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Los riesgos asociados a la estrategia de continuar haciendo lo mismo en 2023

Los riesgos asociados a la estrategia de continuar haciendo lo mismo en 2023

Guido Lorenzo *

26 de Diciembre de 2022 | 04:22
Edición impresa

eleconomista.com.ar

El 2023 será un año de transición hacia un nuevo gobierno. Será encarado con cierta fragilidad: elevada pobreza, alta inflación, brecha cambiaria de tres dígitos, reservas netas casi nulas y una actividad estancada en niveles que no recuperan en términos per cápita al máximo cíclico anterior.

Asimismo, el país tiene un programa con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que cumplir. Algo que, por un lado, torna al año electoral más desafiante dado que habrá que cumplir metas trimestrales de acumulación de reservas netas (US$ 4.000 M), convergencia fiscal (-1,9% del PIB para el déficit primario) y de emisión monetaria para asistencia al Tesoro (0,6% del PIB). Pero, por otra parte, quita incertidumbre a cómo será (o debiera ser) el siguiente año.

No parece haber vocación para encauzar una corrección del rumbo de la macro por parte del gabinete económico actual, que ya se perfila para terminar la gestión. A menor plazo de culminación del mandato, menores incentivos a llevar a cabo cambios profundos. Incluso, con el paso al costado que parece haber dado la actual vicepresidenta, el Ministro de Economía se perfila como el candidato del oficialismo en caso de no tener grandes tropiezos y para ello no esperamos un cambio de política económica. En ese sentido esperamos un 2023 como una profundización del último semestre del actual año. En concreto, como más probable, esperamos un escenario de continuidad.

Déficit fiscal

Esto significa que la política económica estará enfocada y haciendo esfuerzos en racionar importaciones tratando de dañar lo menos posible al nivel de actividad. Estrategia que se da de bruces con el otro objetivo que será controlar a la inflación. Tarea difícil que puede encontrar algún éxito a muy corto plazo pero que presentará un desafío adicional: reducir más el déficit fiscal implica ajustar algunos precios de regulados claves como transporte y tarifas de electricidad y agua.

Así esperamos que la actividad reaccione de manera anémica, impulsada parcialmente por una caída de la demanda de dinero que genera un consumo anticipado de bienes y servicios. Al mismo tiempo, la restricción de importaciones, la inversión en situación de ‘esperar y ver’ y un gasto público que no podrá desbordarse hacen que el producto no encuentre motores para crecer.

En el frente cambiario la conducción económica no demostró voluntad por atrasar el tipo de cambio. Esta típica estrategia en años electorales no parece estar en los planes del Banco Central, pero tampoco esperamos correcciones en el frente cambiario. Posiblemente veamos cada vez más desdoblamientos a fin de tratar de equilibrar el balance de pagos del 2023. El tipo de cambio libre sigue el deterioro de la hoja de balance del Banco Central, con lo cual no vemos razones para que la brecha cambiaria caiga.

Tipos de cambio

En este sentido, lo esperable es que el tipo de cambio oficial y paralelo evolucionen al ritmo de la nominalidad. En caso de confirmarse que la inflación se ubicará entre 100 por ciento y 125 por ciento, ese será el ritmo al cual se muevan ambas cotizaciones producto de la emisión de intereses por los pasivos remunerados del Banco Central y reservas constantemente en niveles bajos.

Nuestro escenario base es de continuidad y en ese sentido debiera prevalecer la posibilidad de que la deuda en pesos sea renovada en cada vencimiento, incluso obteniendo financiamiento neto positivo para cerrar el programa financiero.

La situación en este frente es frágil, pero depende más de la política que de un problema endógeno de las condiciones actuales. El país está logrando avances en reducir el déficit fiscal aunque aún con cierta desconfianza por parte de los inversores respecto al grado de compromiso con dicho ajuste.

El principal desafío durante 2023 para la conducción económica en caso de querer continuar en la senda actual será la conflictividad social y la incapacidad de generar entusiasmo electoral en el segundo semestre del siguiente año. La primera mitad del año será muy parecida a lo vivido en este último trimestre. En la segunda parte del año lo social puede contagiar a la política y las presiones internas podrían hacer descarrilar el rumbo. Básicamente, es un año que tiene muchos riesgos asociados a la estrategia de continuar haciendo lo mismo.

* Economista y Director Ejecutivo de LCG

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