horas y mi viejo tenía miedo, porque sabía que ahí le podían hacer cualquier cosa. Lo sacamos de la Escuela y mi viejo le preguntó serio qué cosas guardaba en casa, Roberto le decía que nada, que solo apuntes y algunos panfletos. ¡Para qué!, todavía recuerdo la fogata de papeles que aquella noche hubo en casa”.

“Pero mi viejo tenía miedo -cuenta Rodolfo- porque supo que a Roberto ya lo habían detenido un par de veces pero que zafaba porque era menor, y empezó a consultar a conocidos, hasta que llegó a Ricardo Balbín, que le recomendó que no se presentara a la citación y que lo mejor era sacarlo de La Plata. Fue así que mi viejo lo mandó a la casa de unos amigos en Avellaneda. Pero como “Vitín” era un culo inquieto, un día porque se aburría se tomó el tren y se fue a Buenos Aires. Fue allí cuando conoció a Alfredo Palacios, en una librería, y como “Vitín” ya era socialista, le pidió que le firme un libro, le dio charla y terminó en la casa del viejo Palacios. Mi viejo cuando se enteró se quería morir, porque se había ido de la casa de Avellaneda a vivir con Palacios en Buenos Aires, pero no sabía donde estaba, hasta que un día Roberto llamó por teléfono y mi viejo lo sacó carpiendo y le pidió que le diera con Palacios. “Quédese tranquilo Vaccaro que su hijo va a estar más seguro aquí que en cualquier otro lado”, le dijo, y mi viejo no sé si se quedó más tranquilo, aunque ese Palacios era capaz de convencer a cualquiera”.

Después, ya en los tiempos del primer peronismo, las cosas se pondrían espesas para la familia Vaccaro, y más que nada para Roberto, dado su carácter rebelde y contestatario.

Europa

Por entonces “Vitín” había dejado de fumar y de ir al cine con el afán de ahorrar dinero para cumplir con su sueño de viajar a Europa, y a Vaccaro padre se le había puesto en la cabeza que a su hijo mayor había que sacarlo del país para evitar males mayores, fijación que lo llevó hasta a sacar un crédito bancario con ese fin.

Fue así que, antes de la caída de Perón, el mayor de los hermanos Vaccaro viajaba en barco rumbo a España para, solo, luego viajar también por Francia e Italia. “Leía las cartas de amor que recibía. Eran la prueba de que sus relatos no eran un ‘cuento’. Lo escuchábamos embelesados”.

“Yo no sé que tenía mi hermano -dice hoy Rodolfo- era un seductor nato, un tipo que se metía en cualquier lado. Un día nos contó tras volver de su viaje, que estando en Italia, una vez fue a Venecia porque quería conocer las góndolas. Pero viajar en góndola era carísimo, no para cualquiera, y Roberto no tenía un mango. Pero conoció a una familia que lo vio mirando las barcazas, y no sé cómo pero terminó viajando en góndola con ellos. Increíble”.

Como profesor, “Vitín” Vaccaro disfrutaba de hacer razonar a sus alumnos

Ya recibido en La Plata como Profesor de Historia, “Vitín” se había empleado en el Archivo Histórico Dardo Rocha de 50 entre 13 y 14, daba clases de Historia en el secundario del Normal 3, y también tenía algunas suplencias en el Colegio Nacional. Iba de un lado a otro en un Fiat 600 de color rojo y continuaba con sus adicciones de lectura en la Confitería París, que había sido su sala de estudios durante sus tiempos de estudiante, y también en el Café Torino de 49 y 10.

Como profesor, esa costumbre suya de “hacer pensar” a sus alumnos, casi como el profesor Merlí en la laureada serie de Netflix, también le traería problemas.

Un día, lo llamaron desde la Dirección del Normal 3 para decirle que el padre de un alumno suyo se había quejado de sus clases. “Vitín” preguntó si el hombre estaba allí, y lo fue a ver. El padre de este alumno le dijo que lo que le enseñaba a sus alumnos sobre Mitre no era cierto, y “Vitín” le dijo que, si lo esperaba unos minutos le traería algo. Se subió al Fiat 600, se fue al Museo Dardo Rocha y volvió con un documento original firmado por Mitre. Se lo mostró al padre y le preguntó si era o no cierto lo que él enseñaba.

No se sabe que tipo de influencias y contactos tenía el padre de ese alumno, pero lo cierto es que, al día siguiente, a Roberto “Vitín” Vaccaro lo echaron del Normal 3, como también lo es que la relación del profesor “raro” con sus alumnos continuó inalterable, como que a muchos de ellos, más adelante, los invitaría a vacacionar en Río de Janeiro, donde sus contactos le permitían conseguir precios sumamente acomodados para los estudiantes platenses, que aún hoy recuerdan que nombrar a Vaccaro en Río de Janeiro era algo así como abrir todas las puertas.

Roberto Luis Vaccaro se había casado en La Plata, por primera vez, con Aymara Vázquez, con quien vivió en un departamento de la calle 12 entre 63 y 64, sin tener hijos y de quien se separó, y luego con Cristina Prostizi, con quien vivió en una casa de calle 12 entre 38 y 39 y de quien tuvo una hija, Paula, quien actualmente vive en Bahía, Brasil, aunque la pareja con Cristina también se disolvió.

Finalmente, se estableció en forma definitiva en Brasil, donde en Río de Janeiro montó una fábrica de accesorios para Scolas Do Samba, en la que confeccionaba gorros, plumajes y demás alegorías que demandaban las más grandes Scolas, desde la Salgueiro hasta Beija Flor, con las que llegó también a bailar y desfilar. Luego hasta participaba en el diseño de las carrozas, como la utilizada para ilustrar las historias que relatan cantando cuando desfilan por lo que se llama “el sambódromo”. Las “scolas” con las que se divertía trabajando tenían 5.000 integrantes. A poco de terminar el carnaval, que se televisa a todo el mundo, los implicados ofrecían el tema al que se referían. Meses antes del desfile comenzaban a ensayar con asombrosa disciplina porque la máxima ambición era ganar, porque ello no solo significaba dinero sino “estatus” para la favela. Eran bohemios que compartían las letras y la música, tanto la “Beija Flor” (la más importante) como “Salgueiro”.

El desfile de cada una dura alrededor de dos horas y son dos noches con tribunas repletas de gente. Una muchedumbre cuyo embelesamiento le permite no cansarse. A veces están desde más o menos las 10 de la noche a las 8 de la mañana.

Era aquel un emprendimiento de grandes réditos, lo que le permitía una vida holgada en un lujoso edificio de Copacabana, a donde solía visitarlo su pequeña hija Paula.

ELEGANTE Y SEDUCTOR

Culto, políglota, elegante y seductor, “Vitín” Vaccaro era un argentino que en Brasil “hacía roncha”, y era común por esos tiempos de los años 80, verlo acompañado por esculturales mujeres. Hasta que un día, el exceso de amor lo traicionó.

Había conocido a una mulata de una belleza sin igual que vendía artesanías y bijouteris sobre la avenida principal de Copacabana que, a primera vista, lo deslumbró. La mujer, mucho menor que él, estaba acompañada, pero a “Vitín” poco le importó, y con su impronta y su palabra hábil, la sedujo.

Fueron meses en los que al profesor platense se lo veía siempre acompañado por esa mujer, en restaurantes, cafés y hasta en los desfiles de las Scolas de Río.

Pero fue en la tarde del 4 de mayo de 1985, cuando su hija Paula estaba en su departamento y con quien había quedado que él saldría por temas de trabajo y ella sería retirada por la madre de una amiguita para terminar de pasar el día, que en aquel departamento céntrico de Copacabana se recibiría una visita premonitoria.

Ocurrió que estando la pequeña sola en el lugar, desde la vigilancia le avisaron que una mujer buscaba a su padre. Era aquella mulata a la que Paula ya conocía y a quien le dijo que Roberto no estaba y que ella tenía que salir. Pero ante la insistencia de la mujer, la pequeña la dejó subir. Solo que la bella mulata no lo hizo sola. La acompañaban tres hombres y una mujer blanca.

Nervios

Todos se instalaron en la casa ante el nerviosismo de la pequeña. Fueron un par de horas en las que Paula no sabía ya qué más hacer. Hasta que la madre de su amiguita la fue a buscar.

El diálogo a través del portero la salvó. “Estoy con una gente que busca a mi papá”, le dijo la chica, a lo que la mamá amiga le preguntó “¿tenés miedo?”. “Sí”, respondió la nena. Rápida de reflejos, la mamá de su amiguita pidió hablar con la mujer que estaba allí y la intimidó para que abandonaran el lugar y dejaran a la nena. Pero Paula nunca más volvió a ver a su padre.

Como en “Crónica de una Muerte Anunciada”, de Gabriel García Márquez, nadie le pudo avisar a Roberto Luis Vaccaro, “Vitín”, que esa gente lo buscaba, y al día siguiente, el 5 de mayo de 1985, volvieron a su casa.

Roberto Luis Vaccaro fue encontrado con seis puñaladas en su pecho, y hasta el día de hoy su muerte sigue impune. Todo es un misterio que la policía no ha podido desentrañar. Murió en su Copacabana y en el velorio estaban los jefes (llamados “carnavalescos”) de las principales “scolas”. También músicos y poetas que componen cada año la letra y los sones al compás de los que bailan y cantan. Si “Vitín” lo vio debe haber sonreído muy orgulloso. Tal vez lamentó que no cantaran y también bailaran.

Nota de la Redacción:el autor de la nota fue alumno del “Vitín” Vaccaro.

 

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Un joven Roberto Luis Vaccaro

El normal 3, la parís y Río de Janeiro. También el sambódromo y los carnavales, una gran pasión de Vaccaro

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