El año electoral arranca con grandes desafíos, muchas especulaciones y pocas certezas

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Mariano Pérez de Eulate

mpeulate@eldia.com

El verano pasará rápido. Y al cabo del mismo arrancará el 2023 político, que a esta altura asoma indescifrable como pocas veces. Certezas, mínimas. Una de ellas: la oposición aparece por ahora con cierto viento a favor, por supuesto que nada definitivo, para afrontar el proceso electoral por la mala situación económica que el Gobierno aún no puede domar. El gran desafío para el oficialismo será bajar un poco la inflación y enderezar algunas variables como para tornarse competitivo. Quién se postulará en su nombre es aún una incógnita. Y esa es una situación inédita: desde que hay reelección, nunca un presidente en ejercicio, en este caso Alberto Fernández, fue puesto en duda como cabeza de proyecto. Néstor Kirchner no peleó su continuidad pero se encargó de poner a su sucesora. Eso expone, por cierto, la gran carencia del Fernández: nunca fue el líder del peronismo.

Ese defecto inédito es una de las cosas que deberá resolver el partido gobernante en el año que se inicia: un liderazgo. Por supuesto que Cristina Kirchner asoma hoy como la figura más contundente del oficialismo, una jefa en los hechos. Pero está claro que no conforma a todo el abanico peronista y se mueve con un perfil diferenciador de Fernández, que casi la ubica como opositora.

Con su condena a seis años de prisión, Cristina parece haber encontrado un cierto límite a su utilidad electoral para su espacio. Ella misma lo ha reconocido: puede ser una mancha venenosa para el PJ en campaña. Pero es obvio que buscará moldear el perfil del eventual líder emergente. Si hay uno nuevo, que sea uno de ella o, al menos, en acuerdo con ella.

Buena parte del justicialismo, que por ahora se ha demostrado imposibilitado de cuestionarla seriamente con argumentos políticos, casi una tara, estaría por su parte buscando disminuir todo lo posible esa estrategia de influencia de la Vicepresidenta en el futuro inmediato. Pero les falta lo esencial: la figura fuerte para contraponer a la vice.

Es una pelea de final no escrito. En un escenario eventual de derrota del oficialismo, se especula con que Cristina buscaría ser la jefa de la oposición despegándose de los motivos de la caída porque viene avisando que el Ejecutivo no hace lo que ella dice que es mejor para “el pueblo”. Gremios, ciertos gobernadores, intendentes no serviles, pretenderían un nuevo conductor para la etapa de la reconstrucción para salir de ese “loop” kirchnerista/cristinista/camporista en el que gira el PJ desde hace casi dos décadas.

¿HABRÁ PASO?

¿Habrá Primarias en el Frente de Todos? Cerrando 2022, nadie se anima a afirmarlo. Un solitario Fernández sugiere que debería ser así, acaso soñando él mismo con presentarse. No queda claro cómo: no existe el “albertismo” para acompañarlo. Salvo que el peronismo concluya que la inmolación es lo único posible y allá vaya Alberto a pedir la continuidad a un electorado que, de acuerdo a las encuestas que se conocen hoy, lo tiene en el subsuelo de la aprobación.

No es un secreto: los ojos de muchos peronistas apuntan a Sergio Massa como esa figura posible para jugar la carrera presidencial con ciertas chances. El ministro, percibido como el que realmente maneja el Gobierno, está indefectiblemente atado a la marcha de la economía. Puede ser un cierto salvador que termine reconstruyendo el poder adquisitivo del salario y rapiñando dólares aquí y allá o puede quedarse sin combustible para la tarea de convertirse en el nuevo jefe porque no le dan los tiempos para tranquilizar “la micro”.

Interrogantes

¿Es posible crecer en la ponderación social implementando a la vez un ajuste ortodoxo de la economía, seguramente imprescindible para alinear el barco pero con costos inmediatos? ¿Realmente está Massa dispuesto a hacer ese trabajo sucio o el 2023, en el que debería achicar aún más el rojo fiscal según el acuerdo con el FMI, lo encontrará simulando para afuera un tijeretazo pero actuando con lógica electoralista hacia adentro? Misterios. Porque esa es la gran disyuntiva del Gobierno en el año que se asoma: ¿se puede ganar en las urnas ajustando? La historia dice que no. ¿Entonces qué hacemos? Se sabe la posición K: un nuevo “plan platita” a la enésima potencia.

El juego en la oposición

La oposición, por su parte, se encontró con la posibilidad de retorno antes de lo pensado y eso, en lugar de generar estrategia comunes, hizo explotar la convivencia interna. Le pasa lo mismo que a sus rivales que gobiernan: no tiene un líder indiscutido. Y la mayoría de los caciques, tanto del PRO como del radicalismo, han perseguido en estos últimos tres años un sólo objetivo: jubilar a Mauricio Macri.

Astuto, el expresidente -que, hay que recordar, no perdió por paliza con Fernández y por eso no se da por muerto- ha hecho valer una de las cosas que más aprendió desde que manejaba Boca: ser paciente.

Horacio Rodríguez Larreta pasó de ser su pupilo a ser su rival interno. Macri tuvo mucho que ver en que el porteño haya perdido esa condición de “candidato natural” de la oposición. Básicamente, porque nunca se corrió y dio oxígeno a otros. Como a Patricia Bullrich, quien con infinitamente menor cantidad de recursos que Larreta logró instalar la idea de que está para presidenciable. No todos piensan lo mismo, según ciertos sondeos que no se publican. Pero habrá que reconocerle una tenacidad incansable para posicionarse.

El primer semestre de 2023 debería suponer una cierta recuperación en la UCR de ese discurso de disputa del liderazgo opositor con los amarillos, que se apagó un poco en los últimos meses tal vez porque las peleas internas entre unos y otros, que se ventilaban con ritmo de novela de la tarde, llegaron a dañar la imagen de la coalición Juntos. Se supone que el radicalismo no renunciará a su aspiración de pelear en una PASO la candidatura presidencial de la oposición, sea con Gerardo Morales o Facundo Manes.

En busca de un orden

En rigor, la Primaria en Juntos aparece como un método civilizado para ordenar aquella carencia de liderazgo, para dimensionar el peso de cada actor en la alianza. Es decir: 2023 arrojará un nuevo jefe opositor. También, la interna servirá para mostrar volumen político. Pero si la economía entra más en picada, ¿no es factible un amplio acuerdo sin PASO entre radicales y amarillos? Dudas.

Un desafío para ellos será achicar la amenaza electoral que hoy significan los libertarios, ese grupo novel depositario de mucho descontento social y de una cuota de esperanza en una sociedad desilusionada con la política. Se vaticina aquí que Espert jugará dentro de Juntos. Javier Milei, en cambio, parece imposible de seducir. Es la gran preocupación intramuros: cuántos les “robará” el despeinado candidato y si eso puede hacer peligrar el triunfo que hoy parece más que posible.

La marcha de la economía jugará un papel decisivo camino a las elecciones

Cristina es la figura más contundente del oficialismo pero no conforma a todo el abanico peronista

 

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