Ruidos y violencia en la noche: el descontrol genera reacción en los barrios
Edición Impresa | 13 de Febrero de 2022 | 03:33

En una apacible tarde de verano, de esas con clima amable, en las que no sobra calor ni fresco y los pájaros le suman a la escena el encanto de su música, en el jardín de la casa de Gladys, que da al bulevar de 53, rompe a cada rato el placer del sosiego el ruido ensordecedor del tránsito. Sin embargo, eso que podría ser motivo de una profunda molestia para los vecinos, no lo es. ¿Por qué? Sucede que al acercarse la noche la zona de la plaza Islas Malvinas se convierte en la “ciudad de la furia”. Y en ese contexto barrial de gritos, desmanes y la música a todo volumen viven las familias hasta muy entrada la madrugada sin pegar un ojo.
Y no es la única zona de La Plata donde la nocturnidad altera la vida cotidiana. En la Defensoría Ciudadana ya podrían armar una suerte de “mapeo” con las denuncias que llegan al organismo de frentistas que aseguran “no soportar más” las movidas de la noche, las cuales ya no se reducen sólo a los bares, cervecerías y despachos de “birra”, sino que tomaron la vía pública, pues llega a las ramblas y a las veredas con música estridente, venta de alcohol y chulengos con los que se ofrece “parrilla al paso”. Todo en el marco de un tránsito que rompe todas las reglas de la convivencia urbana con las explosiones de las motos sin caño de escape y los coches con parlantes a todo volumen.
De acuerdo a los reclamos vecinales, además de la zona de la plaza Malvinas (que reúne a unos 40 vecinos hartos de los ruidos molestos), se queja por los efectos de la nocturnidad gente de 10 y 45, diagonal 74 y 48, , 44 y 18, 10 y 49, 10 entre 46 y 47, 50 entre 8 y 10 y 58 entre 5 y 6. Hasta hace unos años, la problemática era exclusiva de los fines de semana.
Esos llegaron a la Defensoría, pero hay muchos más. Se suma el descontrol por las “picadas” en el centro de Los Hornos y de Villa Elisa, por casos.
Contó uno de los vecinos que solicitaron la intervención de la Defensoría que dos bares alineados en la calle 50, cerca de la calle 10, “a partir de las 11 de la noche comienzan con la música muy fuerte y así están hasta las 7, 8 de la mañana”. Según observó, “hace un tiempo era todos los días, pero por suerte, después de reiteradas quejas nuestras pasaron a ser los fines de semana”, dijo y agregó: “igualmente no dejan de ser molestos y ni hablar de los gritos y peleas”.
En líneas generales, en las zonas de birrerías o bares, se crea un ambiente -que dura desde el atardecer hasta la madrugada- agitado, con ruidos que sobrepasan los decibeles admitidos y ya nocivos para la salud, y acciones violentas como el hecho orinar en las fachadas de las viviendas o arrojar latas y botellas en peleas o discusiones. A la mañana siguiente, el paisaje del barrio suele ser desagradable, tanto que hay comerciantes, que llegan más temprano a sus locales para poder lavar la vereda antes de abrir.
años sin descanso
“Hace años que no pegamos un ojo”, subraya Gladys, una de las vecinas que, muy cercana a plaza Malvinas, experimenta una pesadilla noche tras noche, desde 2017. “Y somos muchas las familias a las que nos pasa eso. La música la tenemos adentro de nuestras casas; no se puede vivir así. Por eso, empezamos a reunirnos y a tratar de encontrar una solución”, añade la mujer, integrante de un grupo de frentistas que consiguió juntar hasta 800 firmas que presentaron a las autoridades municipales y provinciales.
En esa zona, el descontrol comenzó después de un episodio que terminó en tragedia en plaza Moreno. Las detonaciones de las motos y los autos con “car audio” que amplifican los sonidos hasta retumbar en las paredes se mudaron a los alrededores de la plaza Malvinas y hasta en época de cuarentena la movida se mantuvo intacta en ese sector céntrico. “Queremos que solucionen esto de una vez por todas; no que trasladen el problema a otro barrio, primero porque pueden volver, y segundo porque no le deseamos esto a ninguna persona, no importa de donde sea”, aclara Gladys.
Juan, vecino de 53 entre 18 y 19, asegura que por los ruidos de la noche, todos los días, “tiemblan los vidrios de las casas” y que “nadie querría ver el espectáculo de la mañana siguiente, después de que orinaron sobre los frentes de las casas y hay latas y mugre por todas partes”. Además, hay veces que para entrar a la casa después de una salida hay que pasar el peor de los momentos. “Damos vueltas con el auto antes de abrir el portón porque nos parece muy inseguro hacer en esa situación”, dice.
En esa zona piden controles que resuelvan el malestar de forma definida, lomos de burro que frenen la velocidad de las motos y de los autos tuneados que van “rozando” el suelo y una caseta de seguridad en la plaza. “Es la única del eje cívico que no tiene ese control policial”, afirmó Elizabeth, otra de las vecinas agotadas de no poder dormir, ni ella ni su familia, que incluye una integrante con problemas de salud que requiere de un buen dormir diario.
operativos
Según informó la Municipalidad, hay operativos de nocturnidad que incluyen control de vehículos. También, de boliches: “Hay fiscalización programada que realizan, constantemente, los agentes de inspección de la Comuna. A ese cronograma se suman las cuadrillas que trabajan en las denuncias que ingresan”, indicó una fuente de la Municipalidad. Según añadió, “el área tiene previsto reforzar y ampliar los equipos para este tipo de acciones”.
Otra modalidad de la noche son las bandas en vivo, fuera de los bares, en la vereda. En diagonal 78, cerca de Parque Saavedra, es blanco de quejas. “Tenemos derecho a descansar y estamos obligados a escuchar música desde adentro de nuestras casas”, destacó un vecino, con fastidio por las noches en vela.
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