Ursula K. Le Guin: la mujer que anticipaba las cosas

Con la reedición de “El nombre del mundo es bosque” y “Las chicas salvajes”, resurgió el interés por la obra de una autora fundamental

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El resurgido interés por la obra de la estadounidense Ursula K. Le Guin (1929-2018), con la reedición en Argentina de la novela “El nombre del mundo es bosque” y el libro de misceláneas “Las chicas salvajes”, viene a reabrir un espacio de llegada al público en general y a romper un cerco editorial que la mantuvo descatalogada por décadas en el país, a pesar de haber sido una escritora famosísima que le dio al fantástico y la ciencia ficción una profundidad filosófica y una sensibilidad feminista inéditas que reconfiguró al género.

Le Guin es un caso extraordinario dentro de la fantasía y la CiFi. Escribió sobre temas estándar -magia, seres mitológicos y conflictos interestelares futuristas- con protagonistas estándar, que aún cuando eran varones daban cuenta de un sistema ideológico eminentemente feminista, taoista, ecologista, que dejaba de lado la operación binaria de enfrentar al bien con el mal dando lugar a mundos donde los conflictos se resolvían por conciliación más que por confrontación, abriendo la paleta de tonalidades de las clásicas, legendarias y espectaculares batallas que colorearon el imaginario de generaciones lectoras enteras.

Las batallas de las fantasías de la autora eran culturales y la fuerza con que las intervenía no era violenta, un caldo filosófico donde cada elemento se iba impregnando de un ecosistema común y resultando en algo nuevo que se leyó en sus 21 novelas, cientos de cuentos y poemarios, libros infantiles, ensayos y traducciones que incluyeron el “Tao Te Ching”, de Lao Tse, y poemas de la Nobel chilena Gabriela Mistral.

Traducida a más de 40 lenguas, vendida por millones en el mundo, en Argentina no era fácil encontrarla. Hasta hace no tanto, sus libros eran objeto de interés de las librerías de viejo y usados, o más bien de reposo, porque no es que buscaran sus títulos especialmente: se podían encontrar joyitas a precios bajos, descontextualizadas del impacto que pudieran tener en la lectura de un presente que Le Guin pareciera haber anticipado hace 50 años como la perspectiva de género o la crisis ambiental.

Esto ahora empieza a saldarse. Grandes grupos editoriales como Planeta -de la mano de Minotauro- y sellos independientes como Hekht reconocen la actualidad y urgencia de los temas que la escritora desarrolló con muchísima repercusión y éxito décadas atrás y la devuelven, o le dan la bienvenida, a sus catálogos, con publicaciones como “El nombre del mundo es bosque”, novela de filosofía ecológica sobre un universo que persiste gracias a leyes que no admiten la intromisión humana, y “Las chicas salvajes”, libro que contiene el cuento del que toma el nombre, un poemario breve, dos ensayos y una entrevista.

“Editamos el cuento de Le Guin, junto a sus poemas y ensayos porque entendemos que como ella misma dice, en este momento del mundo estamos necesitando un hogar, un resguardo, un lugar desde el que pensar”, dice Natalia Ortiz Maldonado, prologuista del libro de Ursula Koeber Le Guin coeditado con Marilina Winik.

“Para poder escucharla, para hacerla próxima, decidimos realizar esas dos operaciones de traducción de la mano de Adelstein. La primera fue a nuestra lengua, que no es el español sino el castellano rioplatense. La segunda fue utilizar lenguaje no sexista, sabiendo que la autora señaló varias veces cuánto le hubiese gustado escribir así sus primeras obras, especialmente ‘La mano izquierda de la oscuridad’”, indica la prologuista.

Cuando llevó a la literatura el feminismo que ya estaba en la calle y en 1969 ganó los prestigiosos premios Nébula y Hugo por “La mano izquierda….” -con los años acumularía un total de seis de uno y nueve del otro, además de haber sido la primera escritora en haber recibido en la historia cualquiera de esos dos galardones, los más importantes de los géneros de CiFi y fantasía- Le Guin fue criticada por usar el genérico masculino en el género neutro y fluido de esos personajes que no eran varones ni mujeres más que aleatoriamente y sólo por un momento.

“No había forma de nombrarlo de una manera que fuese comprensible”, respondió a los feminismos que la criticaron en ese momento. Pasadas las décadas -su extensa carrera literaria se extendió 60 años con dos sagas geniales e icónicas, el mundo mágico de Terramar y la federación galáctica de Ekumen-, en el documental “Worlds of Ursula K. Le Guin” explicó: “Estaban pasando cosas en los 70, pero yo no era una feminista ideal. Se hablaba de liberarnos de los varones y los niños, y yo tenía un marido y tres hijos. Me puse a la defensiva”.

Minotauro rescató para Argentina “Lavinia”, novela donde Le Guin emancipa a ese personaje de la “Eneida”. Los otros tres títulos que recuperó son de la serie de Ekumen, confederación intergaláctica fundada por un pueblo antiguo que plantó humanos en planetas habitables. “La mano izquierda de la oscuridad” (1969); “El nombre del mundo es bosque” (1972), situado en el planeta Athshe; y “Los desposeídos” (1974), otra de sus obras notables.

 

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